El hospital José Manuel de Los Ríos, conocido como el J.M. de Los Ríos está en terapia intensiva. Aunque no es la primera vez que se denuncia, con cada alerta de acerca más a un posible cierre técnico.
Este miércoles, madres de niños hospitalizados se unieron a madres que perdieron a sus hijos en ese centro por falta de insumos o por haber adquirido bacterias para recordar y visibilizar lo que allí ocurre.
A ellas se unieron enfermeras y médicos, un hecho muy importante según explica Katherine Martínez, directora de la ONG Prepara Familia.
María Marcano es una niña de 12 años que requiere de un trasplante de médula urgente debido a la aplasta severa que padece.
Su madre, Daisy Materán, la lleva todos los días desde hace 8 meses al JM para distintos tratamientos. La mayoría sin éxito debido a que el hospital no cuenta con insumos básicos como el laboratorio. A eso se le suma que tiene un mes sin conseguir los medicamentos que requiere María.
“Nunca hay para transfundir sangre. Aquí, los médicos trabajan por vocación porque no hay recursos”, relata Daisy quien debe trasladarse todos los días con su hija en metro o autobús, lo que hace aun más complicada la situación debido al estado del transporte público.
El dinero, el otro drama, no alcanza para todo lo que hay que hacer. Por ello, muchas veces debe pedir ayuda a instituciones para cubrir los gastos.
Aunque su esposo trabaja, el dinero no da. Ella no puede trabajar porque debe cuidar a María y a sus otros dos hijos, uno de ellos con Síndrome de Down.
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“Me siento mal, me siento por el piso. Cada día que pasa, es uno menos para ella. Y para mí, es ver qué otra puerta tocar para lograr su trasplante”, dice con lágrimas en los ojos.
No es solo el laboratorio. María requiere un procedimiento quirúrgico y en este momento el J.M. no cuenta con quirófanos aptos.
“¿Quién no le va a tener miedo a la muerte? Y más a la de un hijo”, expresa Daisy mientras se seca las lágrimas y agarra con fuerza los papeles que explican la condición de su hija.
En situaciones similares se encuentran otros padres como José Medina, cuyo hijo de cuatro años está en terapia intensiva. José es de Barquisimeto y trabaja en Barinas. Tuvo que vender su carro para trasladarse a Caracas y tratar, a duras penas, a su hijo.
También con el historial médico en la mano, va buscando ayuda en cuanta institución puede.
En medio de estas historias está una caja llena con varios pares de zapatos que acompañan los letreros con los nombres de los niños que han fallecido en el hospital por falta de insumos, puestos a modo de recordatorio, en la estatua ubicada en la entrada del hospital.
Zapatos que tienen una historia que no se terminó de contar, ya que la vida de sus dueños, los niños, fue truncada.
“La situación del hospital es devastadora”, sentencia Katherine Martínez quien recuerda que actualmente 14 servicios del J.M. cuentan con medidas cautelares.
Sin embargo, servicios como el de Hematología no cuenta con aire acondicionado, ni con la química sanguínea y tampoco con las quimios completas. Una situación parecida ocurre en el servicio de Cardiología.
Desde Prepara Familia se insiste en que se cumplan las medidas cautelares que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) otorgó tanto a pacientes como al hospital.
La actividad de este miércoles, justo cuando se cumplen 30 años de la Convención de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes, busca alertar sobre cómo se están vulnerando a este sector de la población. Uno de los más vulnerables.
“Pareciera que no son prioridad absoluta para el Estado”, dice Martínez al liderar la campaña “Salvemos al JM”.
Martínez señala que si bien Unicef y la Organización Panamericana de la Salud han llevado medicamentos y suplementos nutricionales, éstos no son suficientes y terminan convirtiéndose en “pañitos de agua caliente” ya que es muy alto el requerimiento.
En lo que va de año, al menos 10 niños han fallecido solo en la unidad de Nefrología.
Se espera que en febrero de 2020, Prepara Familia ofrezca el balance, con cifras, del año 2019 en ese centro hospitalario.
Mientras tanto, esperan realizar distintas acciones cada semana o cada 15 días, para que las medidas no se queden en el papel.
La caja de zapatos quedó vacía al finalizar a actividad. Esos zapatos fueron entregados a otros niños presentes para que sigan contando historias.