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viernes, 11 octubre, 2024

Su pareja casi la mata: “Él tiene más miedo que yo”

El 8 de noviembre Yoslady Franquis recibió 11 puñaladas de parte de su expareja. Una de las heridas la sufrió a un milímetro de la arteria carótida. Mantener a su hija en el pensamiento la hizo sobrevivir. Está decidida a empezar con firmeza una nueva vida y confía en que autoridades darán con el paradero de su agresor

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Yoslady Franquis (29) se recupera de las 11 puñaladas que recibió de su expareja. Las heridas que dejó el ataque comienzan a cicatrizar y junto con ellas se borra el recuerdo de una relación fugaz que casi le cuesta la vida. No está dispuesta a vivir con miedo y su deseo más profundo es convertirse en el más grande ejemplo de superación para su pequeña hija.  

La niña de 10 años estuvo en la mente de su madre al recibir la primera cuchillada. En medio del ataque, mientras hacía contacto visual con su agresor, los pensamientos se acrecentaron. Por encima del miedo se impuso la sensación de sobrevivir por ella.

A Humberto Díaz lo conoció en 2019, en un compartir que hubo en el sector La Bandera de Caracas, donde ambos residían. Se sintió atraída por su físico y trato; salieron un tiempo y la intensidad del sentimiento hizo que se fueran a vivir juntos.

Al momento de la unión Humberto se encontraba desempleado; llevaba meses sin ver a sus tres hijos producto de una relación pasada. Su mamá y hermana se mostraron sobreprotectoras, pero sintieron alivio al contar con la presencia de otra mujer en casa. Yoslady apostaba a que un nuevo hogar haría que su enamorado retomara el rumbo.

El agresor no tardó mucho en mostrar su verdadera cara: fue detenido por consumir marihuana en un espacio donde había niños. El desencanto sobrepasó el enamoramiento y Yoslady tomó la decisión de dejarlo, pero aguardó un tiempo mientras encontraba la forma.

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En agosto de este año Yoslady vio la oportunidad de cortar el vínculo: durante una acalorada discusión, él le respondió apretando ambas manos alrededor de su cuello. Ella se zafó, recogió sus cosas y le advirtió que no quería verlo más.

Díaz intentó buscarla, le pidió perdón, obligó a su madre a que sirviera de mediadora, pero nada cambió la decisión de la joven. En una ocasión la interceptó en la salida del Metro La Bandera, en compañía de su progenitora, quien le cerró el paso con su cuerpo para evitar que le diera la espalda a su hijo. Él le suplicó y Yoslady amenazó con gritar si no la dejaba seguir. Por segunda vez lo dejó neutralizado.

“Lo que siento por él no es odio, como mucha gente pensará; más bien me produce lástima. Yo sé que el hombre que me apuñaló tiene más miedo que yo. Sé también que está escondido, que su familia intenta sacarlo del país, pero que las autoridades lo van a conseguir”, relató Yoslady a El Pitazo mientras hacía una pausa para acomodarse el vendaje colocado del lado derecho de su cuello.

El 8 de noviembre, Humberto Díaz se levantó dispuesto a asesinar a Yoslady. “Lo sé porque cuando me abordó no discutió, tampoco me golpeó, solo sacó su navaja y me apuñaló mientras me veía a los ojos y repetía ahora sí te vas a morir, maldita”.

La sobreviviente del ataque habla con familiaridad del arma blanca que usó el agresor, ya que durante los segundos de horror la recordó guardada dentro de una caja de madera y debajo de una mesita de la casa de su agresor. “Ahora pienso que la tenía guardada para agredirme a mí o a cualquier otra mujer que lo rechazara”.

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Mientras ocurría el ataque, Yoslady tuvo tiempo de ver a dos hombres fornidos que pasaban por la misma acera. Sintió alivio porque los reconoció como sus salvadores, pero los desconocidos bajaron la mirada y siguieron de largo.

“Jamás olvidaré esas caras. Su desconexión con lo que pasaba me desplomó; es una escena que repito una y otra vez en mi mente: un hombre siempre debe ayudar a una mujer, así sea una extraña; eso lo pensé cuando Humberto me estaba matando”.

De las 11 puñaladas que recibió su delgado cuerpo, una se incrustó a un milímetro de la arteria carótida, otra a dos milímetros de la médula espinal. Las enfermeras del Hospital Clínico Universitario de Caracas dicen estar acostumbradas a los milagros; en este, caso juran que tenía un santo cerca que la protegió en medio del ataque.

Cuando despertó en una habitación de este centro de salud, tuvo el mismo pensamiento que al entrar al quirófano: “Tengo que vivir por Ashley”. La impaciencia le jugó malas pasadas durante su recuperación. Solo al volver a ver a su hija sabría que lo habría logrado.

“Mamá, eres famosa; todos mis amiguitos me han llamado y me dijeron que saliste en las noticias; tus fotos están en las redes sociales”. Así comenzó el diálogo tan esperado. Así supo Yoslady que en ese momento se convertía en una sobreviviente.

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