El conflicto ha dejado más de 10 muertos en las últimas semanas, en una disputa por el control de actividades delictivas y el Hipódromo de Santa Rita, que ha cerrado sus puertas mientras se toman cartas en el asunto para acabar con esto
Por Rafael David Sulbarán
El municipio Santa Rita del Zulia está atemorizado. Ese es el sentimiento general recogido entre varios de los habitantes y personas que hacen vida allí. ¿Cuál es la razón? Una guerra de bandas tiene azotada a la población. Las mafias están enquistadas en ese pequeño poblado de unos 100 mil habitantes y han tomado la ley por sus manos.
Diferentes bandas se disputan el poder sobre el control del tráfico de drogas, la extorsión y las carreras de caballo. Pues si, leyó bien, el Hipódromo de Santa Rita y sus apuestas se han vuelto un foco interesante para los maleantes que en medio de la disputa en lo que va de 2016 se han llevado consigo a más de 14 personas vía sicariato. Y bueno, en el medio de todo esto está un poblado que teme salir aunque sea a echarse un café con la vecina.
A partir de las 7:00 pm la Guardia Nacional y la Policía Regional toma las calles, y claro, la gente se resguarda y prefiere no salir. Y en el día, pues el comercio está a medio andar, algunas empresas mandan a sus trabajadores a las casas temprano, y los padres no están enviando a sus hijos a clases en medio de una ola diaria de rumores sobre bombas en escuelas y tiroteos.
LA GUERRA
Desde siempre, este municipio ubicado en la Costa Oriental, anfitrión del Puente sobre El Lago de Maracaibo, ha sido lo que llama el común en muchas partes del mundo un “pueblo chiquito, infierno grande”, y entre otras cosas, como recibir al Libertador Simón Bolívar, y por tener una industria del camarón en otrora productiva, ha sido cuna de familias vinculadas a la mafia del Zulia, como los Meleán y los Morales, también los Leal, entre otras.
Entonces, actualmente, en una disputa que se viene desarrollando desde 2012, diferentes bandas se han peleado por el dominio, teniendo en el centro a dos organizaciones criminales, una liderada por alias «El Puchungo» y la otra por «El Pepito» un expran de la cárcel de Sabaneta.
Estas dos bandas, desde aproximadamente tres años, vienen haciendo de las suyas, involucrando al Hipódromo por primera vez en 2012, cuando Oswaldo Ortega, pareja de la ex alcaldesa de La Cañada de Urdaneta, Maira Zamora, y su escolta, Néstor Figueroa, fueron tiroteados la noche del 18 de abril en medio de una carrera en plena grada.
Pero a finales de 2015 la situación se volvió color de hormiga. Erick Chourio, un entrenador de caballos, y supuesto hermano del expran, fue asesinado a tiros.
Esto claramente generó la molestia del exlíder negativo carcelario responsabilizando a «El Puchungo», lo que originó una serie de muertes que han desatado el terror en este mes.
El 14 de febrero, tres hombres fueron baleados en la entrada del recinto hípico. Quedaron con vida. Un hombre se bajó de una buseta en la Falcón-Zulia y llegó preguntando por un jinete que ya no trabajaba allí. Luego de un breve intercambio de palabras, el sujeto sacó su arma e hirió a los hombres que son parte del servicio de vigilancia.
Antes de esto, luego del ataque a Chourio en diciembre de 2015, el expran ordenó la ejecución de Erduin Cepeda, de 29 años, y su padre Hermín Cepeda, de 61, primo y tío de “El Puchungo”. Ambos, según fuentes policiales, trabajaban como administrador y coordinador del área de vigilancia del hipódromo. Fueron asesinados en Punta Iguana, donde residían.
En la misma semana del atentado, José del Carmen Linares, de 42 años miembro de la banda de «El Pepito», fue acribillado por unos motorizados en el sector Bicentenario de Santa Rita, frente a la casa de sus padres. Todo esto, relacionado, según fuentes policiales, con la rencilla entre los maleantes, que de alguna forma quieren el “control” de las actividades hípicas.
