
El ingeniero Roney Muñoz fue secuestrado en la casa de su cuñada por hombres vestidos de negro, armados y con capucha. Durante 12 días sus familiares lo buscaron en hospitales, morgues e instalaciones policiales. Un examen de ADN confirmó la identidad del joven y buen samaritano de La Bombilla
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Roney Daniel jugaba con sus tres hijos en la casa de su cuñada. Le tocaba verlos en un sitio neutro; la mamá de sus niños y él no habían quedado bien tras terminar su relación. Tenía tres meses de haber llegado de Medellín, Colombia, a pasar navidades, pues como muchos venezolanos había salido del país a buscar ingresos en otra moneda. En abril volvería a Colombia con una oferta de trabajo.
Tenía 27 años y era ingeniero. Roney Daniel Muñóz Garrido no imaginaba que ese 18 de marzo sería el último día que jugaría con sus hijos: una niña de seis años, un varón de tres y una bebé de meses. Hombres vestidos de negro, encapuchados, irrumpieron en la casa y lo sacaron a la fuerza. La diversión se convirtió en angustia. La familia fue testigo de su secuestro; nadie pudo hacer nada. El miedo ante las amenazas de recibir un disparo pudo más.
La cocina se transformó en un campo de lucha. Forcejeó, gritó, peleó, pero no pudo con la con la fuerza y la máquina de electrochoque de los hombres de negro, entrenados para la muerte. Su familia nunca supo quiénes eran los encapuchados. Podían ser de las Fuerzas de Acciones Especiales (Faes) de la Policía Nacional Bolivariana, del Cuerpo de Investigaciones Penales y Criminalísticas (Cicpc), o de la Dirección de Contrainteligencia Militar (Dgcim). “A nosotros no nos constaba cuál de ellos era; todos causan terror, todos matan y no pasa nada”, detalla una de las hermanas del ingeniero.
“Se la juraron” por buen samaritano
La familia sospecha de las Faes. En días anteriores, Roney ayudó a dos heridos que dejó este cuerpo policial durante un operativo realizado en Petare para buscar a los integrantes de una banda del lugar. El ingeniero llevó a los muchachos al hospital Dr. Domingo Luciani, en El Llanito, para que fueran atendidos. Uniformados se enteraron de la acción del joven y desde entonces —según su familia— «se la juraron».

La hipótesis de los familiares es que falleció por “ser buen samaritano”

La noche del 18 de marzo fue la más larga para la familia de Roney. Al enterarse de lo ocurrido todos se activaron y empezaron a buscarlo, relató Olga Díaz, una de sus tías. Les llegó el amanecer recorriendo comisarías, hospitales, ambulatorios y la morgue de Bello Monte. La angustia aumentaba con el pasar de los días. Parecía que se lo había tragado la tierra.
Fueron a los distintos comandos que tiene las Faes en la Gran Caracas: San Martín, El Helicoide y Caricuao. En ninguna de las centrales les dieron información precisa. «Si nosotros lo matamos, lo matamos. Si lo tenemos, lo tenemos. Váyanse de aquí”, fue la respuesta que encontraron en la UD-3 de Caricuao. No se rindieron. Su madre, tías y hermanos continuaron con la búsqueda. Tenían la esperanza de verlo nuevamente. La respuesta siempre fue la misma: Roney no está, no aparece.
Carbonizado
El 19 de marzo, día de San José, un cadáver fue hallado parcialmente carbonizado y sin manos en la vía que conduce al sector Paulo VI, de Petare. La víctima vestía short, camisa de rayas, y tenía heridas en la cabeza, como hecha por pedradas. El hombre no tenía billetera, ni un documento que lo identificara. No había rastro que indicara que era joven ingeniero graduado en el Instituto Santiago Mariño de Palo Verde hace dos años.
El cadáver tenía restos de tres cauchos de motocicleta, los cuales le fueron colocados encima como material de combustión para que su piel ardiera, destruyera y se desfigurara.

Si nosotros lo matamos, lo matamos. Si lo tenemos, lo tenemos. Váyanse de aquí
Respuesta recibida por familiares de las víctimas en el comando de las Faes, de la UD-3 en Caricuao

Cuando llegó ese cuerpo a la morgue, le dijeron a la madre de Roney: «Ese no es su hijo… Era un quemado; así no los deja el Faes. Ese probablemente era un malandro; además el Cicpc dijo que es una mujer”. La mujer sintió un leve alivio, pues en los barrios ya se tiene claro cómo actúa este cuerpo del Estado: matan de uno a dos disparos, arreglan la escena para simular enfrentamiento y dejan a las víctimas en un centro de salud. A pesar de la referencia, a la madre el respiro le duró muy poco.
Al no encontrar ninguna pista de la víctima, la familia decidió poner la denuncia en la sede del Cicpc, en la avenida Urdaneta; también fueron a la Fiscalía y allí los recibió la funcionaria número 86, en el piso 7. La dama era amiga de la víctima, les pidió unos días y si no aparecía iba a pedir el la autorización para ir a la morgue.
Angustiante rutina
El camino a Bello Monte se hizo rutina. Iban en la mañana y en la tarde. Al drama de no tener conocimiento del paradero del joven se le sumaron los tres apagones que se dieron en Venezuela en el mes de marzo, los cuales incrementaron los engorrosos trámites para el retiro de un cadáver en la medicatura forense, que además había quedado inhabilitada para realizar la necrodactilia, que no es otra cosa que la identificación del cadáver.
La denuncia ante la Fiscalía funcionó y la familia logró que la fiscal 86 asistiera a la morgue. Allí le informaron que el único cuerpo que seguía sin identificar era el de una mujer carbonizada a la que le faltaba un riñón.
No era Roney, según el reporte de la Morgue.
El dato del riñón fue determinante para profundizar en la pesquisa. Por un problema de salud, al joven ingeniero le habían quitado un riñón.

Ese no es su hijo… Era un quemado; así no los deja el Faes. Ese probablemente era un malandro; además el Cicpc dijo que es una mujer

Al coincidir este rasgo, la Fiscalía autorizó un examen de ADN del cuerpo de la víctima con el de la madre; el 29 de marzo el resultado dio positivo. Doce días después la familia conoció que el cuerpo quemado de rodillas a cabeza, con manos cortadas y cabeza destrozada tras ser golpeado con piedras era Roney Muñoz.
El acta de defunción asegura que falleció de un traumatismo craneoencefálico severo. Lo golpearon en la cabeza hasta asesinarlo.
Aún se desconoce qué banda o fuerza policial asesinó a Roney; la policía científica no ha dado detalles del caso desde que aseguraron que el cuerpo del carbonizado era una mujer. Esto ha hecho que la familia los acuse de “lavarle la cara a las Faes, pues saben que estos se equivocaron y mataron a un muchacho sano, al punto que le cortaron las manos para que fuera más difícil reconocerlo”.
La hipótesis de los familiares es que la víctima falleció por “ser buen samaritano” con dos conocidos de su zona.
Roney era ingeniero civil, pero se ganaba la vida en lo que le saliera. Vivía con su madre en el barrio La Bombilla de Petare, municipio Sucre.