Aunque su participación en hechos delictivos es menor que la de los hombres, especialistas destacan que las féminas se ven impulsadas cometer crímenes e involucrarse con bandas criminales para sobrevivir, obtener dinero o defenderse en el barrio. Destacan que la mayoría de las damas tras las rejas tienen cargos por tráfico de drogas

Yohani Osorio no despertó sospecha alguna; sin embargo, detrás de aquella cara inocente que transmite una joven de 18 años de edad se escondía la cooperadora inmediata de la venta fraudulenta de una camioneta que terminó en un homicidio. La víctima: Michel Fernández (27 años), hijo del alcalde del municipio Los Salias del estado Miranda, José Fernández.

Antes que Osorio, otra mujer había contactado al joven piloto por teléfono. Lo convenció de ir a los Valles del Tuy a concretar la negociación. El día acordado fue el 20 de septiembre de 2019; sin embargo, no había ningún carro a la venta. La idea era quedarse con el dinero que el cliente pagaría por el vehículo ofertado a través de Facebook.

El 21 de mayo de 2020, Laura Veruska Delgado, de 18 años, abordó un autobús en Cúa, estado Miranda, junto a dos jóvenes de 18 y 15 años. Como se trataba de chamos el chofer no se percató que estaba frente a delincuentes, hasta que el mayor de los muchachos sacó una pistola y gritó: “¡Esto es un atraco!”. Para asombro de los presentes, Delgado se levantó de su asiento y despojó a los pasajeros de sus pertenencias. Ella y el menor de edad fueron detenidos. El adulto murió cuando un policía lo enfrentó dentro del transporte público.

Estos hechos demuestran que las acciones criminales en Venezuela no solo son asuntos de hombres. Actualmente muchas mujeres forman parte de organizaciones delictivas, empujadas por muchos los motivos. Uno de ellos: el dinero.

“Estas mujeres que ahora cometen delitos, lo hacen por supervivencia. Ahora vemos el empoderamiento de la mujer que decidió actuar en el oficio delincuencial, una etiqueta que identificaba solo al hombre”, explica la psicólogo social y profesora, Magaly Huggings, quien acota que aunque la mujer tiene un papel minoritario dentro de las bandas, su rol es protagónico.

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Sangre y sexo

El pasado 26 de abril, funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc) identificaron a Katiuska Polanco Angulo, Betty Polanco Guerrero, María Angulo y Jonailin Daniela Moreno González como miembros de la organización criminal que lidera Leonardo José Polanco Angulo, en las parroquias El Valle y Coche, de Caracas.


Estas mujeres que ahora cometen delitos, lo hacen por sobrevivencia. Ahora vemos el empoderamiento de la mujer que decidió actuar en el oficio delincuencial, una etiqueta que identificaba solo al hombre

Magaly Huggings, psicólogo social y profesora

Tres de ellas comparten apellido con quien apodan “Loco Leo”, solicitado por los delitos de homicidio, robo, secuestro, extorsión y tráfico de drogas. La cuarta dama no tiene nexos sanguíneos con Polanco, pero fue su pareja sentimental.

Un comisario del Cicpc, que pidió la omisión de su identidad, indicó a El Pitazo que hay mujeres que llegan a las bandas porque se enamoran de uno de sus integrantes y otras porque son familia o comparten un vínculo de amistad. “Por lo general, la mayoría de estas jóvenes provienen de familias no constituidas y tienen escasas bases de principios”, añadió.

Esa relación entre las mujeres y el delincuente también la visualiza Huggings como una de la razones que las empuja a delinquir en medio del espiral de violencia que se vive en los sectores populares, donde el llamado sexo débil tiende a ser invisible. “Tengo que defenderme como mujer en mi barrio y la manera de hacerlo para sobrevivir a la violencia y a los problemas es ser la novia del pran (líder criminal)”, enfatiza la también criminóloga.

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Las mujeres también son “pranes”

En Petare se comenta entre vecinos que una mujer conocida como “la China” lidera la banda que domina las barriadas 5 de Julio y 19 de Abril.  Según moradores, ella junto a “el Diente” y el ya muerto “el Gusano” unieron sus fuerzas para quitarle el trono a Wilexis Alexander Monasterios.

Este “pranato” femenino también está presente en los Valles del Tuy. Una de las bandas delictivas más temidas, que opera en las comunidades Santa Rita y San Vicente de Santa Lucía, estaba al mando de “el Chávez”, quien fue asesinado el 8 de febrero de 2020. Ahora su puesto lo ocupa su progenitora.

“Esta ciudadana decide quién recibe la caja Clap, quién paga vacuna y quién tiene que mudarse del sector. Las directrices son impartidas a su hijo, alias ‘el Blanco’ y ‘al Simón’ y estos giran instrucciones al resto de la banda integrada por unos 50 sujetos que poseen FAL, fusiles AR15, escopetas pajizas, pistolas y escopetas morochas”, contó una fuente policial.


Las mujeres prisioneras o encarceladas han sido históricamente invisibles para la justicia, la cual las percibe como las malas, entre las malas mujeres, es decir, las peores

Magaly Huggings, psicólogo social y profesora

Aunque los cuerpos policiales tienen precisado el liderazgo femenino en algunas bandas, el abogado Izquiel asegura que el porcentaje de mujeres que delinque es ínfimo con respecto al de varones. “Yo diría que un promedio en el mundo sería que 95% de los delitos son cometidos por hombres y 5% por mujeres. Estos números los podemos corroborar con la población carcelaria, aunque el de mujeres puede variar un poco y llegar a 6%”.

