Han pasado 10 años de aquel anuncio vespertino que hizo el entonces vicepresidente de Venezuela, Nicolás Maduro, cuando dijo en cadena nacional: “A las cuatro y veinticinco de la tarde de hoy 5 de marzo ha fallecido el comandante presidente Hugo Chávez Frías”.
Una década después, las imágenes de la omnipresencia de quien fue primer mandatario del país durante 14 años se pierden, se desdibujan y se borran. Ya los ojos de Chávez no están en cada esquina o calle y no hay marchas multitudinarias.
Las órdenes de Chávez dejaron de ser ley en Venezuela, quedaron desplazadas por las intenciones de sus herederos, que el actual Gobierno dejó de tenerlo como protagonista.
La crisis económica venezolana obligó a Nicolás Maduro a aprobar medidas que ensombrecieron el ideal de socialismo que quiso instaurar Hugo Chávez cuando estuvo en la Presidencia. Pero expertos en ciencias políticas consideran que el gobernante no se despega abruptamente de esa línea, porque aún debe mantener el respaldo de la base de apoyo del chavismo frente a las próximas elecciones presidenciales en las que aspira a un tercer mandato
Por: Armando Altuve y Liz Gascón
U na década después la muerte de Hugo Chávez, su proyecto político e ideológico, basado en el socialismo del siglo XXI, se desdibuja. La crisis económica y el bajo respaldo empujan hoy al gobierno de Nicolás Maduro, en el poder desde 2013, a tomar medidas contrarias al ideal del chavismo. Este accionar revela una separación ligera de Maduro de la sombra de Chávez, plantean expertos en ciencias políticas. En el fondo, se fragua una transición en el país que, entre la inestabilidad política y la crisis humanitaria, luce incierta.
Carmen Beatriz Fernández, especialista en ciencias políticas, indica que Maduro intenta “despegarse” de la figura de Hugo Chávez, aunque estratégicamente todavía debe preservar y mantener en su base de apoyo el recuerdo de su legado, debido a su pérdida de popularidad en los últimos años y la cercanía de las elecciones presidenciales, en las que aspira a un tercer mandato.
Fernández señala que Maduro intentó vender una imagen de prosperidad económica en el país para recuperar apoyo. Pero indica que esa idea se resquebrajó con los últimos indicadores de inflación.
“Expandir la idea de que ‘Venezuela se arregló’ era la estrategia y en el fondo resultó ser un fake porque no hay una recuperación real de la economía, sigue la pobreza y se acentúa más la desigualdad porque pocos acceden a los servicios tan costosos. Maduro no puede soltar el recuerdo de Chávez porque a él le conviene mantener a ese 25 % de la población que aún lo apoya en elecciones, aunque en la realidad el gobierno se valga de artimañas con las instituciones independientes para ganar ventajas en las elecciones”, sostiene Fernández.
Expandir la idea de que ‘Venezuela se arregló’ era la estrategia y en el fondo resultó ser un fake porque no hay una recuperación real de la economía, sigue la pobreza y se acentúa más la desigualdad porque pocos acceden a los servicios tan costosos
Carmen Beatriz Fernández, especialista en ciencias políticas
Maduro heredó el cargo presidencial de Hugo Chávez, pero no el carisma del artífice de la llamada revolución bolivariana, según los politólogos Radamés Graterol y Marisol Bustamante. Ambos coinciden en que el sucesor de Chávez ha tenido un carácter más represor en sus dos períodos para mantenerse en el poder.
“Cuando tienes menos carisma y aceptación, tienes que recurrir más a la violencia del Estado para controlar las protestas y el descontento social. La figura de Chávez se basó fundamentalmente en su carisma. Esto le permitió tener una conexión directa y especial con las masas que, por encima de militantes, eran fans o seguidores. Maduro es una figura más parca que se apoya, sobre todo, en la organización política y el clientelismo para amalgamar una fuerza política distinta”, explica Graterol.
