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viernes, 29 marzo, 2024

VIDEO | La Masacre de Cariaco: nueve asesinatos ​marcados por la incógnita

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La noche del viernes 11 de noviembre, nueve personas murieron por balazos en la cabeza. Los victimarios fueron seis hombres que viajaban en un vehículo color gris, sujetos jóvenes y ataviados con ropa deportiva, quienes portaban armas de alto calibre. Nadie sabe su identidad, procedencia o la razón por la cual acribillaron a hombres sin antecedentes


Nayrobis Rodríguez | El Pitazo-Sucre 
Eran las 10:00 p.m. cuando siete de los hombres de la familia Rodríguez, parados frente a la casa con paredes azul claro de los hermanos Leonardo y Luis, entre risas y tragos de ron escucharon tres disparos provenientes de San Pedrito, una zona agrícola situada en la parte alta de la calle Bella Vista, en el sector El Porvenir, una barriada periférica que queda a cinco minutos de Cariaco, municipio Ribero, al oeste del estado Sucre.
«Unos 15 minutos antes de los disparos vimos pasar a una patrulla de la policía del estado Sucre subiendo hacia San Pedrito, seguida por un carro modelo Aveo, color gris. A los disparos no le paramos, pensamos que era normal porque se había corrido el rumor de que recogerían a los malandros que nos tienen azotados en el pueblo», dijo Leonardo Rodríguez, un maestro a quien la fortuna, diez minutos antes, lo hizo alejarse del lugar en el que asesinaron a su hermano, sobrino y primos, la noche del viernes 11 de septiembre.
En el carro, modelo Aveo color gris, se trasladaban seis hombres. “Un vehículo con las mismas señas recorría el pueblo desde hace como una semana. Esa noche, a eso de las 9:00 p.m., antes de la masacre, los sujetos se bajaron de un carro igual en la Plaza Bermúdez del centro de Cariaco y efectuaron varios disparos, dañaron un carro amarillo que estaba estacionado, le metieron tres tiros y espicharon un caucho. Todo eso ocurrió frente a la sede de la policía estadal y los policías no hicieron nada”, comentó un vecino de la zona céntrica en la capital del municipio Ribero, que pidió mantener su nombre en reserva.
Otro habitante del poblado, que también prefirió el anonimato, comentó que el mismo día, cerca de las seis de la tarde, sujetos con las mismas características y en un vehículo similar, comieron perros calientes en la misma zona céntrica, iniciaron una pelea con los lugareños y se fueron sin pagar la cuenta.
Mientras, los Rodríguez reían y tomaban el acostumbrado trago de los viernes, luego de recibir su pago semanal como picadores de sardina en las empresas de Guaca en el municipio Bermúdez, a 40 kilómetros de Cariaco. Los hermanos Carlos Alberto, Luis Alberto y Samir Arias Cabello, dormían a cuatro cuadras más arriba del lugar, en estrechas habitaciones con pisos de tierra y apenas una cama como mobiliario, en una estrecha vivienda de bahareque, asentada en la parte alta de San Pedrito, un cerro cuyos estrechos caminos de tierra imposibilita la entrada de un vehículo.

Por un estrecho camino de tierra, los victimarios subieron a la casa de los Arias Cabello
Por un estrecho camino de tierra, los victimarios subieron a la casa de los Arias Cabello

Los Arias Cabello, las primeras víctimas 

El estruendo de los golpes contra una desgastada puerta de latón y los gritos desesperados de Lucía Arias Cabello, clamando por la vida de sus hermanos menores, despertaron a Juan Alberto, quien salió de la vivienda para ver qué pasaba. Luego de soportar varios golpes, Juan fue el primero en recibir un balazo en la cabeza por parte de seis hombres, con edades entre 18 y 25 años, vestidos con bermudas, franelas y calzados deportivos y portaban armas de alto calibre. Luego de asesinar a Juan, los sujetos sacaron a empujones a los hermanos Samir y Luis Alberto Cabello, quienes dormían en pequeñas habitaciones y los arrodillaron en las afueras de la casa.
Con la voz quebrada por la angustia y el llanto, caminando desesperada de un lado a otro, Narcisa Cabello, la madre de las tres primeras víctimas, tomó la cédula de identidad de Luis Alberto y le dio un beso. El documento de identidad estaba colocado en un altar con un velón y algunas flores rojas y blancas. “Ahora solo me queda esperar morirme para volver a ver a mis hijos”, dijo la anciana mujer, de facciones indígenas y cabello blanco, quien relató que Luis cumplía 30 años ese viernes en el que fue asesinado. “Carlos sembraba plátano, ocumo y otras verduras, tenía una niña de 11 meses, se la pasaba cargándola y haciéndole cariño a la muchachita y Luis se dedicaba a cortar monte y a limpiar terrenos. No eran malandros, a las nueve o diez de la noche estaban en el rancho, no eran de andar por la calle».

