En una sociedad que glorifica la belleza, la juventud y la salud no es extraño que aumente la preocupación por la apariencia física y la imagen corporal. Esta preocupación exagerada puede llegar a ser altamente perturbadora e incluso incapacitante para mucha gente.
La mayoría de las personas entienden por imagen corporal a la percepción que tienen de su propio cuerpo; sin embrago, este concepto hoy en día va más allá de la simple percepción. La imagen corporal implica lo que piensas, lo que sientes, lo que percibes y cómo actúas en relación a tu propio cuerpo. De allí, que hablamos de la imagen corporal como un constructo que está determinado por un conjunto de factores como por ejemplo los factores históricos, sociales, familiares, individuales y biológicos.
Si tenemos en cuenta todos estos factores podremos hacernos una idea mucho más completa de cómo considero yo mi propio cuerpo. En este sentido, la imagen corporal va construyéndose evolutivamente. Nace, al igual que la autoestima, desde la interacción primaria con nuestros padres, desde el referente que ellos nos dan. Así, calificativos, como: “mi flaquita bella, mi gordita linda o mi monstruo”…. Son algunos de los adjetivos que empiezan haciendo mella en el concepto de sí mismo de esa persona. Así en diferentes etapas de la vida vamos interiorizando la vivencia de nuestro cuerpo, que en el caso de las mujeres sufre variaciones importantes en el tiempo tomando en cuenta los embarazos.
Hoy en día con la exposición constante a las redes sociales, las nuevas tendencias de la moda, los altos estándares de belleza, la proliferación de nuevas dietas, entre otros, vivimos en un ambiente que propician el aumento en la frecuencia de los trastornos de la imagen corporal. Pareciera que nunca se está lo suficientemente satisfecho con la propia imagen. Y es que lo que se busca es la perfección del cuerpo. Todo el mundo quiere tener el cuerpo perfecto. En una sociedad donde lo importante es la apariencia, un cuerpo ideal te proporciona estatus, te proporciona autoestima, te hace más popular, te hace ser más aceptado.
Ahora bien, estar preocupado por el propio cuerpo todo el tiempo, puede causar problemas de autoestima, de relaciones interpersonales y hasta en la relación sexual, pues puede provocar miedos mostrar el cuerpo desnudo, especialmente la parte que se considera más desagradable e influye decisivamente en la calidad de la relación.
En general, cuando la preocupación por el cuerpo y la insatisfacción con el mismo no se adecúan a la realidad, ocupan la mente con intensidad y frecuencia, y generan malestar interfiriendo negativamente en la vida cotidiana hablamos de trastornos de la imagen corporal. En la sociedad occidental un tercio de las mujeres y un cuarto de los hombres presentan insatisfacción corporal. Pero esta insatisfacción y preocupación por el cuerpo se convierte en un trastorno, es decir en un malestar significativo. Esta preocupación es exagerada y produce malestar e interfiere gravemente en la vida cotidiana del sujeto dificultando las relaciones personales y su funcionamiento en diversas áreas.
Las personas con este trastorno devalúan su apariencia intensamente, imaginan que la otra gente se fija y se interesa por su defecto, ponen mucho énfasis en el defecto de su apariencia y cuando hacen una jerarquía de valores personales, lo suelen colocar en primer lugar, con lo que tienden a subestimarse. Creen que su defecto es una prueba fehaciente de la imposibilidad de ser queridos o apreciados y una muestra de debilidad, pereza o de algún defecto de carácter.
Estas personas pueden consumir gran cantidad de horas al día comprobando su defecto ante el espejo o ante cualquier superficie reflejante. Algunos utilizan lupas para poder observar mejor su defecto. Puede existir un comportamiento de limpieza y aseo excesivo. Algunos evitan mirarse al espejo, mientras que otros lo hacen compulsivamente. Las creencias y pensamientos que presentan las personas con trastorno de la imagen corporal se han descrito como obsesiones, ideas sobrevaloradas o delirios.
El llamado es a mantener una actitud crítica ante la belleza física, evitar las comparaciones con el cuerpo “ideal” y prestar mayor atención a este trastorno que en diferentes grados puede llegar a producir una enorme insatisfacción y debería analizarse específicamente en grupos de mujeres y aún proporcionar habilidades para contrarrestar la presión de la sociedad y aún más en la sociedad de la imagen en que estamos inmersos.