Los cortes de luz en las unidades de diálisis del país han costado vidas. En Maracaibo, estado Zulia, un paciente renal murió de un infarto durante una protesta en la que exigía la restitución del servicio para poder conectarse a la máquina durante la pandemia del coronavirus. Como él, centenares de personas han tomado las calles para denunciar que la falta de electricidad en los centros las han dejado sin terapias o sin agua para el funcionamiento de los equipos

Los pacientes renales en Venezuela deben salir a protestar para denunciar que la falta de electricidad acorta o suspende sus sesiones de diálisis en las unidades por cortes o racionamiento sin horarios. Aunque los reclamos aumentaron en 2019, después de los megapagones de marzo de ese año, su problema es de larga data.

El 13 de enero de 2010, pacientes de una clínica de Chacao salieron a protestar porque sus diálisis fueron suspendidas a causa del racionamiento eléctrico de cuatro horas diarias que implementó el Ministerio de Energía Eléctrica en Venezuela para paliar la sequía y el déficit de megavatios. El centro de salud se quedó sin el servicio ni un plan de contingencia en el horario de las terapias.

Hugo Chávez era el presidente. Para justificar la medida hizo una comparación del plan de racionamiento con una “dieta” por el bien de todos. Cuando faltaban cinco minutos para que se terminara el primer día de racionamiento, Chávez ordenó suspender los cortes únicamente en Caracas por “impactos no deseados”. También pidió la renuncia del ministro de esa cartera, Ángel Rodríguez.

Nueve años y tres meses después de aquella manifestación que provocó una respuesta presidencial inmediata, los pacientes renales en el interior del país volvieron a las calles en Carabobo, Guárico, Lara, Portuguesa y Táchira, entre otras regiones. El motivo de la protesta era distinto del de fechas anteriores, cuando marcharon contra la paralización del programa de trasplante de órganos, la escasez de insumos y medicamentos y el deterioro de equipos. Ahora exigían luz.

Sus unidades de diálisis no fueron excluidas del racionamiento eléctrico que reanudó la estatal Corpoelec a diario o varias veces a la semana. Por la falta del servicio acortaron la duración de sus terapias de cuatro horas a tres o menos, aunque sus vidas dependían de ellas. 

En otras ocasiones también les suspendieron las sesiones. En el primer megapagón, 17 pacientes renales murieron por falta de diálisis en el país, según cifras de la ONG Codevida. En 2019, otros 14 pacientes fallecieron por la misma causa.

Falleció paciente renal por falta de diálisis durante apagón en Portuguesa

Las protestas de pacientes renales por fallas de servicios básicos en sus centros de salud no terminaron en 2019. Continuaron en 2020 y 2021, durante el confinamiento por el coronavirus, y los años siguientes. 

En abril de 2024, pacientes en diálisis de Valencia, estado Carabobo, cerraron una calle para pedir la instalación de una planta eléctrica en su unidad de diálisis porque las interrupciones del servicio les impedían conectarse a las máquinas de riñón artificial que depuran su organismo.

Hace cuatro años, justo en medio de un apagón general que afectó a Maracaibo, murió un paciente renal de un infarto mientras exigía sus derechos para ser dializado. El Pitazo entrevistó a la hija de este paciente para este reporte. 


Mi papá no se merecía morir por ponerse a discutir por algo que era un derecho. Hasta lo último, discutió por los derechos de su vida. No se lo merecía

Hija de paciente renal de Maracaibo

“Mi papá no merecía morir por ponerse a discutir por algo que era un derecho. Hasta lo último discutió por los derechos de su vida. No se lo merecía”, comenta la entrevistada, que pidió la reserva de su identidad por temor a represalias.

Su papá iba a hemodiálisis los lunes, miércoles y viernes, y faltó a la diálisis del miércoles porque debía ir con su hijo a surtir de gasolina el carro con un salvoconducto que el Gobierno les otorgó a los pacientes renales en 2020, en medio de la pandemia del COVID-19.

“El viernes 3 de abril amanecimos con un apagón y decidimos ir temprano a la unidad de diálisis. No era culpa de nadie lo que pasaba, pero cuando llegó la electricidad, dijeron que los pacientes del turno de mi papá quedaban para el otro día porque ya había pasado el tiempo. Mi papá comenzó a discutir y a exigir su derecho, y cayó desplomado”, dijo.

María recordó ese episodio el viernes 3 de septiembre de este año, durante el nuevo apagón que dejó a casi toda Venezuela sin electricidad. “Yo solo pensaba en los pacientes renales porque ellos necesitan sus diálisis; de lo contrario, pueden morir”, lamenta.

La diálisis es su única opción

En Venezuela, donde el servicio eléctrico presenta fallas diarias por bajones, racionamientos y apagones, los pacientes renales viven con miedo. El racionamiento eléctrico no solo compromete el uso de las máquinas de diálisis, sino que también impide la llegada constante de agua por tuberías, que es esencial para el funcionamiento de los equipos que hacen las veces de un riñón. 