Fernández detalla que las acciones recientes del gobierno, que van en dirección opuesta a la línea que marcaba Chávez con su ideal socialista, apuntan a que Maduro perfile un modo de administrar el país distinto a la de su antecesor. “En este momento se percibe una ligera separación de Maduro de Chávez que guarda una lógica desde el punto de vista político: el casado quiere su casa y el que reina quiere su trono, sin deberle nada a nadie. Maduro, que llegó a la sombra del camino labrado por Chávez, quiere su puesto y construir un liderazgo propio y una forma de gobernar, incluso diferente”, analiza.
Sin embargo, la experta indica que una ruptura abrupta de la figura de Chávez y su legado podría derivar en costos políticos para Maduro. “Con niveles de popularidad decrecientes de Maduro, para él representaría un mal negocio cortar de raíz con Chávez y en ese contexto de poco apoyo y con una elección presidencial en puerta, retrotraer la memoria del legado de Chávez es parte de la estrategia”.
Superbigote: ¿nueva estrategia comunicacional de Maduro frente a las presidenciales de 2024?
El historiador y exrector de la Universidad del Zulia (LUZ), Ángel Lombardi, además considera que lo que ocurre con el desplazamiento de Chávez es un proceso normal que pasa en las sociedades. Explica que, con el paso del tiempo, los ciudadanos suelen cultivar el olvido y, a su vez, evolucionan con las nuevas dinámicas y cambios políticos, económicos y culturales.
“Es lo mismo que ocurrió con el 23 de enero de 1958 –fin de la dictadura de Marcos Pérez Jimenez– y es normal que suceda porque se crean expectativas de cambio que, con el transcurrir de los años, no cuajan, todo sigue igual. Hoy día no hay una conexión emocional de la población con el legado de Chávez y tampoco está presente su magia electoral. Chávez, con su personalidad arrolladora, logró conectar con la gente. Maduro heredó, incluso a dedo, su legado político. Pero tras 10 años de su muerte, Maduro no necesita de Chávez, aunque esté tratando de salir de él de forma sutil”, señala Lombardi.
Los signos de esa separación no sólo se perciben en los detalles simbólicos, como la eliminación de los icónicos ojos del comandante en Caracas y otras partes del país. Por ejemplo, Maduro, tras la fuerte contracción económica, mantiene acuerdos con el sector privado que sufrió, en gran medida, los embates de las decisiones de Chávez en torno a la instauración de un sistema de control de cambio, la regulación de precios y expropiaciones de empresas. Pero también el desapego cada vez es más evidente en los actos públicos que el chavismo acostumbraba a realizar en las calles en fechas importantes.
Los signos de esa separación no sólo se perciben en los detalles simbólicos, como la eliminación de los icónicos ojos del Comandante en Caracas y otras partes del país. Por ejemplo, Maduro, tras la fuerte contracción económica, mantiene acuerdos con el sector privado
En los últimos años, los actos conmemorativos de la rebelión militar del 4 de febrero de 1992, que comandó Chávez para derrocar el gobierno de Carlos Andrés Pérez, no igualan a las “mareas rojas”, denominadas así para describir a las multitudinarias marchas y convocatorias del oficialismo en distintas avenidas de Caracas.
Las actividades de calle celebradas se han reducido a pequeñas concentraciones en el bautizado Cuartel de la Montaña, antigua sede de la Academia Militar de Venezuela ubicada al oeste de Caracas, y a movilizaciones que, en su mayoría, fueron dirigidas hacia Los Próceres. En las manifestaciones predomina la presencia de empleados de ministerios y otras instituciones del Estado, militares e integrantes que conforman las organizaciones del llamado “poder comunal”, según da cuenta el registro de reseñas y crónicas periodísticas.
Fernández y Lombardi coinciden en que las bajas convocatorias a manifestaciones son un ejemplo tangible de las conclusiones que arrojan los sondeos de opinión pública recientes y los resultados de las últimas elecciones. En los comicios presidenciales de 2018, en los que Maduro ganó su primera reelección, y los parlamentarios de 2020 se registró un porcentaje de abstención de más de 50 %. Según las últimas mediciones realizadas por la encuestadora Delphos, más de 70 % de la población venezolana en 2022 llamó a un cambio de gobierno ante la crisis económica e institucional del país.