En el patio frontal de una vivienda de bahareque asesinaron a los hermanos Arias Cabello
En el patio frontal de una vivienda de bahareque asesinaron a los hermanos Arias Cabello

Con las rodillas entre el barro y el frío, Samir recibió un disparo en el lado derecho del rostro, impacto que le desfiguró parte de su cara. Luis Alberto fue baleado en la cabeza y murió al instante. “Yo no soy malandro, chamo no me mates que yo hoy estoy cumpliendo años”, fueron sus últimas palabras, según relató su hermana Lucía, quien también clamaba por la vida de sus hermanos.
«Esos hombres llegaron gritando, daban patadas a la casa y me sacaron a empujones, me decían que venían buscando a El Negro, un azote del sector que vive más arriba, en el monte. Ese sí es un malandro, mata, roba y viola», relató Lucía al tiempo que detalló que su hermano Samir sobrevivió. «Luego de recibir el tiro en la cara, él se hizo el muerto y cuando los hombres se fueron, él se levantó como pudo, a pedir ayuda».
Las paredes de la vivienda de Los Rodríguez tienen huecos por las detonaciones
Las paredes de la vivienda de Los Rodríguez tienen huecos por las detonaciones

El turno de los Rodríguez 

Después del doble homicidio en la casa de los Arias, los seis hombres no llegaron a la vivienda de El Negro, que está 500 metros más arriba del lugar. Los sujetos bajaron el cerro caminando e ingresaron al vehículo. “No sé por qué no siguieron buscando a El Negro, pero sí escuché a su madre decirle, al poco tiempo de saber sobre los asesinatos, que por su culpa había ocurrido esta mortandad”, dijo Lucía, con la cabeza gacha y lágrimas en los ojos.
Era el turno de los Rodríguez. En el carro gris manejaron tres minutos hasta la casa de Leonardo y Luis, ubicada en la entrada del barrio Bella Vista donde se encontraba el grupo de hombres bromeando y tomando unos tragos de ron. Los seis sujetos se bajaron del vehículo con las armas en sus manos y el rostro descubierto.
“Llegamos a la casa. Un grupo de primos y hermanos estaban allí al frente, sentados en la acera como todos los fines de semana”. Nosotros, es decir, mi hermano Luis, su hijo Luisito y unos primos, entre ellos Eduardo Vallejo, veníamos del local del señor Chicho, donde jugamos pool y nos tomamos las cervezas. Los familiares que estaban allí esperaban el pago de la pesquera. De hecho, Javier aún tenía restos de escamas de pescado pegadas en las piernas”, relató Leonardo, quien se ausentó del sitio 10 minutos antes de la masacre. “Me salvé porque subí unas casas más arriba a una celebración de matrimonio de unos vecinos”, dijo.
Pocos fueron los minutos que pasaron entre el momento en el cual los sujetos bajaron del vehículo y apuntaron a los Rodríguez con armas de alto calibre. “Cuando empecé a escuchar los tiros salí corriendo de la casa donde se celebraba el matrimonio a ayudar a mis familiares, los tipos que disparaban me vieron y lanzaron tres disparos y yo me lancé a la acera. El más alebrestado era uno que tenía un zarcillo en una oreja, era el más alzado y el que más disparó”, detalló Leonardo.
Con los hombres armados frente a él, Jackson Rodríguez, el menor de las víctimas, les dijo que no eran malandros y le mostró su cédula de identidad, documento en el que constaba que solo tenía veinte años. «Mi hijo salió a esperar el pago de la pesquera, el pago semanal de él, su hermano mayor y el mío porque los tres trabajamos juntos picando sardina en Guaca. Diez minutos antes de la masacre él salió de la casa de sus primos y me dijo: mami ya vengo. Solía echarme broma y me dijo que si no venía hoy llegaba mañana», dijo Maribel de Rodríguez.
Jackson, quien desde las cuatro de la tarde de ese viernes esperaba al señor encargado de llevarles los pagos de la pesquera a los trabajadores que vivían en el sector, subió a su casa a las seis y media de la tarde acosado por el hambre, propio de la hora de cenar. Su primo José Rafael lo acompañó hasta su casa y se sentó en el mueble de la sala a esperarlo. “Mi hijo solo estaba pendiente de ponerle saldo al teléfono para llamar a su novia”, dijo Maribel.
Orlando Rodríguez, el papá de Jackson, no pudo advertirle que no saliera de su casa, a una cuadra del lugar de los hechos. Orlando, minero de profesión, había viajado el jueves 10, en la mañana, a las minas de Tumeremo, en el estado Bolívar. “Le dije que me iba a las minas para buscar dinero para la casa y hacerle la fiesta de cumpleaños a mi nieto, que cumple un año el 11 de diciembre. Le dije que no saliera de noche, que todo está muy peligroso”. El padre tampoco pudo enterrar a su hijo, porque regresó a Cariaco el domingo 13 de noviembre en la tarde, luego del sepelio colectivo.
Jackson sacó su cédula de identidad, le dijo a sus victimarios que ellos no eran malandros y de inmediato recibió el disparo en la cabeza. Fue el primero de los asesinados en casa de los Rodríguez. Después vinieron los otros siete, entre ellos Luis José y Luis Bernardino, padre e hijo, con ellos los hermanos Javier Jesús y Jesús Rafael, el primo Miguel Acosta y el amigo Eduardo Vallejo. Todos murieron frente a una vivienda que, a pocos días de ser la escena de un crimen múltiple, aún conserva en las paredes rastros de masa encefálica, sangre y huecos, producto de las detonaciones.
Luego de asesinar a siete y herir a dos, los hermanos Ramiro y José Rafael, Rodríguez, los sujetos subieron al vehículo y se marcharon del lugar. Pocos instantes pasaron para que los familiares corrieran a la casa de fachada verde agua a socorrer a las víctimas. El primero en llegar fue Leonardo, quien corrió hacia ellos tras levantarse de la acera, apenas el vehículo gris se puso en marcha. “Los cadáveres quedaron apilados, unos encima de otros, la sangre corría por la acera y pasó una patrulla policial. No se detuvieron a ayudarnos sino que siguieron de largo”, relató el maestro que imparte clases en la escuela de la comunidad.