Organizaciones de derechos humanos han publicado informes sobre estas deficiencias que cuestan vidas o deterioran la salud de los pacientes que no liberan las toxinas si reciben menos de las cuatro horas reglamentarias de diálisis, la única opción de tratamiento disponible en el país para las personas con insuficiencia renal desde que el Estado suspendió los trasplantes de órganos en 2017.


La hemodiálisis es la primera opción de diálisis en Venezuela, debido a que la diálisis peritoneal requiere que las personas vivan en viviendas con acceso a agua potable y electricidad las 24 horas al día

Codevida y Amigos Trasplantados de Venezuela

“La hemodiálisis es la primera opción de diálisis en Venezuela debido a que la diálisis peritoneal requiere que las personas habiten en viviendas con acceso a agua potable y electricidad las 24 horas del día y de condiciones físicas que garanticen un techo de placa y piso de cerámica o granito (…) En muchas unidades de hemodiálisis el suministro suele ser inadecuado debido a interrupciones en el suministro de agua y electricidad, que pueden durar horas o días, y obligan a acortar o cancelar las sesiones del tratamiento”, advierten las organizaciones Codevida y Amigos Trasplantados de Venezuela en un informe sobre el derecho a la salud presentado en el Examen Periódico Universal de Venezuela del año 2021.

En el mismo reporte, Codevida señala que el número de pacientes renales en Venezuela se redujo de 6.800 a 1.500 durante la pandemia, de acuerdo con fuentes del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) que le suministraron datos a la ONG.

José Luis Tello, un paciente renal de 59 años, teme cuando las luces de su casa parpadean o se queda sin servicio eléctrico. Él sabe que su estado de salud depende de las máquinas de hemodiálisis, a las que debe conectarse tres veces por semana para filtrar su sangre. Y para que funcionen requieren electricidad y agua.

“Vivimos con incertidumbre y con miedos porque no sabemos si nos vamos a poder dializar. El día del [último] apagón estaba preparándome psicológicamente para tres o cuatro días sin luz”, asegura Tello. 

Él vive en Maracaibo, Zulia, una de las ciudades más golpeadas por la crisis eléctrica y donde los racionamientos del servicio persisten desde hace más de una década. En ese estado hay registro de protestas de pacientes renales desde 2018 por la interrupción del servicio hasta por 20 horas continuas.

“Donde yo me dializo hay planta eléctrica, pero presentaba fallas. Yo sé de electromecánica, y yo hubiese ido a meterle mano o a hacer lo que sea para prenderla”, agrega Tello, aunque el arreglo no fue necesario porque el equipo funcionó. Sin embargo, los pacientes solo recibieron dos horas y media de diálisis. 


Para el paciente renal es catastrófico llegar a su casa y que no haya electricidad, porque uno sale débil y debe descansar. Nosotros no podemos tomar mucha agua, y si no hay luz y hay calor, qué hacemos: tomamos agua y nos vienen otros problemas de salud

José Luis Tello, paciente renal de Zulia

“Para el paciente renal es catastrófico llegar a su casa y que no haya electricidad, porque uno sale débil y debe descansar. Nosotros no podemos tomar mucha agua, y si no hay luz y hay calor, qué hacemos: tomamos agua y nos vienen otros problemas de salud”, señala.

Douglas Morales es un paciente renal y activista de derechos humanos de Barquisimeto que cruzó un río para entrar a Estados Unidos en 2022 con la esperanza de acceder a un trasplante. La reducción en la duración de las diálisis y la paralización del programa de procura de órganos lo forzaron a irse de Venezuela para salvar su vida. Morales comenta que al recibir su primera diálisis en EE. UU. sintió un cambio en su organismo.

“El tiempo regular de la diálisis debe ser de cuatro horas para que sea efectivo. En Venezuela, por el daño de las máquinas y las fallas de electricidad, solo dan dos horas o tres horas y media de diálisis. Cuando estaba allá todos los domingos yo me sentía mal. Con dolores de cabeza y estómago porque la sangre no estaba del todo limpia. Fuera del país, aparte de recibir las cuatro horas complementarias, recibí todos los suplementos y medicamentos que en Venezuela ya no llegan. Creo que eso afecta muchísimo la salud del paciente”, relata.

Los cambios no solo los sintió en su cuerpo. Sus valores en sangre mejoraron cuando recibió las diálisis durante cuatro horas y no sufrió interrupciones por la falta de electricidad, agua o averías en las máquinas. Morales recibió un trasplante de riñón en julio de 2024. Mientras tanto, los pacientes de la unidad de diálisis a la que acudía en Barquisimeto siguen conectándose a las máquinas de riñón artificial tres veces a la semana para mantenerse con vida y le envían mensajes para que replique desde el exterior las denuncias que hacen de las veces que sus terapias están en riesgo. 

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