Fracaso del modelo político
La gestión de Maduro está marcada por el deterioro de las condiciones de vida de la población; la emergencia humanitaria dada la escasez de comida y medicinas; la migración de más de siete millones de personas y la entrada de Venezuela en ránkings mundiales de las peores crisis alimentarias, índices de percepción de la corrupción o de Estados frágiles, en palabras de Bustamante.
La caída de los precios del barril de petróleo y la disminución de la producción nacional es otra diferencia entre la era de Chávez y Maduro. Graterol afirma que Chávez pudo llevar programas sociales de corte más asistencialista.
“Maduro no tuvo los recursos en la misma cuantía, pero no se aparta del clientelismo de Chávez. El rentismo petrolero siempre ha sido una palanca para entregar beneficios que genera lealtad de los ciudadanos hacia el gobierno”, señala el consultor político.
La bonanza petrolera durante el mandato de Chávez permitió que la gente, inclusive, lo “endiosara”, comenta el historiador Ángel Lombardi. Señala, sin embargo, que Maduro no supo enfrentar la crisis heredada y, en cambio, generó fracturas dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv).
“Cuando muere, Maduro hereda un país que ya estaba entrando en crisis por las mismas decisiones tomadas por Chávez y, luego, las caras más notables del chavismo originario empiezan a separarse por no estar de acuerdo con sus decisiones; se rompe el Gran Polo Patriótico, donde había partidos que apoyaban al chavismo por el sectarismo que se instauró incluso dentro del mismo partido de gobierno, que los terminó alejando a todos”, sostiene.
Críticas y ataques: estos disidentes chavistas han manifestado su descontento con Maduro
Personajes de confianza de Chávez han cuestionado públicamente a Maduro por alejarse del “modelo socialista” o implementar “medidas económicas neoliberales”. Es el caso de Rafael Ramírez, exministro de Petróleo; Jorge Giordani, exministro de Planificación y Finanzas, y Andrés Izarra, exministro de Comunicación e Información.
Lombardi considera que el legado de Chávez está asociado al fracaso de un modelo político ideológico que no se materializó, pues recuerda que el proyecto político, económico y social bajo la doctrina socialista no tiene piso en la Constitución, vigente desde 1999.
“En este momento, el gobierno de Maduro está haciendo un ejercicio práctico; el país está arruinado, no hay confianza, entonces se ve obligado a generar acuerdos económicos con el sector privado en el que están involucradas figuras que siguen al chavismo, que son socios de los propietarios de los recursos del país. El chavismo ya no tiene magia y, ahora, menos el madurismo, que tiene un legado contaminado que perjudica y, por eso, se percibe la llegada de una transición política para una nueva etapa, que no se sabe si va a prevalecer”, reitera.
Fernández y Lombardi coinciden en que las bajas convocatorias a manifestaciones son un ejemplo tangible de las conclusiones que arrojan los sondeos de opinión pública recientes y los resultados de las últimas elecciones
Sobre el futuro de Maduro, el profesor universitario asegura que no dependerá de la figura de Chávez sino de otros factores, como el apoyo del componente militar que tiene intereses económicos, la permanencia de un discurso demagógico y la imagen de un chavismo abierto al capitalismo, un aspecto que siempre ha estado presente porque el sistema de gobierno es de orientación liberal.
“Maduro está en este momento atrapado: si en el flanco militar hay una fractura todo puede cambiar. Pero mientras eso no ocurra, Maduro seguirá creando archipiélagos de grupos para tener el control. No hay un frente político social de gobierno importante, solo hay intereses económicos que no quieren ponerse en riesgo”, argumentó.
Aunque no ostenta la misma energía que Chávez, comenta el politólogo Radamés Graterol, Maduro ha sabido manejar el partido como un cuadro, posicionar a sus fichas dentro de la organización o incluso profundizar la hegemonía comunicacional y la censura de medios de comunicación para evitar un “efecto de contagio” que produzca tensiones y comprometa la estabilidad de su gobierno.