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lunes, 12 mayo, 2025

Marabinos protestan todos los días por la falta de luz y agua

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ZULIA


Hay sectores del Zulia sin agua desde diciembre y otros desde enero. Desde el apagón del pasado 7 de marzo, cada día los marabinos salen a la calle con al menos 200 tanques de agua y los atraviesan en las vías para que los camiones cisterna los surtan. Pero solo les dan 200 litros por viaje, es decir, una pipa de agua por hogar. En esa tarea pasan el día y las familias se organizan por guardias

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Doscientos litros de agua por viaje es lo que les surten los camiones a los hogares en las comunidades de Maracaibo donde la gente no tiene 30.000 bolívares ni 50.000 ni 30 dólares para pagarles a los choferes por un tanque completo.

En las aguadas del municipio San Francisco las colas de los camiones para llenar son interminables, pero de acuerdo con algunos vecinos, que solicitaron mantener sus identidades en el anonimato, los funcionarios policiales obligan a los conductores a desviar los camiones a los comandos policiales y casas particulares de los efectivos.

Esto ocurre, aunque en la zona norte de la ciudad, por ejemplo, hay sectores residenciales que ya suman más de 12 meses sin agua. A esto se suma una crisis de energía eléctrica que le cierra el paso a una vida normal en toda la región.

Para los cisterneros es más rentable atender las áreas donde los residentes pueden pagar por el camión completo, porque así pueden entregar la carga completa y recibir el pago de una sola vez.

En la avenida Milagro Norte los afectados montan “alcabalas” con tobos y pipotes. En algunas comunidades quitaron hasta las islas de la avenida para poner, a modo de barricada, todo lo que puedan usar para llevar líquido potable a sus casas.


Yo no he podido lavar los uniformes, los del barrio tampoco, y me imagino que las maestras están como todos en el Zulia, llorando porque no hay luz y no hay agua

Maglenys Marval

“Estamos cansados, agotados, sedientos. No tenemos luz y sudamos como cochinos. Quienes más sufren son los niños y los ancianos. Los viejitos que están en cama se quejan y lloran como muchachitos. Mi niño de dos años no durmió toda la noche pidiendo agüita fría”. Así lo contó Maglenys Marval, una mujer de 35 años que vive en el barrio Santa Rosa. Está desesperada. Cuentan que desde las siete de la mañana y, en ocasiones, hasta las once de la noche están esperando que pasen los camiones de agua para pedirles que les regalen un poco.

“Por cada viaje, las mujeres y los niños nos tiramos a la calle a riesgo de que nos atropellen”, dijo Marisol Mercado, bedel de una escuela en La Rotaria. Cuenta que ha faltado al trabajo porque no hay agua y solo cuentan con dos o tres horas de electricidad por día. Tampoco ha podido ir al banco a buscar efectivo. “Al hombre del abasto ya le debo el sueldo de tres meses. Esto es un desastre”.

En Santa Rosa tampoco han llevado a los niños al colegio. A las madres les preocupa que no puedan mandarlos a clases, porque tampoco hay agua en las escuelas, pero entienden lo que pasa.

“Los maestros no van, pero nosotros tampoco llevamos a los muchachos. Yo no he podido lavar los uniformes, los del barrio tampoco lo han hecho, y yo me imagino que las maestras están como todos en el Zulia, llorando porque no hay luz y no hay agua”, dijo Maglenys.

Lorca de Quintero, una abuela de 73 años, tiene dos nietos que cuida desde que su hijo se fue del país, con su esposa, para ayudarlos. “Nadie imagina cuál es mi desespero; aquí no se puede con tanto. Yo sudo y los niños sudan mucho. Lloran, tienen hambre. A veces no tengo agua ni para prepararles una sopa. Mi nieta de 8 años es muy inteligente y estudiosa, y por eso me dio dolor que el otro día se puso el uniforme sucio, arrugado, con las medias curtidas y se fue caminando a la escuela. No hubo clases. Sus maestras no fueron a trabajar porque tampoco tenían qué ponerse”, narró Lorca.

En la Circunvalación 1, entre la gasolinera Lago Pista y la sede de PoliMaracaibo hay una cañada a la que llaman El Desespero. Las aguas negras corren en medio de la basura y el mal olor es lo que predomina. Hay monte y zancudos.


Estamos cansados, agotados, sedientos. No tenemos luz y sudamos como cochinos

Maglenys Marval

En ese sitio, tres muchachos del sector decidieron meter la mano, sacar un tubo de aguas blancas que está en el fondo y lo rompieron. Le conectaron una manguera y así llenan tobos, pipotes y todo lo que lleve la gente para llenar agua. Los que llegan allá a proveerse reconocen que el agua podría estar contaminada y sucia, pero igual se la llevan a sus casas.

“Aquí llevo el agua para lavar platos y echarles a los baños. Algunas veces la tomo y le doy a mi hijo de tres años. Le salen ronchas en la barriga, los brazos y las piernas, pero no se ha enfermado del estómago”, dijo Olga María González, quien llenó tres botellas de cinco litros.

En el sitio, la gente tiene vergüenza de contar qué hace con esa agua. Saben que están llevando un líquido que se mezcla con desechos y heces, pero un hombre reconoció: “En este punto, con la vaina que llevamos, hasta nos hacen tomar mierda”.

Elaborado por Sheyla Urdaneta, Nataly Angulo, Mayreth Casanova, Edwin Urdaneta, Johandry Montiel, Eira González

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