San Cristóbal.- Después del cierre de la frontera de Venezuela con Colombia anunciado por la vicepresidenta de la República, Delcy Rodríguez, el pasado viernes 22 de febrero, las trochas se han convertido en los caminos habilitados para habitantes de ambas naciones que necesitan pasar hacia uno u otro lado de la franja fronteriza.
El pago para cruzar hacia Cúcuta, en el Departamento Norte de Santander de Colombia, o hacia San Antonio o Ureña, en los municipios Bolívar y Pedro María Ureña del estado Táchira, oscila entre los 2.000 y 60.000 pesos colombianos.
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Quienes no sienten miedo de cruzar deciden pasar solos y en donde inicia el territorio venezolano sacan la “colaboración”, que puede ser entre 2.000 y 4.000 pesos, se la entregan a quien funge como vigilante en los matorrales y siguen su camino. Otros, con más temor, prefieren pagarle a uno de los “trochero”, personas de la zona que ofrecen tanto en Villa del Rosario, conocido como La Parada de Cúcuta, así como en San Antonio y Ureña, pasarlos sin que tengan molestia alguna. A ellos hay que cancelarles 10.000, 20.000, 25.000 y hasta 60.000 pesos.
El precio depende del servicio a prestar, es decir, si tienen que cargar maletas, mercado, objetos de valor como computadoras, o si además de cargar el peso también deben buscarlos en donde se hospedan o en una zona determinada para que no lleguen solos a la trocha. Desde los puentes internacionales Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, por donde tan solo se está permitiendo el paso de estudiantes y pacientes, es evidente el cruce por las trochas, tal cual camino de hormigas.
En las zonas verdes previas al río Táchira, y al camino de piedras y sacos de cemento habilitados para hacer un poco menos incomodo el trayecto, están efectivos del ejército colombiano y de la Guardia Nacional de Venezuela. En el caso de los funcionarios venezolanos, por ratos cierran el camino por las trochas; del lado colombiano solo hacen labores de custodia y orden público.
Ventas ambulantes
En el lateral izquierdo del Puente Internacional Simón Bolívar (en sentido San Antonio del Táchira-Villa del Rosario) está ubicada una de las trochas de menor trayecto y más uso. Quien pase por allí tiene que caminar unos 300 metros entre tierra, monte, piedras, sacos de arena y río, hasta llegar a su destino.
Desde La Parada de Cúcuta se ve caminar a decenas de personas con bolsos, maletas, bolsas con mercado, sacos de papa, cebolla, tomate, azúcar y harina. La contaminación sonora es similar a la de un mercado municipal durante sus mayores días de venta, y mientras la gente va y viene, hay quienes pasan por el lado ofreciendo llevarlos sin problemas a San Antonio.
Para llegar al inicio de la trocha son unos 100 metros, durante los cuales ciudadanos colombianos o venezolanos que viven en Cúcuta montaron ventas informales de comida preparada, alimentos como harina, arroz, aceite, azúcar, pasta, atún. También se ve vender jabón y papel toilet.
También se ofrecen en la zona refrescos de marca colombiana; hay alquiler de teléfonos, recargas de saldo y venta de chucherías, así como de medicamentos en blíster. Pareciera que quienes fueron retirados de los alrededores del Puente Simón Bolívar después del cierre de frontera se trasladaron hacia esta zona.
Una vez se inicia el paso por la trocha y se llega al río, durante los últimos días con el agua hasta las rodillas, se ve a los ciudadanos haciendo equilibrio entre las piedras para no resbalar y mojarse. Al voltear de lado izquierdo, el panorama es un Puente Simón Bolívar adornado por tres containers que obstaculizan el paso. Nada que ver con el movimiento de hace menos de un mes, cuando el camino de hormigas era por allí.
Obstáculos para pasar
Unos se comentan con otros sobre la tristeza que les da ver tantos obstáculos, pero todo es en voz baja; nunca se sabe quién está escuchando y quiénes operan en la zona. Unos dicen que los que cobran el peaje son guerrilleros, otros que paracos y unos más afirman que se trata de colectivos, pero en realidad ellos no se identifican, ni hay quien se atreva a preguntarles.
Después de terminar el segundo paso por el río, ya al iniciar el área verde para llegar a San Antonio del Táchira, tres o cuatro hombres están parados como vigilantes con pesos en mano. Se escucha gritar “colaboración en mano”, y a quienes ven cargando sacos con alimentos les dicen: “Por el saco ya cobramos 5.000 pesos”.
Mientras El Pitazo cruzó la trocha hubo quien se atrevió a refutar por el pago de 5.000 pesos por saco, obteniendo como respuesta “ubíquese, aquí los que mandamos somos nosotros, la situación está dura y 5.000 pesos no son nada. Si quiere pasar tiene que pagar, y si no, se regresa por donde vino”.
En medio de los matorrales otros tres hombres peleaban, no se sabía si eran de los cobradores o trocheros, lo cierto es que se amenazaban unos con otros, mientras que los ciudadanos que caminaban aceleraban el paso por temor a que algo ocurriera.
Después de caminar bajo un sol de 35 o 40 grados centígrados durante unos 10 o 15 minutos, dependiendo de la carga que lleve, el venezolano llega a su destino, consiguiendo taxistas, mototaxistas y hasta quien le ofrezca trasladarlo hacia Caracas, Valencia o Maracaibo.
No faltan los camiones 350 funcionando como transporte público, cobrando 2.000 pesos por persona para dejarlas a las afueras del Terminal de San Cristóbal, y aunque los efectivos de la Guardia Nacional a ratos colocan una guaya haciendo que inhabilitan el paso, lo cierto es que siguen entrando y saliendo venezolanos por los caminos verdes, pagando peaje.