La profesora Huggings también maneja esas cifras, que reposan en el informe presentado por la ONG Una Ventana a la Libertad (UVL), en mayo de 2020. En el escrito se refleja que 7% de la población privada de libertad en Venezuela es femenina, lo que equivale al menos a 3.000 presas. En ese punto la profesional añade un cuestionamiento y es el hecho de que estas mujeres viven bajo la sombra.

“Las mujeres prisioneras o encarceladas han sido históricamente invisibles para la justicia, la cual las percibe como las malas, entre las malas mujeres, es decir, las peores. Pero no sólo para la justicia sino para toda la sociedad. Aún para los movimientos de mujeres ellas no existen; muy pocas hablamos de ellas. Parece que el haber cometido un delito las hace desaparecer, pero están ahí, actuando silenciosamente y son más silenciadas cuando se les detiene”, detalla Huggings.

En el tema carcelario la profesional añade que las pranes femeninas cobran “la causa” (una extorsión) para garantizar la seguridad de las reclusas, controlan la rutina carcelaria y hacen fiestas, al igual que los hombres. “En la actualidad vemos a las mujeres delincuentes con funciones de liderazgo y son precisamente en las cárceles, el único lugar donde se ha logrado la igualdad de género”, considera Huggings.

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“La mujer delincuente no tiene que ser pobre”

La sobrevivencia y preponderancia de la mujer irrumpiendo en el mundo delictivo no es un tema del bajo estrato social. En las clases media y alta también hay mujeres que delinquen, sobre todo en el campo financiero, lavado de dinero y transacciones ilícitas.

“La mujer delincuente no tiene que ser pobre”, considera Huggings para quien la mujer que delinque por proteger al hombre o al hijo quedó atrás. “Su papel ahora es distinto, es de las chicas malas que van a todas partes”, añade.

El abogado Izquiel identifica otros roles de las mujeres dentro de las organizaciones hamponiles y el delito que suelen cometer: el tráfico de sustancias ilícitas. “Las organizaciones del narcotráfico utilizan a las mujeres para transportar droga en su cuerpo o equipaje, las usan como instrumento del narcotráfico internacional”.

El criminólogo explica que al observar la población de centros carcelarios como el Instituto Nacional de Orientación Femenina (Inof), ubicado en Los Teques, capital del estado Miranda, se percibe que las mujeres están, en su mayoría, ligadas a temas del tráfico de droga, y añade otros delitos relacionados a asuntos pasionales, producto de la violencia familiar e intrafamiliar.


Una mujer que se hace pareja de un secuestrador probablemente no actúe en la detención o privación de la persona, pero sí puede participar en el cuidado o custodia de ese secuestrado

Luis Izquiel, abogado penalista

La participación de mujeres en secuestros también destaca entre los delitos del sexo femenino. Mariana, cuyo apellido se omite para no entorpecer las investigaciones, aún está siendo procesada por asociación para delinquir, privación ilegítima de libertad y secuestro en el Inof. Fue detenida cuando liberaron a un comerciante que estuvo secuestrado 25 días en Paracotos, parroquia foránea del municipio Guaicaipuro del estado Miranda.

“Una mujer que se hace pareja de un secuestrador probablemente no actúe en la detención o privación de la persona, pero si puede participar en el cuidado o custodia de ese secuestrado”, explica el penalista Izquiel.

El abogado cita otro ejemplo de la participación indirecta de las mujeres en hechos delictivos y se refiere a lo que ocurre en las minas del estado Bolívar. “Ellas muchas veces están alrededor de la actividad delictiva por su pareja, pero cumplen otros roles como cocinar, limpiar y terminan siendo salpicadas y algunas veces detenidas”, señala.

Según la investigación realizada en 15 estados de Venezuela por UVL, la principal causa de ingreso de mujeres a las prisiones es el tráfico de drogas, la segunda es la extorsión y, en tercer lugar, por ser cómplices en los delitos que cometen sus parejas. 


La mujer tiende a tener una carrera delictiva de menor tiempo, porque se separa cuando las circunstancias cambian. También tiene otra realidad, como, por ejemplo, el embarazo. Tener un hijo seguramente cambiaría su actitud una vez que es madre

Luis Izquiel, abogado penalista

Ellos frente a ellas 

Una de las diferencias entre los hombres y las mujeres en el mundo delictivo es la edad en la que comienzan a dar malos pasos. Aunque Izquiel no maneja investigaciones al respecto, su experiencia le dice que los hombres se inician a más temprana edad.

El tiempo que permanecen en este mundo es otra desemejanza. Según Izquiel el hombre puede terminar su vida delinquiendo, pero la mujer termina de delinquir antes de perder la vida. “La mujer tiende a tener una carrera delictiva de menor tiempo, porque se separa cuando las circunstancias cambian. También tiene otra realidad, como, por ejemplo, el embarazo. Tener un hijo seguramente cambiaría su actitud una vez que es madre”.

El placer por delinquir también crea una brecha entre ambos sexos. “La mujer lo hace con menos placer, como menor inclinación al gusto por el delito, lo hace por necesidad, eso es una opinión personal”, advierte Izquiel y acota que la crianza igualmente crea una disimilitud, ya que los hombres, desde niños, están ligados a temas de agresividad y juegos de violencia por la misma condición de ser varones, pero, por el contrario, las niñas se desarrollan en un mundo rosa que por circunstancias de la vida va cambiando su tinte.

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