Estas fechas decembrinas, que habitualmente son de unión familiar, serán duras para quienes están tras las rejas y para sus familiares. Madres y parientes de los detenidos coinciden en que el desconsuelo los mantiene con la tristeza a flor de piel. Sin embargo, no pierden la esperanza de que el Niño Jesús les regale la libertad de los suyos en esta Navidad

En la casa de Mayra Castro se siente un vacío en esta Navidad. Ella está presa desde el 2 de agosto en la sede de la Policía Municipal de Urdaneta, en la parroquia Nueva Cúa del estado Miranda, y desde entonces, a sus familiares los ensombrece la tristeza. 

En estos días de unión y reconciliación, el desconsuelo es mayor. Sus familiares aseguran que no hay nada que celebrar hasta que ella vuelva a casa. 

«¿Cómo les explicas a Matías y Mateus, de 6 y 7 años, que su mamá está presa injustamente y, peor aún, que puede morir en prisión porque está enferma?», señaló con nostalgia una allegada a Castro. 

La angustia y el dolor de la familia de Mayra Castro es el mismo que enfrentan los parientes de todos los presos políticos. Hasta el 16 de diciembre, la organización no gubernamental Foro Penal contabilizaba 1.877 detenidos, aprehendidos en su mayoría en el contexto de las protestas poselectorales. No obstante, entre la noche del 21 de diciembre y la madrugada del día siguiente se produjeron nuevas excarcelaciones.  

A Sofía* y Juan*, de 6 y 9 años, también les arrebataron la Navidad. En medio de su tristeza, según comenta su abuela, solo le tienen una petición al Niño Jesús: tener a su mamá en casa y que su papá los cuide desde el cielo.

El padre de los niños, Walter Páez, de 29 años, recibió un disparo, el 30 de julio, durante una manifestación en Carora, estado Lara. Aunque luchó por su vida, murió el 4 de agosto en Barquisimeto debido a complicaciones de salud. 

Un día antes, la madre de los pequeños, María de los Ángeles Lameda, fue detenida y acusada de terrorismo, incitación al odio y porte ilícito de armas, acusaciones sin fundamentos, porque ella no participó en manifestaciones, ni violentas ni pacíficas, asegura la familia. 

La abuela de Sofía y Juan, de 52 años, contó, el 19 de diciembre, que los niños piensan que su mamá está trabajando. Esta mentira piadosa es la única forma que han encontrado para protegerlos del dolor de haber perdido a su padre y enfrentarse a la ausencia, incomprensible, de su madre.

«Para nosotros ahorita no hay Navidad (…) Con la ausencia física de Walter, no sé decir cuándo podamos volver a tener una, y sin María aquí, peor. Todos los días son iguales. Es pensar en María, cómo estará ella allá (Uribana-Barquisimeto), si estará bien. Los niños todos los días preguntan por su mamá», expresó la mujer, quien lleva la carga de cuidar a sus nietos mientras enfrenta su propio duelo.  

«Nos divide una pared, pero estaremos con él…» 

A Mariana también la separaron de su hijo, pero ella no piensa pasar la Navidad sin él. Por ello planea un recorrido de 318 kilómetros, en transporte público, desde su casa en Guanare, Portuguesa, para hacer vigilia a las puertas de la cárcel de Tocorón, en Maracay, estado Aragua. 

No será una celebración como las que hacían antes en casa, según dice, cuando brindaban en familia con chicha de maíz, hallacas y cerdo asado. Será más bien una plegaria por la libertad de su hijo y la de los más de 50 detenidos en Portuguesa, en el contexto de la protesta electoral presidencial. 


No es fácil esta fecha sin él en la casa. Yo no tengo Navidad mientras mi hijo siga en la cárcel siendo inocente

Madre de un joven detenido en Puerto Ordaz, estado Bolívar

«Nos divide una pared, pero estaremos con él», asegura entristecida la madre, porque no ha logrado demostrar la inocencia de su descendiente. Tampoco acceder a su expediente judicial. 

El caso del hijo de Mariana es igual al de unos 15 muchachos de Guanare, con edades entre los 19 y 28 años, que suman 5 meses encarcelados en las penitenciarías de Yare y Tocorón, acusados de terrorismo por participar en daños al monumento Indio Coromoto. 

Mariana no se resigna. Ella mantiene la esperanza de que antes de Año Nuevo su hijo reciba, al menos, una medida de excarcelación. 

Con un nudo en la garganta

A pocas horas para la Nochebuena, a Sofía Gutiérrez*, madre de un joven detenido tras las elecciones presidenciales del 28 de julio, también se le hace un nudo en la garganta de solo imaginarse sentada ante una mesa sin su hijo, que ahora está recluido en el Centro Penitenciario de Aragua, conocido como Tocorón. Es su único hijo.  

«Todos los 24 de diciembre hacemos intercambio de regalos en casa con la familia, sus abuelos, tíos, primos y amigos. No es fácil esta fecha sin él en la casa. Yo no tengo Navidad mientras mi hijo esté en la cárcel siendo inocente», dijo.

Ella recuerda claramente la madrugada del 1 de agosto, cuando se enteró de que unos hombres se habían llevado a su hijo. Horas antes, a las 8:00 p.m. del 31 de julio, agentes de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) y del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) arrestaron al joven cuando iba a la casa de un amigo, en el sector Unare, en Puerto Ordaz, estado Bolívar. 

De acuerdo con el relato de testigos, los oficiales lo abordaron abruptamente y lo sometieron; luego lo subieron a una patrulla. Ahora lo acusan de terrorismo, incitación al odio, resistencia a la autoridad y obstrucción de la vía pública. 

