Aquel terremoto de 1812 que destruyó Caracas, La Guaira, El Tocuyo y San Felipe, ciudades bajo el poder republicano, fue considerado por los clérigos españolistas como un castigo de Dios merecido por el alzamiento contra Fernando VII.
Fue entonces cuando Bolívar, en La Catedral de Caracas, a donde había llegado para ayudar a las víctimas del sismo, dijo: «Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella». Pero muchos estudiosos de la historia venezolana aseguran que eso no fue lo que en realidad dijo Bolívar, sino lo que por conveniencia reseñó en su libro Historia sobre la rebelión de Caracas, el médico José Domingo Díaz, quien era enemigo de las causas de la independencia y estaba en la catedral escuchando a Bolívar. Según algunos historiadores, Bolívar ese día en realidad habría gritado: «Aunque la naturaleza se oponga, lucharemos contra ellos (refiriéndose a los españoles-realistas) y haremos que nos obedezcan», como una manera de insistir en la lucha y desmentir a la Iglesia en la creencia de que el terremoto había sido el castigo de un Dios proclive a las causas realistas.
La naturaleza siempre se ha visto como una aliada o una enemiga del hombre, como un ente a parte, indoblegable, indómito, capaz de enviarnos señales o incluso cambiar nuestros planes y de presentarnos mensajes oportunos en momentos clave. Pero de ahí a adjudicarle militancias políticas pues es como demasiado.
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Quienes piensan así podrían o ser personas con un alto locus de control externo, un término con el que se hace referencia al grado en el que nosotros sentimos que todo lo que nos ocurre en nuestras vidas se debe a causas ajenas a nuestra voluntad, o sencillamente sufrir de otra condición cada vez más frecuente entre algunas personas que terminan por convertirse en unos ejemplares manipuladores de la verdad.
Porque una cosa es que seas víctima de un intenso e irrefrenable locus de control externo y otra que, con plena conciencia, quieras justificar tu realidad, evadir competencias y repartir culpas a toda diestra, salvando siempre a la siniestra, de toda responsabilidad.
Así pasa a veces. Este martes, la vicepresidenta de la República, Delcy Rodríguez responsabilizó a «las lluvias que caen en los llanos colombianos» de las inundaciones en los estados venezolanos.
La sensación que a uno le queda es que el nuevo gobierno de Colombia nos es tan adverso que hasta sus ríos conspiran contra nosotros. Llueve duro, de forma irrefrenable y copiosa solo en los llanos de Colombia y todo es a propósito.
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San Isidro Labrador está menguado, con sus filas mermadas, no ha podido contrarrestar el ataque y los ríos colombianos han hecho prisioneros de sus corrientes a los nuestros.
Iván Duque viene con todo entonces, la naturaleza con Colombia, ¿quién contra ella? Y Dios, ¿quién si no Dios maneja a su antojo la naturaleza? ¿Quién si no Dios es el que todo lo puede?
Luego de haber anunciado las medidas económicas hace dos días vencimos a la guerra económica y ahora pasamos a otro nivel, ¿o esto no es más que otra muestra de que estamos en el Game Over?
Si la naturaleza se opone y os da mucho trabajo, pues nos hacemos los locos y la culpamos a ella.
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