Jairo Rubén Sánchez Urbina es teniente de los bomberos del estado Miranda, tiene 20 años de servicio y ha realizado al menos 10 rescates en altamar, sin embargo, salvar a los sobrevivientes de la embarcación Thor, que naufragó en la ruta Higuerote-La Tortuga, es la primera operación que lo ha marcado sentimentalmente. “Hubiese querido encontrar a la madre con vida”, dijo a El Pitazo

10 metros. Desde esa distancia se lanzó el teniente Jairo Rubén Sánchez Urbina para rescatar con vida a Verónica Martínez, de 24 años, y a los hermanos José David Camblor, de 6 años, y María Beatriz, de 2 años, quienes permanecieron cuatro noches y cinco días en altamar tras el naufragio de la embarcación Thor. 

Sánchez Urbina, quien vive en Mamporal, municipio Buroz del estado Miranda, es el coordinador de la División Náutica de los Bomberos del estado Miranda. Tiene 20 años de servicio y ha realizado al menos 15 cursos de rescate en mar abierto y aguas profundas, submarinismo y salto táctico en helicóptero. 

Esa experiencia le ha permitido realizar con éxito diez rescates mar adentro; sin embargo, reconoce que la operación desplegada el 7 de septiembre de 2021 es la primera que lo ha marcado sentimentalmente. El motivo: dos niños quedaron huérfanos. Ese día, cuando regresó a su casa y vio a sus gemelas de 8 años de edad, lloró.  

Una respuesta que no podía esperar  

El 6 de septiembre de 2021, Sánchez Urbina estaba franco de servicio, no obstante, a las 7:00 am recibió una llamada de su jefe para que se activara, porque una embarcación estaba perdida en la ruta Higuerote-La Tortuga. 

Con un helicóptero de la Policía del estado Miranda, un equipo de bomberos y Protección Civil realizó dos recorridos de cuatro horas. Al día siguiente llevaron a cabo un primer sobrevuelo, pero a las 12:15 pm, ya de regreso, cuando se disponían a almorzar, un grupo del SAR (búsqueda y salvamento) les informó que desde un avión del Instituto Nacional de Aeronáutica Civil (Inac) se había observado un punto blanco a 20 millas de La Tortuga. La respuesta no podía esperar, así que el almuerzo quedó para después.   

Dos pilotos, acompañados de Sánchez Urbina y el rescatista Robert López, adscritos a Protección Civil Miranda, hicieron un barrido y llegaron hasta el lugar donde estaban cuatro de las nueve personas que viajaban en la lancha Thor. “El helicóptero bajó hasta una altura prudencial para evitar que la onda expansiva de las hélices volteara el salvavidas o la cava donde permanecían las personas y desde allí me lancé”, recordó. 


El helicóptero bajó hasta una altura prudencial para evitar que la onda expansiva de las hélices volteara el salvavidas o la cava donde permanecían las personas y desde allí me lancé

Jairo Rubén Sánchez, teniente

Jairo llevaba un traje de neopreno para protegerse del frío y de animales marinos y un tubo de rescate Peterson -dispositivo flotante que facilita el rescate-. Hizo una caída libre, sin cuerda y sin nada que lo sujetara al helicóptero. “Yo me sentía seguro, sabía lo que tenía que hacer, pues para eso estamos entrenados”.  

Al sumergirse en el mar, Jairo nadó unos ocho metros para llegar a lo que desde arriba se veía como un punto blanco. El niño José David estaba dormido en el pecho de su madre y María Beatriz sentada con la mirada perdida. “Apenas me vio, gritó. Estaba asustada, pero le comencé a hablar y la calmé. Lo mismo hice con Verónica, quien desesperada pedía ayuda. Todos estaban deshidratados y quemados, con los labios resquebrajados”, contó Sánchez a El Pitazo, este 17 de septiembre, vía telefónica. 

Jairo Rubén estuvo 20 minutos auxiliando a Verónica y a los niños. Le tomó el pulso a Mariely Beatriz Chacón Marroquín, de 40 años, madre de los pequeños, y se percató de que estaba sin vida. En ese momento sufrió un impacto emocional; sin embargo, no había tiempo para desmayar. “Estimo que tenía tres o cuatro horas sin vida”, contó.    

Esos 20 minutos fueron suficientes para que el funcionario Robert López y los dos pilotos del Gobierno de Miranda alertaran a una unidad patrullera de la Armada venezolana que previamente vieron navegando. La fragata se acercó hasta el sitio donde estaba Jairo Rubén, mientras López saltaba del helicóptero para ayudar en las labores desde el mar. El bombero se encargó de los niños y de su madre; López ayudó a Verónica. 

“De inmediato hablé con el teniente que estaba al mando del buque de la Armada y le indiqué que solicitara ambulancias, así que cuando llegamos al puerto de La Guaira, ya nos esperaban. Durante el camino les dimos agua y uvas a los sobrevivientes”, narró.    


María Beatriz estaba asustada, pero le comencé a hablar y la calmé. Lo mismo hice con Verónica, quien desesperada pedía ayuda. Todos estaban deshidratados y quemados, con los labios resquebrajados

Jairo Rubén Sánchez, teniente

Salvar vidas por encima de todo 

A diez días de aquella proeza, Jairo tiene sentimientos encontrados. Está contento por la labor cumplida, pero no deja de sentir nostalgia. “Hubiese querido encontrar con vida a la madre de los niños”, dice con voz entrecortada.  

Es consciente del peligro que representa saltar al agua desde grandes alturas, no obstante, reitera que nunca dudó en hacerlo, porque para él salvar vidas está por encima de todo. “Estamos siempre dispuestos a ayudar y por eso nos preparamos y estrenamos. La idea siempre es proteger a las víctimas y, por supuesto, tomar las medidas para que uno también se resguarde y la operación sea exitosa. Esta maniobra fue un reto, porque era la primera vez que rescataba a personas en el agua, siempre lo había hecho con ellas dentro de las embarcaciones”, destacó el bombero, quien además tiene un hijo de 15 años de edad. 


Si van diez personas deben llevar diez salvavidas, equipos de comunicación y, sobre todo, mucha agua

Jairo Rubén Sánchez, teniente

Sánchez hizo un llamado a pescadores y navegantes para que tomen todas las previsiones posibles cuando se adentren en altamar. “Si van diez personas deben llevar diez salvavidas, equipos de comunicación y, sobre todo, mucha agua. También es importante notificar a la capitanía del puerto y revisar la embarcación. Si un motor falla hay que abortar el viaje”, indicó.   

Aunque muchos lo tildan de héroe, Jairo Rubén simplemente se considera un servidor público dispuesto a cumplir las misiones que le asignan. Sin embargo, al recordar que en un momento Verónica Martínez le pidió que la abrazara fuerte entiende que su hazaña no fue cualquier cosa. Aun así y con la modestia a flor de piel, no dudó en afirmar: “La gloria sea para Dios”.

Este contenido fue publicado originalmente en El Pitazo el 18 de septiembre.

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