Pero la cosa no ha quedado allí. El 22 de febrero, mientras se celebraba un partido de softbol en un estadio en Las Cuatro Bocas, en Santa Rita, unos sujetos a bordo de un Aveo blanco dispararon contra los jugadores y el público. Mataron a cuatro personas, entre ellas un sicario de llamado Carlos Terán, apodado «El Loco», quien quedó tendido en pleno terreno de juego. «Era un sicario del municipio Santa Rita que delinquía a las órdenes de la banda de ‘El Puchungo'», citó el diario Panorama a una fuente policial sin revelar su nombre. En el atentado también murió su hermano Luis Terán, un hampón también de la zona. Dos personas más fallecieron, y al parecer no están vinculadas a las bandas.
Y otro hecho de sangre se vivió apenas 48 antes de esta masacre. En una finca del municipio hallaron a tres hombres muertos, presuntamente con señales de tortura, muchos golpes y descargas eléctricas. En la granja El Sol, del sector La Cabuya, ocurrió el hecho que dejó sin vida a Fernando Manuel Jordán Cardozo de 45 años de edad, propietario de la granja. También murieron los hermanos Graciel, José Álvarez y Julio Edixo Álvarez, de 26 y 42 años. Aunque este último pareciera no tener vínculo con las bandas, las investigaciones no descartan que tengan relación, sobre todo porque ocurrió en un área rural, fuera del perímetro de acción de los cuadrantes de la Guardia Nacional y la Policía del Estado Zulia que han tomado el municipio junto al Cicpc y la Policía Nacional.
TEMOR
Claro, no van a estar atemorizados los habitantes de Santa Rita, sin con esta ola de muertes se cuentan al menos 14 personas muertes en hechos relacionados al sicariato, esto sin contar otros casos aislados a la guerra de bandas.
«¿Vos no leéis Panorama?», me preguntó un vendedor de cepillados en un famoso local de la ciudad atendiendo a mi pregunta de cómo estaba la situación allí. De una vez me fui al sitio web del periódico más popular del Zulia y el buscador de noticias arrojó más de 100 resultados bajo los términos: «Sicariato en Santa Rita», y bueno, se podrán imaginar entonces cómo está la cosa si al recorrer los titulares pasaba como cinco páginas y aún la pantalla mostrabas los hechos violentos de los últimos meses.
“La cosa está muy fea por aquí, dejá de andar preguntando esas cosas, que vos no sabéis a quién tenéis al lado”, me dijo el cepilladero. Yo no seguí preguntando porsiacaso, pero si me fui hasta el colegio María Auxiliadora, donde se corrió un rumor ese día sobre el lanzamiento de un artefacto explosivo a sus instalaciones. “Eso fue pura mentira, un rumor para sabotear las clases”, me comentó Solange Núñez, directora del colegio quien no se dejó fotografiar. “Varios rumores han corrido en los días anteriores sobre tiroteos en los colegios, bomba y trifulcas supuestamente propiciadas por algunos grupos de delincuentes de la zona, pero todo esto ha sido falso, y nuestra institución ha trabajado con normalidad”, explicó Núñez, quien aceptó que han faltado muchos alumnos a las clases por el temor de los padres de que sus hijos caigan víctimas en medio de un ataque.
El municipio en general está en una tensa calma, con poca gente en sus calles, y estos rumores, sumados a los actos de sicariato, mantienen el temor vivito. Entonces muchos no salen después de las 7:00 de la noche, algunas empresas despachan a sus trabajadores temprano, algunos comercios abren mediodía o no abren y los padres no están enviando a sus hijos. Las escuelas no han suspendido las actividades, pero según la señora Julia Tremón si han dejado de dar clases, porque su sobrina, que estudia en el María Auxiliadora no ha asistido “porque no hay clases, o las han cortado varios días”, señaló Julia que tuvo el valor de darme su nombre, contradiciendo a la directora.
Lo cierto es que la población es la que más sufre en medio de esta ola de criminalidad, esperando resultados directos y efectivos de los entes policiales y el gobierno en cualquier instancia, para detener los asesinatos y recuperar la vida tranquila en este pueblo pesquero por excelencia.