La directiva de la dependencia que forma a los profesionales de la primera industria del país se ha empeñado en mejorar las instalaciones y garantizar a los estudiantes los insumos para una preparación académica de calidad. Las donaciones han sido claves en esa tarea. Esperan que las condiciones económicas de la nación puedan mejorar y aumentar así el número de alumnos y egresados
A las 12 del mediodía, el pasillo de la Escuela de Ingeniería Petrolera de la Universidad Central de Venezuela (UCV) lucía desolado. Era un jueves de junio, “la casa que vence la sombra” se preparaba para la primera vuelta de las elecciones de autoridades y en esta dependencia de la Facultad de Ingeniería todo permanecía en calma.
Solo unos pocos estudiantes y profesores se podían ver a esa hora en las instalaciones de la escuela que prepara a los profesionales de la principal industria del país. Uno de ellos era Francisco Campero, un joven que durante 7 años, y tras un apagón general, una pandemia y una situación económica compleja se ha mantenido constante en sus estudios universitarios. Está a solo un semestre y una tesis de convertirse en uno de los 2 o 3 profesionales que semestralmente egresan de esta escuela, cifra muy reducida frente a los más de 20 graduandos por promoción que pudieron ser hace unos 15 o 20 años.
Su permanencia en la universidad parece larga, pero es parte de la realidad que deben enfrentar los estudiantes universitarios en Venezuela, quienes deben vencer una gran cantidad de obstáculos para culminar sus carreras. En ese camino, el factor económico es determinante y es el causante de muchas de las deserciones, sobre todo en el ciclo básico de áreas como ingeniería, cuando los estudiantes todavía no comienzan a especializarse.
“Cuando yo comencé en ciclo básico éramos 56 alumnos por salón, pero estábamos mezclados con los de civil, química, geología, etc., después, poco a poco, cada quien va entrando a su escuela. Cuando llegué a petróleo (Escuela de Ingeniería Petrolera) había 3 personas en la primera materia, pero había otras secciones con 15 o 20 estudiantes, ya de los últimos semestres”, cuenta Campero a El Pitazo.
Comenta que en los últimos semestres, como es su caso, es más difícil abandonar la carrera por todo el esfuerzo que representa llegar a ese nivel y lo cerca que está de su meta. Asimismo, considera que en Venezuela todavía hay oportunidades para ejercer, entre ellas la reactivación de operaciones en Chevron.
“Estudiar Ingeniería Petrolera era un sueño de niño. Ahora, como todo profesional, yo espero trabajar en el área en la que estudié. Me visualizo en Pdvsa, a pesar de que el panorama ahora es complicado, pero uno puede aportar su granito de arena”, dijo el estudiante de 24 años.
Mientras tanto, aprovecha temporadas, como vacaciones, para dar clases particulares de matemáticas, física o química y así obtener un ingreso. Agradece que en la escuela cuentan con las condiciones para realizar sus prácticas, sin que represente un gasto adicional.
La baja cantidad de estudiantes también es consecuencia de la pandemia del COVID-19, explicó el director de la escuela, Miguel Castillejo. En conversación con El Pitazo, señaló que tras la paralización de actividades se detuvo el flujo de estudiantes desde el ciclo básico hacia las escuelas. Las investigaciones también pasaron de unas 8 o 10 al año a las 2 o 3 que se realizan actualmente.
“Debo tener entre 70 y 80 estudiantes, cuando el promedio general era de entre 300 y 350. Siendo país petrolero, la cantidad de estudiantes es pequeña y creo que se debe repetir en las demás escuelas de ingeniería petrolera del país”, indicó.
Mantenerse con esfuerzo propio
Recorrer las instalaciones de la Escuela de Ingeniería Petrolera deja un aire de optimismo y esperanza. Contrario a lo que muchos pueden creer y a pesar de la crisis, tanto universitaria como en el sector petrolero, esta dependencia conserva, a punta de esfuerzo interno, las condiciones para preparar a profesionales de la más alta calidad en materia de petróleo.
