Tener una casa hogar y ayudar a niños en riesgo siempre fue un sueño para Anselia y César, dos pastores cristianos que creyeron que podían ofrecer lo que necesitaban los pequeños sin familia.
Pero al concretar el sueño de su vida, la casa hogar Enmanuel, entendieron que ofrecer solo un techo y abrigo no suplía la necesidad de un hogar. Allí comprendieron que las entidades de atención no ofrecían una solución definitiva a quienes llegaban a sus manos y buscaban una familia.
Por eso “papá César” y “mamá Anselia”, como los llamaban en la casa de abrigo, decidieron cerrar este espacio, en San Antonio de los Altos, en el que albergaron a 140 niños entre cero y seis años durante más de cinco años. Antes colocaron exitosamente a 18 infantes en el seno de familias temporales, además de reinsertar a cuatro más en sus hogares de origen. Lo anterior fueron los pasos previos para formar y educar a “papás de corazón”.
Anselia y César interiorizaron aquello que ya está escrito en los textos legales y que incluso es la premisa de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, que este 20 de noviembre celebra sus 30 años de aprobada: crecer en una familia es un derecho fundamental.
Pero, ¿qué pasa cuando esa familia no está? “El Estado, con la activa participación de la sociedad, debe garantizar programas y medidas de protección especiales para los niños, niñas y adolescentes privados o privadas temporal o permanentemente de la familia de origen”, esta es la respuesta del texto legal que ofrece la familia sustituta como una solución.
Sin embargo, quienes asumen este rol lo llevan más allá de una decisión legal. Esto fue justo lo que comprendieron Anselia y César, y el 11 de noviembre de 2012 abrieron en los Altos Mirandinos el programa de colocación familiar “Todos en familia”. Desde allí se dedican a contribuir a la formación y encuentro de estos hogares formados por hombres y mujeres con el deseo de dar cobijo a un niño que quedó fuera de la protección familiar de origen. Hoy suman 120 menores en un hogar.
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Papás de corazón
Anselia Bervins, la madre de este proyecto, contó que su objetivo es orientar y acompañar a las parejas o individuos que deciden por voluntad propia tener este “parto legal”, término con el que ella describe todo el proceso que va desde la decisión de criar a un niño que no tiene familia, hasta su llegada al nuevo núcleo familiar.
Esta mujer y su esposo, que han dedicado toda su vida al abrigo de niños en situación de riesgo, pronto se dieron cuenta del vacío en cuanto a formación y aplicación de estos programas, que deben ir más allá del cobijo de quienes lo necesitan para lograr darles ese hogar que promueven todos los gobiernos y todas las organizaciones.
Prueba de ello es el estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) sobre el derecho a vivir en Familia, publicado en 2012, cuando nació el programa de Anselia y César, y en el que se determina que “en definitiva, la práctica de internar a niñas y niños en instituciones los deja expuestos a nuevas vulneraciones y a sufrir secuelas temporales o permanentes, al privarlos de la protección adecuada a la que todos los niños tienen derecho”.
Anselia y su esposo comprendieron esto desde el día que recibieron al primer niño en su casa hogar, el 24 de agosto de 2008: “Todo niño que ingresa al sistema de protección debe ser evaluado para determinarle su proyección biopsicosocial, determinar si puede ser reinsertado en el hogar o definir si este niño va a adopción. Estos pasos preliminares son para saber su estatus, pero esto es demasiado trabajo por la cantidad de niños que actualmente están en riesgo, y honestamente, no hay capacidad… Lo cierto es que quien padece esta situación son los niños porque se hacen grandes en las casas hogares, pero al final no tienen familias “, explicó Bervins.
Aunque no niegan que el sistema tiene algunos elementos que hacen más lento ese acercamiento y conformación definitiva de una familia sustituta, esta pareja logró vencer la burocracia con la colocación de los 22 niños de la casa hogar Enmanuel, que se concretó en unos nueve meses con el apoyo del programa de colocación de las familias del municipio Libertador.
Ellos mismos fueron un ejemplo de éxito al adoptar en su familia a María José, una niña que llegó a sus vidas recién nacida y con una condición de salud delicada y especial que acortó sus probabilidades de vida. Los diez años que la pequeña estuvo en el mundo, sus papás de corazón y su hermana Victoria la llenaron de amor y cuidados y comprendieron la importancia de una preparación previa, durante y hasta posterior a la adopción en casos como estos.
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Por menos niños institucionalizados
Angeyeimar Gil, profesora de la Universidad Central de Venezuela (UCV), exconsejera de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes del municipio Sucre e investigadora, destaca la prioridad del establecimiento de estos planes de formación y creación de bancos de familias sustitutas como una medida urgente para apoyar a los niños y adolescentes en riesgo y para evitar la institucionalización.
“En Venezuela tenemos 20 años con la ley para proteger a la infancia, pero aun así la familia sustituta no se ha convertido en esa posibilidad para los niños y no hay suficientes programas”, aclara la especialista. Agrega que el Instituto Autónomo Consejo Nacional de Derechos del Niño, Niña y Adolescentes (Idenna) no cuenta con el equipo multidisciplinario para ejecutar los estudios de cada niño y lograr un diagnóstico de colocación adecuado.
A esto se suma la falta de programas y de campañas de concientización. Gil recuerda que la implementación de la familia sustituta procura evitar que los niños salgan de la dinámica familiar regular y pasen a la institucionalidad.
Recuerda que la duración prolongada de más de cuatro años de un niño en una entidad de atención (casa hogar) puede causar daños irreversibles en el desarrollo y generar resistencia a la adaptabilidad a cualquier nueva familia.
“En Venezuela hay una particularidad: la familia sustituta se ha convertido en un primer paso para la adopción. El proceso es tan complejo que la familia sustituta se ha convertido en una opción. Estas parejas no deberían formarse sino para cuidar al niño en un tiempo, para que vuelva con su familia de origen o su familia extendida, pero la familia sustituta se convierte en la opción para que los niños no permanezcan institucionalizados”, asegura la especialista.
En el caso venezolano, la familia sustituta contempla la colocación, la tutela y la adopción, y este es el último paso al que las familias sustitutas tienen la primera opción. No obstante, la exconsejera de protección recuerda que el retardo procesal en Venezuela también incide en estos procesos, que pueden demorar hasta siete años antes de concluir completamente, y en él inciden el estatus del niño y el consentimiento de la familia de origen, en caso de que esta exista.
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