Un altar de velatorio es lo que quedó en la humilde vivienda donde convivieron los Arias Cabello
Un altar velatorio es lo que quedó en la humilde vivienda donde convivieron los Arias Cabello

Protestas en la Troncal 9

Los cadáveres permanecieron horas en la escena del crimen, fueron recogidos pasadas las 10 de la mañana del sábado 12 de noviembre. “Nadie nos prestaba ayuda, ni quienes tenían carros o motos. Uno nos dijo que no mancharía su moto de sangre”, aseveró Maribel de Rodríguez.
La protesta de la comunidad se inició esa misma mañana, trancaron la carretera nacional Troncal 9 en protesta por el hecho y por la actuación policial que tardó en recoger a los cadáveres. Los cuerpos fueron trasladados al Hospital Diego Carbonell de Cariaco, los heridos al Hospital Santos Aníbal Dominicci de Carúpano, y uno de ellos al Hospital Universitario Antonio Patricio de Alcalá (Huapa), este último, falleció en camino al centro hospitalario.
“Cuando llegamos a auxiliarlos algunos estaban vivos, respiraban aún, entre ellos mi hijo, pero murieron desangrados por la falta de ambulancias y de apoyo para trasladarlos. Mi hijo Jackson pudo haber sobrevivido pero no hubo quien nos prestara ayuda, ni los policías, que los vieron ahí tirados y no preguntaron si había heridos, sino que siguieron de largo”, señaló Maribel de Rodríguez.
Desde Caracas, el ministro de Interior y Justicia, Néstor Reverol, nombró una comisión dirigida por Rubén Lugo, director nacional del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) y Lisandro Alfonso, director de la policía científica en la zona oriental del país. Los funcionarios del Eje de Homicidios en Sucre solo prestarán apoyo.
El martes 15, en horas de la tarde, el comisario Alfonso informó a El Pitazo que la participación de la presunta patrulla policial denunciada por vecinos y familiares, está en investigación, pues los organismos detectivescos aún no establecen si hubo o no actuación de un vehículo perteneciente al Instituto Autónomo Policial del estado Sucre (Iapes), institución que presta servicios en el municipio Ribero, que carece de cuerpo policial municipal.
“Pedimos que se haga justicia y saber por qué los mataron, no eran malandros, eran inocentes”, manifestó Leonardo, quien perdió a dos hermanos, un sobrino y cuatro primos en la masacre.

Familiares y vecinos de los Rodríguez lloran a las víctimas del múltiple homicidio
Familiares y vecinos de
los Rodríguez lloran a las víctimas del múltiple homicidio

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