Así lo señala con orgullo Castillejo, quien no dudó en abrir las puertas al equipo de El Pitazo de cada uno de los laboratorios para mostrar los equipos y explicar su utilidad. “Tenemos laboratorios de primera, nuevos, comprados de paquete. Mi visión siempre ha sido que tenemos que ser pioneros y tener la mayoría de las cosas que necesitamos para tener una educación de calidad”, expresó. El aporte de los estudiantes en términos económicos es mínimo y solo para casos particulares, coincide el joven Campero.
Siendo país petrolero, la cantidad de estudiantes es pequeña y creo que se debe repetir en las demás escuelas del país
Miguel Castillejo, director de la Escuela de Ingeniería Petrolera de la UCV
Los insumos de los laboratorios también los han conseguido a partir de donaciones, convenios o proyectos con instituciones o empresas privadas, de manera que los estudiantes pueden contar con los recursos necesarios para realizar cada una de sus prácticas. Algunos trabajos de la Comisión Presidencial para la recuperación de la UCV también aportaron en esta mejora, especialmente de pintura e iluminación.
Durante 15 años de gestión, este profesor prestado del área de Ingeniería Minera se ha empeñado en mejorar las condiciones de la escuela, y lo ha logrado, aunque reconoce que todavía hay mucho por hacer. Entre sus proyectos también está la adecuación de otras salas, como la de simulación, idiomas y un espacio de lectura, en las que prevé instalar nuevas computadoras. También espera entregar a cada profesor un equipo nuevo, todo con el apoyo de las empresas privadas y los egresados de la misma escuela, quienes recientemente también apoyaron en el acondicionamiento de uno de los salones de clase.
Castillejo resaltó que los estudiantes pueden tener acceso a investigaciones a través de herramientas digitales que les ofrecen organismos que agrupan al sector. Los profesores también son suficientes para la cantidad de estudiantes que hay en la actualidad, pero en la medida que suba el número de alumnos también se debe aumentar la cantidad de docentes. En esa proporción también se incrementan las investigaciones, pues son realizadas por los tesistas en conjunto con los profesores y las instituciones con las que se desarrollan los proyectos.
Perseverar en medio de la crisis
Uno de los retos que enfrenta la Escuela de Ingeniería Petrolera es aumentar el número de estudiantes y, con ello, el de egresados. En la última graduación solo otorgaron el título a dos o tres personas, recuerda el profesor Castillejo.
En los reconocimientos que se exhiben en la oficina de dirección destacan listas de hasta más de 60 egresados en años no tan remotos. También se puede ver cómo ese número se fue reduciendo con el paso de los años hasta llegar al índice actual.
Además de aumentar el número de egresados, el director de la escuela considera necesario crear condiciones para que estos profesionales se queden en el país y logren retribuir a la industria todo el esfuerzo que se realiza desde la academia. “Es el problema económico. ¿Por qué hay menos estudiantes? Porque eso te cuesta dinero”, lamentó.
Estudiar Ingeniería Petrolera era un sueño de niño. Ahora, como todo profesional, yo espero trabajar en el área en la que estudié
Francisco Campero, estudiante de Ingeniería Petrolera en la UCV
En ese contexto, Castillejo se siente satisfecho por su labor dentro de la escuela y recuerda a los estudiantes la importancia de creer en lo que hacen y ser constantes en su objetivo de obtener su título universitario. Abandonar la academia no es una opción para este profesor.
“Me gusta quedarme en la universidad. Yo me siento satisfecho con el trabajo que estoy haciendo acá, las cosas que he aprendido, desarrollado, los amigos que he hecho, los laboratorios; eso también es un logro”, expresó.
Insiste en la disposición de la escuela de contribuir a la industria nacional con conocimiento y equipos de calidad, a partir de alianzas con las que las empresa, a la vez, puedan resolver sus problemas y necesidades.