«Yo sentí que el mundo se me derrumbó. Esa sensación es indescriptible. Salí a buscarlo por todos lados, por todas las comisarías. Lo encontré el 1 de agosto como a las 5:00 p.m. Antes de esa hora yo no sabía ni qué pensar. No sabía si estaba vivo o si había muerto, porque a todos los lugares a los que iba me decían que no lo tenían», contó la madre del preso político a El Pitazo

En los cuatro meses que lleva privado de libertad, el hijo de Sofía ha estado en cinco de reclusión. Primero estuvo en la División Contra la Delincuencia Organizada (DCDO), en Puerto Ordaz; después en el Centro de Coordinación Policial Guaiparo, en San Félix; luego lo llevaron a Yare III, en el estado Miranda, donde los reclusos no lo aceptaron, y entonces lo pasaron a Zona 7, en Caracas. Unos 15 días más tarde lo trasladaron a La Morita, en Maracay, y ahora está en la cárcel de Tocorón. 

Desde entonces, la mujer renunció a su trabajo como docente para poder movilizarse y estar cerca de su hijo. Le ha tocado dormir en un mismo lugar con otras madres de presos políticos, y entre todas hacen colectas para comprar comida. Algunos días se instala frente al centro de detención y ahí duerme. 

«Esto que vivimos no es fácil, pero Dios nos da la fortaleza para seguir luchando y mantenernos de pie», dijo la mujer. Las visitas en el penal se reducen a solo 10 minutos de conversación a través de un vidrio, sin contacto físico. 

Cuando entra al lugar de visitas, Sofía hace un esfuerzo por mantenerse serena y no romper en llanto cuando ve a los ojos a su muchacho. Y cuando eso ocurre, cuando están hablando y se miran a los ojos, ella entiende que su hijo también se empeña en no quebrarse delante de ella. Los dos contienen las lágrimas para darse ánimos. 

«Él me dice que está confiado en Dios. Aunque el proceso no es fácil, él tiene mucha fe. Yo lo veo muy bajo de ánimos. Él me dice que está bien, pero yo lo conozco, es mi hijo. Tiene tristeza en la mirada. Está muy triste porque no sabe si podrá estar con nosotros y con su bebé en estas fechas, sobre todo el 24. Está pendiente del regalo de su bebé», relató la madre, y añadió que ha visto cómo su hijo ha perdido peso durante las últimas semanas. 

Reiteró su solicitud de libertad, no solo para su hijo, sino para todos los presos políticos. Dijo que entre todas las madres, hermanas y otros parientes de presos políticos se apoyan. «Ellos merecen estar en estas fechas con su familia, porque son inocentes. Confío en Dios en que falta poco y que mi hijo pronto estará de nuevo en casa. Sé que Dios me hará el milagro», indicó. 


¿Cómo les explicas a Matías y Mateus, de 6 y 7 años, que su mamá está presa injustamente y, peor aún, que puede morir en prisión porque está enferma?

Familiares de Mayra Castro

De acuerdo con un conteo independiente de periodistas del estado Bolívar, en esa zona del país se han registrado 58 detenciones desde el 29 de julio. La cifra actualizada hasta el domingo 22 de diciembre es de 52 arrestados. Cinco adolescentes y un trabajador de la prensa fueron excarcelados. 

La entrevista que concedió Sofía Gutiérrez a este medio se realizó por un chat de mensajería cifrado y no a través de una llamada telefónica. «Nos han dicho que nuestros teléfonos están intervenidos y que pueden saber lo que nosotros le decimos a la prensa. Y si denunciamos mucho, después maltratan a nuestros hijos allá adentro», señaló.

Un regalo de Navidad 

Las mismas penurias de Sofía Gutiérrez las viven unas 10 mujeres larenses. Ellas duermen en colchonetas, en una habitación cercana al penal de Tocuyito, estado Carabobo, cuyo alquiler mensual es de 80 dólares. Allí planean pasar la Navidad, a menos que sus parientes sean excarcelados antes de que termine el año.  

Yajaira Méndez es una de ellas. La mujer se mudó al estado Carabobo luego del 25 de agosto. Ese día trasladaron al menos a 40 presos políticos desde el centro de detención preventiva Pata ‘e Palo, de Barquisimeto. En el grupo estaba su hijo Yolber Coronado, de 19 años.  

«Si no lo suelta, no creo que viaje a Barquisimeto, porque si lanzan una visita relámpago, no lo voy a dejar de visitar», relató Méndez, en una llamada telefónica el 19 de diciembre. Y aunque quisiera viajar, Yajaira no cuenta con los 35 dólares para el pasaje de ida y vuelta. Y es que la situación de Yolber la ha obligado a abandonar su trabajo.  

En su hogar, en Barquisimeto, están su esposo y sus otros dos hijos, de 6 y 14 años. Ellos igualmente extrañan la Navidad de años anteriores. «Nuestra familia hacía hallacas y no faltaba el Niño Jesús para los tres muchachos (…) Trabajábamos mucho, sí, porque somos comerciantes, pero también había muchas celebraciones», detalla Méndez con nostalgia.  

Ahora la realidad es otra y muchas cosas quedaron archivadas. Su hijo ha perdido la oportunidad de inscribirse en la carrera de Contaduría Pública en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA) y no cumplió su meta de este año: arreglar la estructura de la casa de su madre con los ingresos de su trabajo como tapicero.  

A pesar de las adversidades, Yajaira es optimista. En medio de la esperanza, un pensamiento recurrente invade sus sueños: que le entreguen a su hijo antes del 24 de diciembre. «Serían las Navidades más felices para mí», afirma con voz alentadora.  


(*) Los nombres  de los niños Sofía y Juan fueron cambiados. La identidad de la entrevistada también fue sustituida por su seguridad y la de su hijo.

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