Luego del cuestionado resultado electoral del 28 de julio, el panorama común en la frontera entre Brasil y Venezuela es una fila de venezolanos intentando obtener un pase temporal y otros documentos para ingresar al país vecino. Fuentes consultadas por El Pitazo estiman que a diario cruzan entre 200 y 250 personas, que desean instalarse o van de paso para continuar a otras latitudes
María Peña (*), una residente del estado Bolívar convertida ahora en migrante, viaja con dos maletas, una bolsa negra en la que lleva una hamaca que no quiere dejar en Venezuela y un envase con pollo frito y pan para el largo camino. Va desde San Félix rumbo hasta Santa Elena de Uairén, el poblado más cercano a la frontera con Brasil, a unos 1.300 kilómetros de Caracas.
De acuerdo con fuentes consultadas por El Pitazo, incluidos choferes de autobuses y carritos por puesto que cubren la extensa ruta, el promedio diario de ciudadanos que cruzan la frontera se estima entre 200 y 250. El dato coincide con medios locales de Brasil. Folha de Sao Paulo, por ejemplo, documentó que el 26 de agosto se registró un pico de 740 migrantes, que pasaron al vecino país en busca de una mejor vida.
Durante años, María fue una de los tantos venezolanos que habían decidido quedarse a pesar de la dura crisis. Sin embargo, la idea de salir a buscar mejores oportunidades en otra nación siempre rondaba su cabeza. Confió a El Pitazo que a menudo se preguntaba cuándo sería el momento apropiado para irse.
El promedio diario de venezolanos que están cruzando hacia Brasil se estima entre 200 y 250
La respuesta a esa interrogante le llegó la madrugada del 29 de julio, cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció la cuestionada victoria del gobernante Nicolás Maduro en las presidenciales. Algo dentro de ella se derrumbó, relató.
“Me quedé paralizada. No lloré, no me molesté. Simplemente me quedé en silencio y esa misma noche decidí que ya era hora de irme de Venezuela”, contó. A las 4:30 p.m., del 9 de septiembre, el ama de casa y comerciante de 48 años se marchó a Brasil. Salió desde la terminal de San Félix, en Ciudad Guayana, en un autobús que iba repleto de pasajeros. Incluso personas de pie y otras apiladas encima de algunas maletas y bolsas, que se usaron como asientos en el pasillo del bus.
“Había niños, personas de la tercera edad. ¿Cómo es posible que esto nos esté pasando? ¿Hasta cuándo?”, se preguntó.
Fila con la cédula en mano
Después de 16 horas en autobús por la deteriorada troncal 10, la carretera internacional que atraviesa el estado Bolívar y pasa por las zonas mineras, María llegó a Santa Elena de Uairén a las 8:00 a.m., del martes 10 de septiembre. En el pequeño pueblo fronterizo venezolano, el panorama parecía el de un día normal, pero mientras más se acercaba a la línea limítrofe, donde están las banderas de ambos países, la cantidad de personas aumentaba. María esperó en una fila de por lo menos 180 personas para poder obtener su pase de entrada al vecino país.
El panorama que observó María, y que ha sido difundido en videos a través de redes sociales, corresponde a la operación Acogida, que implementa Brasil desde hace varios años para recibir a los migrantes venezolanos que salen por la difícil situación económica y social que se vive bajo la administración de Maduro. Muchos llegan a instalarse en ciudades brasileñas, pero otros solo escogen esas localidades como lugares de paso, para luego seguir rumbo a otras latitudes.
Luego del cuestionado resultado electoral, las relaciones entre Venezuela y Brasil han pasado de cordiales a tensas (por lo menos desde el punto de vista mediático), pero las fronteras entre ambos países se mantienen abiertas. De hecho, María Peña dijo que cuando vio lo ocurrido en la Embajada de Argentina, que está bajo custodia de Brasil, sintió miedo de viajar, porque pensaba que Nicolás Maduro podía cerrar la frontera.
“Cuando llegó mi turno en la cola estaba algo nerviosa, pero solo me pidieron mi cédula y me dieron un pase, fue relativamente rápido. No me tardé tanto, imagino yo porque tenía la ventaja de que, aquí (en Brasil), tengo donde quedarme y venía con mi hermana, que ya tiene sus papeles. Algunas personas sí me dijeron que tenían varias horas allí esperando y otras hasta un día completo, pero desconozco cuál era la situación que presentaban o si no tenían documentos”, aseguró.
Yo regresé de nuevo a Brasil porque tengo que seguir en mi trabajo aquí, pero no pierdo las esperanzas de que la situación cambie en Venezuela
Marisol Peña (*), migrante venezolana
María recibió un pase temporal o permiso por 60 días. En ese tiempo debe tramitar sus papeles de residencia, trabajo y cartera de salud. Otras personas que no tienen lugar para alojarse se refugian en el albergue de Pacaraima mientras obtienen la documentación.
“Me dijeron que si en esos 60 días no tramitaba mis documentos, tenía que salir del país y luego volver a ingresar y seguir con el proceso. Aunque algunas personas me comentaron que el Gobierno brasileño no es tan estricto con esa norma”, indicó.
