Caracas.- El relato oficial acerca del control de la pandemia del nuevo coronavirus fue contrastado por la ONG Comité Internacional de Rescate (IRC, por sus siglas en inglés). En un informe, publicado este martes 21 de abril, se exponen las condiciones de vulnerabilidad asociadas a la contención de la propagación del virus y, especialmente, las consecuencias de la falta de gasolina.
Marianne Menjivarre, directora de IRC para Venezuela y Colombia, aseguró que ambas situaciones, sobrevenidas en paralelo, evidencian aún más las dificultades para acceder a los servicios básicos que padecen los venezolanos desde hace seis años. En específico argumentó que, por los problemas para asegurarse el abastecimiento de provisiones, a la mayoría de los pobladores de regiones les resulta difícil cumplir la cuarentena en los términos en los que está planteada.
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“En las zonas urbanas y pobres, es difícil seguir las medidas de cuarentena porque muchos viven de la calle. La cuarentena hará que estas personas se enfrenten a la pobreza y el hambre. Si no se hace nada, esto pronto podría conducir al malestar social en las calles. Los venezolanos ya enfrentan la inseguridad alimentaria y la pérdida de ingresos por la cuarentena. Muchos niños están desnutridos mientras sus padres luchan por ganar dinero para alimentarlos”, indicó.
La activista señaló que, luego de un mes, se comprobó que en Venezuela el distanciamiento social es insostenible. Expuso que muchas familias sobreviven del trabajo informal en las calles. Esto implica que cada día perdido por la contingencia del COVID-19 ha significado un problema adicional. Resaltó que las medidas de apoyo económico han resultado insuficientes, por lo que son cada vez más los que evaden las restricciones por hambre.
Estantes vacíos
En cuanto a la falta de gasolina, Menjivarre refirió que, por el trabajo que hace la organización en zonas vulnerables de la frontera, se constató un incremento del desabastecimiento de los rubros básicos de la cesta alimentaria. Esto se sumó a los obstáculos para suplir alimentos, debido a las limitaciones para traslados y la suspensión de actividades, justificados en el control de contagios del SARS-COV-2.
“La escasez de combustible en Venezuela significa que los bienes más básicos y esenciales; productos lácteos, carne y otros productos de supermercado, no pueden ser transportados a través del país en un momento de creciente necesidad. Los estantes del supermercado están empezando a vaciarse. Esta escasez será especialmente devastadora para las poblaciones vulnerables, apoyadas por el IRC que no pueden resistir este impacto”, alertó.
Para la activista, las probabilidades de que la escasez de alimentos se generalice serán más altan en tanto no se normalice el suministro de gasolina. Recordó que en Venezuela se desarrolla una crisis humanitaria compleja, por la que el acceso a insumos médicos y alimenticios ya era difícil desde antes de la llegada de la pandemia.
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“Los que pueden comprar en los supermercados ahora podrían pasar hambre a medida que llegan a ver estantes vacíos. La adición de escasez de combustible y posibles disturbios sólo agrava el desastre humanitario, y los impactos de COVID-19, de manera exponencial. Es probable que miles de venezolanos sufran los impactos secundarios de la pandemia de COVID-19, y que algunos sufran aún más por estos impactos económicos, de seguridad y de salud que por el propio COVID-19″, lamentó.
África y Venezuela
En el informe especial sobre de IRC en ocasión de la pandemia actual, titulado “Covid-19 en crisis humanitarias: Una doble emergencia”, se hizo, además, una revisión a la situación de los servicios de salud. Según datos recabados por IRC, mediante médicos en Venezuela, se revela que el país apenas cuenta con 8 camas de hospitalización por cada 10.000 habitantes. En el caso de las Unidades de Cuidados Intensivos apenas hay 84 cupos en las 24 entidades.
“Más de la mitad de los médicos han abandonado el país y 90% de los hospitales informan de escasez de medicamentos y suministros esenciales. El país cuenta con 8 camas de hospital por cada 10.000 habitantes y sólo 84 camas de cuidados intensivos para una población de 32 millones de habitantes. La creciente falta de acceso al agua potable afecta no sólo a los hospitales sino a los hogares venezolanos; sólo el 18% de la población tiene acceso constante al agua potable”, enumeró el reporte.
Esta situación ubica la crisis venezolana a niveles de Yemen, Siria y Sudán del Sur. La diferencia es que en Venezuela no se ha desarrollado conflicto armado alguno. El IRC mantiene la asistencia a venezolanos a ambos lados de la frontera, gracias al trabajo de sus voluntarios en el campo. Dentro de su plan de respuesta al COVID-19, han priorizado la atención a embarazadas, con la entrega de kits de parto y Equipos de Protección Personal para el personal de salud.