Viernes. Finalmente «cierra» la semana y el verbo indicativo en presente y tercera persona no es un comodín. Porque conforme han pasado los días, muchos decidieron bajar la santamaría esperando a ver qué es lo que viene a partir de ahora.
En Sabana Grande, por ejemplo, el nuevo cono monetario les puso un candado a muchos de los siempre abiertos comercios. Entre 800 y 1.000 tambien cerraron sus puertas en El Tigre ante las recientes medidas económicas. Y es que no está fácil: la semana termina con la persecución a comerciantes y regentes de diferentes expendios en una asombrosa ola de detenciones. Diez gerentes de automercados y 15 dueños de comercios han sido detenidos luego de las medidas de Maduro.
Locatel, Farmatodo, Central Madeirense, Excelsior Gama y Luvebras son algunos de los grandes comercios en Venezuela que han sido sancionados por delitos socioeconómicos.
Sundde y la Policía Nacional Bolivariana fiscalizaron comercios en La Candelaria, en Caracas.
Anunciaron que lo mismo ocurrirá con los comercios en el Zulia. Sancionaron a siete comercios en Falcón. En Carúpano también. La Guardia Nacional obligó al supermercado Garzón, en Barquisimeto, a vender a precios regulados.
Pero no todos los cierres han sido impuestos por remarcaje de precios. Otros han sido voluntarios, respondiendo a la incertidumbre, la desinformación, anticipando y previniendo la quiebra o dándoles tiempo a las nuevas medidas para pensar, sumar, restar y ver de qué manera se puede proceder de la forma más conveniente.
Paralelamente, el Gobierno también ocupó “temporalmente” la unidad local de Smurfit Kappa y ordenó ajustes de precios inmediatos para todos sus productos tras una denuncia de un grupo de trabajadores por la paralización de una de sus plantas. Detuvieron a dos gerentes durante procedimiento y los sindicatos de Smurfit Kappa respaldaron a la empresa tras la intervención gubernamental.
Como si fuera poco, los supuestos «precios acordados» de 25 productos fueron acordados, pero sin tomar en consideración los costos de producción. Es decir, dejaron por fuera nada más y nada menos que a quienes saben cuánto cuesta producirlos, por lo que muchos temen que esos productos comiencen a desaparecer otra vez.
Pero además, con los recientes ajustes en los mismos precios, específicamente en el de la harina de trigo panadero y del atún, la suma total de esos 25 productos da 1.117 bolívares soberanos. Con lo que solo nos quedarían unos 600 bolivares del salario mínimo para comprar lo demás.
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Seguramente para la revolución será más que suficiente. Así llega el viernes, que también se mueve en autobús, si tiene suerte, con el aumento del transporte urbano a 1 bolívar soberano o, lo que es lo mismo, a 100 mil bolívares fuertes.
Más que descanso, necesitamos como un reposo. La semana ha sido muy exigente para todos nosotros, pues desde que se inició con el funeral del bolívar no hemos parado.
Tratar de asimilar la nueva expresión de la moneda nos ha costado a todos un esfuerzo intelectual agotador; también tiempo, y no porque seamos brutos. Hay que aclararlo porque la sacadera de cuentas y la confusión han logrado que muchos revivan un trauma de bachillerato o primaria con las matemáticas elementales, que no necesariamente demuestra que tenemos disminuidas las habilidades numéricas.
Quizás lo que nos está pasando es que no somos muy buenos con el pensamiento abstracto. Porque es que así luce este paquete de medidas, muy lejos de ser admiradas como cualquier obra de Pollock o de Kandinsky. Y es que, está claro, el arte de llevar la economía en el país como que no se pinta muy bien con la izquierda, mucho menos si se niega a considerar los diferentes enfoques y posturas que son necesarios. ¡Qué semana!
Y si a todo esto le sumamos que ahora trabajamos unas 26 horas diarias… ¡Imagínense! … 800 horas laborales al mes.
Y pensábamos que los malos en matemáticas éramos nosotros.