El 7 de julio, dos trabajadores del Cementerio General del Sur encontraron un cadáver insepulto cuando se disponían a preparar una fosa para un entierro. Según autoridades del Cicpc que realizaron la inspección criminalística, el cuerpo correspondería a Andrés Eloy Torres Luque, de 24 años, desaparecido desde el 7 de marzo
El cadáver de un hombre bajo la sombra de un árbol era invisible. Cuando lo encontraron arrinconado en el interior de una fosa abierta, tenía un tiro en la cabeza. Según las autoridades habían pasado 120 días sin que nadie se enterara que estaba allí. Cuatro meses sin que unos ojos miraran o una nariz olfateara… la muerte.
El viernes 7 de julio dos obreros recibieron la misión de buscar una tumba en ese cementerio abierto desde el año 1876, en el sur de Caracas, donde se encuentran los restos de políticos, militares, golpistas, poetas y escritores del siglo XIX y XX, y de delincuentes venerados por creyentes del espiritismo.
Como el país, el camposanto se ha deteriorado, aunque su destrucción no duela en la piel o el estómago de sus ocupantes. Ellos no migran, como los ocho millones de venezolanos regados por el mundo.
Lo que sería un día normal para un enterrador en un lugar como el Cementerio General del Sur, giró al absurdo. El hallazgo de un cadáver insepulto en un lugar de entierro
Tumbas abiertas con cadáveres saqueados para hacer embrujos y protecciones; estatuas de santos y ángeles manchadas y rotas; monte y restos de féretros mezclados con lo que queda de coronas y flores plásticas son el escenario.
Justo allí, en medio de todo ese caos, tuvieron que buscar los dos obreros y preparar la parcela que sería usada para la última morada de una persona. Pero lo que sería un día normal para un enterrador en un lugar como el Cementerio General del Sur giró al absurdo por el hallazgo de un cadáver insepulto en un lugar de entierro.
Los trabajadores se toparon con el cuerpo, el de un hombre que estaba en una fosa abierta, ubicada debajo de un árbol frondoso, según la primera versión oficial. Ese cuerpo, con un tiro en la cabeza y 120 días en la misma posición, correspondía, según las autoridades, a un hombre que vivió 24 años: Andrés Eloy Torres Luque.
No era un muerto preparado
Alrededor de esta historia pululan contradicciones. Una mujer, que se identificó como gerente del cementerio, dijo que el cuerpo estaba dentro de una fosa. Dos funcionarios de Policaracas que custodiaban el camposanto el día del hallazgo, dijeron que estaba fuera y próximo a las raíces del árbol.
“Los trabajadores reportaron que le vieron los pies; de resto, el cuerpo estaba oculto con maleza, pero les extrañó que tuviera zapatos. Revisaron y se dieron cuenta de que no era un muerto preparado, sino uno que murió en el sitio o fue abandonado allí mismo”, contó una de las trabajadoras que recibió el reporte de los obreros.
Una unidad del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) se presentó en el cementerio para levantar el cadáver. Policías municipales que custodian el cementerio dijeron que uno de los funcionarios comentó que parecía tratarse de una muerte natural, pero otros que estaban en la escena aseguraron que tenía un hoyo en el cráneo debido a una herida por arma de fuego.
El cuerpo lo trasladaron hasta la morgue de Bello Monte y los funcionarios actuantes se comunicaron con familiares de Andrés Eloy Torres Luque, quien estaba desaparecido desde el 7 de marzo de 2023, cuando salió de su casa para hacer trabajos de albañilería. La familia contó que unas cámaras de seguridad grabaron a Torres Luque cuando dejó su vivienda, ubicada en Los Flores de Catia, para encontrarse con unos clientes en el sector Gato Negro, donde haría unas remodelaciones.
El cadáver que encontraron los obreros tenía la ropa que vestía Torres Luque la última vez que lo vieron con vida. Debajo de ese árbol también estaba el morral con las herramientas del joven y hasta el envase con el almuerzo de ese día. Pero nada de esto convence a sus familiares de que realmente se trata de Andrés Eloy.
El cadáver que encontraron los obreros tenía la ropa que vestía Andrés Eloy la última vez que lo vieron con vida. Debajo de ese árbol también estaba el morral con las herramientas del joven y hasta el envase con el almuerzo de ese día
La sospecha
Andrés Eloy Torres Luque, licenciado en Administración, tenía año y medio viviendo en Caracas. Se había mudado desde su ciudad natal, Barinas, para intentar recuperar unas tierras que les había expropiado el Instituto Nacional de Tierras a su familia y a un grupo de productores.
La pugna con el Estado hizo que, en su desesperación, se topara con Anthony Andrés Aponte, un hombre que se identificó como funcionario del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) y quien se ofreció como gestor ante el Ministerio de Agricultura y Tierras para que tuviera de vuelta su propiedad.
Por eso, cuando Torres Luque desapareció, sus hermanos entraron a su cuenta de correo electrónico y hallaron conversaciones entre el joven y Aponte. En una de ellas descubrieron que hubo una amenaza del hombre en contra de Andrés Eloy porque lo denunció en febrero ante la Fiscalía por estafa.
Después de cuatro meses y 17 días, la familia duda de que ese cadáver, que ojos no vieron y ninguna nariz olfateó, sea el de Andrés Eloy. Piden a los investigadores una prueba de ADN que lo certifique.
El hermano a quien le tocó reconocer el cuerpo mediante unas fotografías dice que no tiene la certeza de que sea su familiar. Le sorprende que no tuviera cabello ni uñas en sus manos.
Leobardo Torres, el otro hermano de Andrés Eloy, reclama: “El hecho de que estuviera vestido como él no significa que sea él y no sé cómo habrán hecho las pruebas antropológicas, porque creo que también falta el maxilar inferior. Se presume que faltan dientes para la identificación”.
Hasta ahora no hay ningún documento que haga constar que el cadáver, que fue invisible durante cuatro meses, sea el de quien dicen las autoridades. La familia espera.