El desarrollo de una vacuna contra el COVID-19, en medio de una pandemia en la que, según datos de la Universidad Johns Hopkins, se han contagiado más de 135 millones de personas y ha causado la muerte de 2,9 millones en todo el mundo transcurrió de una manera veloz.
Una publicación de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (Aaas, en inglés) indica que para los investigadores biomédicos en la primera línea de batalla contra el COVID-19, la carrera para desarrollar, en menos de un año, una vacuna ha transcurrido a un ritmo «raudo».
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«Jamás los gobiernos, la industria, los académicos y las organizaciones sin fines de lucro han volcado más dinero, esfuerzo e inteligencia en la lucha contra la misma enfermedad contagiosa y en tan poco tiempo», destacó Jon Cohen, un corresponsal de la prestigiosa revista Science.
Science recordó que durante el primer mes de 2020, con los primeros brotes de una misteriosa forma de pulmonía en la ciudad de Wuhan (China), reinó la confusión sin que hubiese una noción de cuán letal era el coronavirus o cómo llegaría a amenazar la salud en todo el mundo.
En esta carrera han ganado la urgencia de contener un contagio masivo y la experiencia previa con epidemias de otros coronavirus. Expertos consultados por EFE apuntan que la rapidez para desarrollar la vacuna anti-COVID-19 es a la facilidad de transmisión que ha mostrado el nuevo virus.
«Esta celeridad en la elaboración de una vacuna se relaciona con el impacto: el SARS CoV-2 es un virus de transmisión respiratoria y, por tanto, su capacidad puede afectar enormes grupos poblacionales«, explicó José David Urbaez, director científico de Sociedad de Infectología del Distrito Federal de Brasil.
Jarbas Barbosa, subdirector de la OPS apuntó otro punto clave en la «facilidad» del desarrollo de los cientos de proyectos de vacuna que se registraron en 2020: el SARS-CoV-2 no es el único de su tipo y los científicos llevan años aprendiendo cómo combatirlos con epidemias pasadas.
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Eso se explica, también, en el hecho de que «la vacuna hoy es la única herramienta» para combatir un coronavirus, conjuntamente con las medidas no farmacológicas como el uso de mascarilla, mantener el distanciamiento físico o evitar las aglomeraciones, explicó Barbosa.
Para que un fármaco contra el COVID-19 sea recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), este debe tener por lo menos 70% de eficacia en la población base con resultados consistentes en los adultos mayores, un grupo particularmente vulnerable contra el virus.
Con información de EFE