Wassim Salim, un comerciante libanés radicado desde hace 30 años en San Fernando de Apure, se vio forzado por la crisis y la pandemia a cerrar sus dos pizzerías-restaurante. Ahora en medio de la cuarentena, con un megáfono en mano, ofrece el plato italiano al instante en la maletera de su carro

Wassim Salim es un libanés de 47 años. En San Fernando de Apure, donde vive desde hace 30 años, se ha ganado el respeto y la admiración de todos por su ingenio y tenacidad. Ahora que llegó la pandemia al país se ha hecho más visible su tesón: pasó de regentar dos prósperos establecimientos a vender pizzas en la maletera de un carro.

Lejos de deprimirse, la crisis sanitaria y económica que vive el país ha sido motivo de inspiración para Wassim Salim. En medio de la cuarentena buscó una oportunidad para reinventarse y, de a poco, se ha convertido en el único vendedor informal de pizzas de la ciudad capital. Atrás dejó sus restaurantes formales La Familia I y La Familia II, cuyas puertas se cerraron por baja rentabilidad y ausencia de clientes.

De lunes a sábado, Wassim Salim ofrece el plato italiano al instante en la maletera de su  carro, un Toyota Yaris de cuatro puertas color gris. En dos horarios, de 11:00 am hasta las 02:00 pm y de 03:00 pm hasta las 11:00 pm, este emprendedor estaciona su vehículo en cualquier esquina y ofrece el apetitoso servicio, para lo cual cuenta con dos puntos de venta inalámbricos que facilitan la compra y una gran sonrisa.


No estaba acostumbrado a salir a la calle; antes era el rey en mi negocio, esperando por sus reyes. Ahora, debido a la crisis, soy un rey en busca de sus reyes en la calle. Agradezco mucho a la gente el apoyo dado

Wassim Salim, comerciante libanés

Con un megáfono en mano, parado al lado de su carro en las vías públicas de San Fernando, Wassim Salim invita a los clientes a compartir un trozo de pizza por tan solo 250.000 bolívares. Aunque confiesa que su nuevo negocio de modalidad delivery, al que ha bautizado como Pizzería Familia Móvil, no es rentable al 100%, asegura que le da satisfacciones y lo llena de orgullo. “Me permite mantener activa una de las pizzerías-restaurante y ayudar a la gente en tiempos de cuarentena”, sostiene.

Este extranjero, sembrado en Venezuela desde hace 30 años, describe esta nueva experiencia como difícil, porque se ha visto obligado a soportar el sol y el calor de forma inclemente, e inclusive el maltrato por parte de algunos clientes. Alega que lo soporta porque necesita trabajar para poder llevar el sustento diario a su familia durante estos tiempos de pandemia. “No estaba acostumbrado a salir a la calle; antes era el rey en mi negocio, esperando por sus reyes. Ahora, debido a la crisis, soy un rey en busca de sus reyes en la calle. Agradezco mucho a la gente el apoyo dado”, declara.

Relata que hace tres meses se encontraba desesperado y con muchas ganas de trabajar durante todo el día, como lo hacía habitualmente. Debido a la llegada del COVID-19 al país sus negocios se vinieron abajo. Las ventas disminuyeron; su empresa, integrada por 24 empleados, se vio reducida por la falta de movilidad y la baja afluencia de clientes. También jugó en contra el horario reducido impuesto por las autoridades.

“Hace tres meses caminaba por todo el pueblo para hacer ejercicio y pensar en la mejor manera de subsistir. Lloré al ver decaer las ventas de mi negocio en 90%. Pese a un contexto tan adverso, en medio de la desesperación, me surgió la idea de ofrecer a mis clientes pizzas en las puertas de sus casas”, expresa.

Llegada a Venezuela

Wassim Salim llegó a Venezuela a sus 17 años, huyendo de la difícil situación económica reinante en su país durante la década de los 90. Casualmente, pisó suelo apureño el 19 de marzo de 1990, día central de las renombradas fiestas de Elorza, que se celebran anualmente en el municipio Rómulo Gallegos. Un día antes había arribado a Caracas en un vuelo comercial desde el Líbano, con escala en Francia, recuerda.

Se inició de una vez en el comercio, movido por la experiencia de su padre, que recorría los pueblos del Líbano con ventas ambulantes de zapatos y víveres. Se dedicó al expendio de artículos y ropa para niños durante tres años, negocio que logró llevar a cabo gracias al apoyo de uno de sus siete hermanos, quien también emigró a Venezuela en busca de una mejor vida.

En 1994, Wassim Salim decidió crear el primer restaurante en ofrecer a la familia llanera no solo comida típica venezolana, sino también pastas con salsas italianas. Entre 2011 y 2012 inauguró el segundo negocio formal, una pizzería-restaurante, luego de abandonar en  2011 la idea de ofrecer también un servicio de hotel de 35 habitaciones en la misma edificación.

 2014 : un año de cambios  

En 2014,  Wassim Salim fue sometido a una dura prueba. Una bala producto de un atraco casi destruye su espalda baja y pudo causarle la muerte. «Dios es tan poderoso que decidió darme una patada y devolverme a la vida porque dijo: ‘usted tiene una familia que necesita un sustento’», comenta con tono nervioso.

Casado con  Lala, con quien ha vivido  durante 20 años y procreado cuatro hijos, dos varones y dos hembras, Wassim Salim considera que su mejor religión es hacer el bien. Dice que regresó de la muerte luego de múltiples oraciones hechas por los devotos de todas las religiones. Revela, además, que la experiencia más dura que le ha tocado vivir es su situación de hoy, aunque está convencido de que esta será superada. «Sí, porque, Venezuela merece lo mejor: sacarla de la crisis».

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