En Venezuela, la migrante se dedicaba al comercio informal en el centro de San Félix, no obstante, indicó que los ingresos no eran suficientes. Ella había depositado todas sus esperanzas en la última elección presidencial y en la candidatura del embajador Edmundo González respaldada por la dirigente María Corina Machado.
Reveló que, a principios de año, sus tres hijos de 30, 24 y 19 años se internaron en las minas de El Callao y Guasipati, en pleno Arco Minero del Orinoco, en busca de mayores ingresos. Desde entonces ella se quedó sola en su casa, ubicada en la zona rural Pozo Verde, en el municipio Caroní.
Ahora, María ya está en Boa Vista, en el estado de Roraima. Aún no ha conseguido trabajo y se adapta a muchos cambios a la vez, comenzando por el idioma y las altísimas temperaturas que se registran en el norte de Brasil.
Viajar para votar
Como ella dijo, no viajó sola. María se embarcó en el autobús con su hermana, Marisol Peña (*), quien reside en Brasil desde hace unos tres años, pero a mediados de julio regresó a Venezuela para votar y se quedó un par de semanas después de anunciados los resultados, con el fin de participar en las manifestaciones convocadas por la líder opositora María Corina Machado.
“Yo regresé de nuevo a Brasil porque tengo que seguir en mi trabajo aquí, pero no pierdo las esperanzas de que la situación cambie en Venezuela. Cuando me despedí esta vez, le dije a mi familia que espero regresar en enero, en el nombre poderoso de Dios, después del 10 de enero”, afirmó la migrante de 50 años, quien trabaja de camarera en una modesta posada en la periferia de Boa Vista, en el estado de Roraima.
Para Marisol, que Maduro haya sido declarado ganador no fue una derrota para la mayoría opositora; considera que es parte del proceso de cambio. “Yo creo que todos sabemos que ellos (la administración de Maduro) no iban a entregar el poder así nada más, pero nosotros hicimos lo correcto: votar y participar. Yo hice mi parte y me voy satisfecha. Lo demás se lo dejo a Dios”, dijo.
María Peña (*), de 48 años, residente del estado Bolívar, salió del terminal de San Félix a Santa Elena de Uairén, el poblado más cercano a la frontera con Brasil, en un autobús que iba repleto de pasajeros
El 6 de septiembre, el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) informó que solo en el estado de Roraima hay 7.243 migrantes que han sido acogidos en refugios temporales, que se corresponden con un censo de 2022. La capacidad máxima de estos albergues es de 9.000 personas, según una nota publicada por el medio brasileño globo.com
En Roraima hay 7 sitios de acogida para venezolanos; 5 están en Boa Vista, la capital, y 2 en Pacaraima. De la cifra total difundida por IBGE y citada por globo.com, 3.696 son hombres y 3.546 mujeres. De esa data, se desprende otro registro: 2.959 son niños, niñas y adolescentes de 0 a 14 años, seguido de 2.325 personas de 30 a 80 años y otras 1.958, que tienen entre 15 y 29 años.
La Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela publicó en su página web www.r4v.info que, actualmente, en Brasil hay 585.361 venezolanos en condición de refugiados, migrantes y solicitantes de asilo, lo que convierte al país en el tercer destino con más diáspora venezolana. En los dos primeros lugares están Colombia y Perú. Los datos están basados en registros del Comité Federal para la Recepción de Migrantes de Brasil.
Llegar a Brasil por la frontera: ¿cuánto cuesta?
El viaje que hicieron las hermanas Peña en autobús costó 70 dólares por persona, desde San Félix. Ese pago incluye el bus que las dejó en Santa Elena de Uairén y luego otro que las recogió después de concretar sus papeles y las dejó en la norteña ciudad de Boa Vista, donde se instalaron.
Para conectarse de un lugar a otro, en la terminal de San Félix les dieron el contacto de una persona, una mujer que las esperó en la frontera y se aseguró de subirlas al siguiente bus en el lado brasileño.
Manaos también es una ciudad a la que ha llegado una cantidad importante de venezolanos. Hasta ese lugar, el costo del boleto en autobús aumenta a 130 dólares. Por razones de índole económica, los carritos por puesto tienen menor demanda: solo hasta la frontera, el precio de un pasaje está en 100 dólares.
Servicios de taxi en la frontera
El movimiento migratorio postelectoral también ha impactado en la economía de Santa Elena de Uairén, en el municipio Gran Sabana, por lo menos en materia de transporte y movilización. Taxistas locales le dijeron a El Pitazo que los servicios se han triplicado durante las últimas semanas, debido a la llegada de venezolanos dispuestos a cruzar por la frontera.
El servicio particular de taxi desde esa terminal hasta Pacaraima es de 60 reales brasileños o 12 dólares. Del otro lado de la frontera también hay líneas de taxi que cobran cada puesto a 85 reales o 18 dólares hasta la población de Boa Vista.
Una vecina de Santa Elena de Uairèn dijo a El Pitazo que, aunque no hay escasez de alimentos en el pueblo, considera que la economía ha estado lenta porque los migrantes no transitan por la localidad, sino que van directo a la línea fronteriza.