Las fuertes lluvias que castigaron a Vargas en diciembre de 1999 marcaron el destino de sus habitantes. Un gigantesco alud de rocas, troncos y lodo se desprendió de El Ávila para arrasar con pueblos, acabar con vidas y cambiar para siempre la dinámica del estado costero. Pero la gente se levantó de las ruinas y 20 años después algunos de los que vivieron la catástrofe cuentan cómo volvieron para reconstruir sus hogares y devolverle el esplendor a su tierra
Una investigación de Nadeska Noriega y Mariela Navarrete
Hace 20 años Venezuela se enfrentaba a la tragedia. Una tragedia provocada por lluvias extraordinarias que afectaron a varios estados del país, pero que se ensañaron con el más joven: Vargas, la cara norte del cerro El Ávila frente al Mar Caribe, el Litoral Central que quedó prácticamente sepultado por el barro, las piedras y los troncos que se precipitaron desde la montaña.
Los días 15 y 16 de diciembre de 1999 marcaron el destino de miles de varguenses. La llegada del nuevo milenio estuvo signada por una gran prueba: reponerse a una de las mayores catástrofes naturales que se haya registrado en Latinoamérica. Fueron arrasadas urbanizaciones y pueblos enteros, también muchas vidas y sueños.
Pero entre tanto desasosiego, la esperanza pudo abrirse camino. La gente de Vargas se levantó de las ruinas y, ante aquella intención de declarar a todo el estado en un inmenso camposanto, apostó por recuperar sus casas, sus negocios, así como sus vidas frente al mar. Ellos decidieron comenzar nuevamente desde cero.
Los varguenses se convirtieron en los verdaderos héroes de la reconstrucción de sus hogares a fuerza de trabajo y resiliencia, ante la desordenada asistencia del Estado. A lo largo y ancho de la geografía del Litoral Central, las historias de los sobrevivientes de Vargas representan un ejemplo de tenacidad y coraje, de terquedad y arraigo, de enfrentar los miedos y aprender a vivir con ellos. De luchar para marcar la diferencia y apostar, desde sus espacios, por el futuro.
En El Pitazo decidimos honrar esas historias con cinco experiencias que reflejan, en mayor o menor medida, a cada uno de los varguenses que sobrevivieron a los aciagos días de diciembre de 1999.
Las lecciones de vida de Miguel Arreaza, María Elena Ortiz, Oscar Camacaro, Raquel González y la familia Narducci Requena son diferentes, pero tienen profundas coincidencias.
Para ellos, el 15 de diciembre de 1999 siempre será una fecha memorable, que nada tiene que ver con la aprobación de la nueva Constitución Nacional, sino porque fueron sobrevivientes y se mantienen en su tierra de la que no se fueron, ni siquiera por la fuerza de la tragedia.
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RAQUEL GONZÁLEZ
Su vida prosigue en Marapa a pesar del miedo por las crecidas de la cuenca de Mamo
MIGUEL ARREAZA
Sobrevivió a la fuerza del río San Julián para convertirse en el guardián de Los Corales
OSCAR CAMACARO
En Naiguatá, la parroquia más festiva de Vargas, el deslave no acabó con la tradición de la Fritería Táchira
MARÍA ELENA ORTIZ
Volvió a Macuto a recuperar su vivienda y garantizar su cercanía con el Mar Caribe
LOS NARDUCCI REQUENA
La tragedia destruyó la estabilidad familiar levantada en Palmar Este y se reinventaron para resurgir