Tucupita.- Blanca Esther Bastardo, indígena warao con 54 años, comenzó a padecer cuadros febriles intensos y aparecieron los primeros efectos con hinchazón en todo el cuerpo. Le diagnosticaron el síndrome nefrótico y desde allí su vida dio un cambio radical.
Desde hace 35 años trabaja vendiendo verduras en el mercado municipal, pero hace seis años le diagnosticaron cáncer renal. Con su voz acostumbrada a promocionar sus productos, con los que se gana la vida, empezó su tratamiento de quimioterapia.
“Ya tengo dos meses sin mi remedio, no se consigue, ya estoy mal; esto es una muerte segura”, señala Esther, mientras recibe una caja de su tratamiento que fue donado por Franciscans Internacional, con sede en las Naciones Unidas, Ginebra.
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Desde su diagnóstico han pasado seis años; sin embargo, nunca abandonó su pequeño puesto de verduras en el mercado municipal de Tucupita. “Desde 1985, trabajo aquí, mis hijos nacieron y crecieron aquí, y quiero trabajar hasta que Dios me lo permita”, sostiene Bastardo con el rostro enrojecido para no soltar las lágrimas delante de sus hijos.
“Aún tengo dos hijos estudiando y tengo que sacarlos adelante”, asegura la afectada. Mientras que sus tres hijos que la acompañan no pueden evitar el quiebre de sus sentimientos y empiezan asomar las primeras gotas de lágrimas en sus ojos.
“Gracias a Dios seguimos aquí con mi mamá trabajando en el mercado, a pesar de la enfermedad. Fue en San Carlos que le diagnosticaron con el síndrome nefrótico, ya tenía dos meses sin su tratamiento y gracias al envío nuevamente mi madre cuenta con su tratamiento para dos meses y medio”, sostiene Alcalá.
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De igual forma, Algerber Alcalá, otro de los hijos de Esther Bastardo, sostiene que el caso de su madre es el rostro de todos los enfermos con enfermedades crónicas que no cuentan con tratamiento ni oportunidad de continuar su lucha por la vida, ante la aguda crisis de medicina que padece el país.
De acuerdo con las informaciones de Esther Bastardo, el Instituto Venezolano de los Seguro Sociales se encargaba de suministrarle el medicamento hasta hace dos meses, cuando le informaron que la institución no está disponible para continuar con el suministro de los fármacos por ausencia absoluta de los medicamentos para enfermedades crónicas.