Los precios «amigables» y las ofertas desde 20 % hasta 60 % de descuento son parte de las estrategias que aplican los vendedores para convencer a los clientes
«No quiero que mis hijos pasen un 24 de diciembre chimbo», expresa Johnny Colmenares, de 37 años y cuya familia vive en Caucagua, estado Miranda, mientras él reside en Catia y trabaja como mototaxista de lunes a viernes en Caracas. Los fines de semana viaja a la ciudad mirandina para abastecer y ver a su familia.
Su esposa, ama de casa, cuida a sus dos hijas, de 14 y 16 años, y a su hijo, de 4 años. Antes, él subía a Caracas desde Caucagua y bajaba el mismo día. «Eso era agotador», dice. Pese a que no ve siempre a su familia, ha preferido guardar las energías para trabajar y proveerla lo mejor posible, sobre todo en Navidad.
Tengo que ir recortando, gasto un poco menos en la comida, aunque sea para comprar algo que los niños puedan estrenar el 24
Johnny Colmenares, motorizado de transporte privado
Si bien ya tiene la mayoría de sus estrenos, los de sus dos hijas, aún le falta el regalo del más pequeño de la casa, pero está esperando a cobrar para comprarlo.
Johnny recorrió La Hoyada en búsqueda de camisas y pantalones. Sobre estos últimos, aprovechó una oferta de 3 piezas por 20 dólares. «Dos para ellas y uno para mi esposa», explica sobre las adolescentes, a quienes también les compró una blusa a cada una.
Para su hijo tiene los gastos previstos: unas bermudas y un pantalón, cada uno por 20 dólares, un par de zapatos de 25 dólares y una camisa de 5 dólares. «Entre eso, lo de mis hijas y mi señora serán como 100 dólares», repasa el mototaxista, cuyo viaje más reciente con un cliente del servicio para el que trabaja costó menos de 2 dólares.
Las jornadas de Johnny, quien lleva tres años trasladando personas, son exigentes. «Llego entre las 2:00 y 3:00 a.m. a la casa de mi abuela (en Catia) y, a más tardar a las 7:00 a.m., salgo otra vez», cuenta. Aunque duerme poco, sabe que debe seguir trabajando para cobrar y comprarle el estreno a su hijo.
Intentar seguir con la costumbre
Bajo el sol del mediodía, Wilmer Araque estaciona su moto en un rincón del Bulevar de Sabana Grande para descansar. El día anterior había recorrido el centro de Caracas en búsqueda de un juguete y los estrenos de su hija de 10 años, quien espera la llegada del Niño Jesús en Navidad.
Compré dos mudas, la del 24 y la del 31 de diciembre. Es algo que hacemos desde la infancia. Nuestros padres nos lo inculcaron, que siempre se estrenaba en esos dos días
Wilmer Araque, motorizado de transporte privado
El colega de Johnny tiene 20 años trabajando en el servicio de traslados privados. En ese período armó una cartera de clientes que se fue reduciendo por la migración venezolana. Con cada usuario que se va, él debe trabajar el doble para compensar la baja.
Con su hija tomada de una mano, Wilmer paseó por Los Techos Rojos y el mercado de San Jacinto mientras ella iba eligiendo cuáles blusas, pantalones y zapatos le gustaban. Entretanto, el padre observaba los comercios que cobraban de acuerdo a la tasa de cambio del Banco Central de Venezuela (BCV), a 51,35 bolívares, o aquellos que exigían al dólar paralelo.
«Me querían cobrar 60 bolívares por dólar, pero en el mercado hubo una tienda donde me aceptaron la tasa del BCV al pagar con divisas», explica. Entre las dos mudas, de 90 dólares en total, y dos pares de zapatos por 25 dólares cada uno, Wilmer gastó 140 dólares. Por el último viaje que hizo antes de tomar su descanso en Sabana Grande cobró menos de 5 dólares.
Ely Hernández, comerciante que tiene 14 años encargado de una tienda de zapatos con dos décadas de antigüedad en el bulevar, asegura que hay mucha afluencia de personas y competitividad entre los vendedores.
«Hay más compras para niños, sobre todo las sandalias y las zapatillas. También los zapatos deportivos de luces son bastante buscados en el mercado», comenta. Al frente de su tienda, tiene dos competidores que también varían sus descuentos y ofrecen diversos métodos de pago para vender sus productos.
Una de las madres que aprovechó estas ofertas fue Génesis Carmona, ama de casa con dos hijos, uno de 3 años y otro de 9 años. Acudió a un comercio de su confianza para comprar dos pares de zapatos con 35 % de descuento. «Pagué 30 dólares por ambos», cuenta, mientras revisa las cuotas que tiene pendientes en una aplicación móvil que le permitió pagar por plazos.
Gabriel Álvarez, empleado de un comercio informal del bulevar, dice que la facturación de la mercancía ha sido poca. El aumento «descomunal» del dólar y la limitada capacidad adquisitiva de los venezolanos son las causas por las que, según él, no ha logrado vender como en otras Navidades.
Si sus compañeros y él venden entre 50 y 80 productos al día, pueden obtener desde 600 hasta 800 dólares. Aunque reconoce que no tiene productos originales, asegura que la mercancía es de calidad y se aplica un «precio de amigo» para hacer más accesibles sus productos a los usuarios. Esta oferta «se debe a la situación” que vive Venezuela.
El flujo de personas ha sido abundante durante diciembre, pero no las ventas, esas han decaído mucho en comparación al año pasado
Gabriel Álvarez, vendedor ambulante de Sabana Grande
Así como vende, Gabriel también tiene que comprar los estrenos para su familia. Con 22 años es responsable de sus dos ahijados, quienes tienen 3 y 5 años. Aunque acostumbra a comprar ropa y calzado para los días 24, 25 y 31 de este mes y el 1 de enero, en el 2024 aún no ha podido cumplir con esa tradición.
«El año pasado gasté entre 150 y 180 dólares, este año voy por los 200 y aún no les tengo toda la ropa», explica. A falta de adquirir dos camisas para sus ahijados, aclara que ha estado haciendo las cuentas para que no falte la comida en la mesa.
La alimentación balanceada de los niños es su prioridad y es «el gasto más fuerte» que tiene. El Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM) reportó el 20 de diciembre que la canasta básica alimentaria se ubicó en 493,28 dólares.
«Un niño menor de 12 años tiene que comer frutas, verduras, proteínas y todo eso para su desarrollo, pero justamente es lo que cuesta más caro», expresa el padrino preocupado, quien siguió atendiendo a los clientes para ganar su comisión y completar lo que le falta de los estrenos.
Entre precios inflados y asequibles
A poco más de un kilómetro del municipio Libertador, Miguel Trujillo sale de una tienda del Centro Comercial El Sambil, en Chacao, con la mayoría de los 18 regalos que planificó comprar. «Estimo que cada uno costó 30 o 40 dólares», calcula, mientras su esposa busca el resto de estrenos para sus madres, tías y primas en la sucursal de una cadena española de ropa.
El productor de eventos de 45 años recordó que estuvo a inicios de noviembre en El Sambil. Tras recorrer tiendas de accesorios de bebé, de ropa para adolescentes y adultos, comprobó que los precios están hasta 30 % más caros.
«En este año, que a veces a uno lo invitaron para los cumpleaños, con 20 dólares tú podías comprar un regalito más o menos decente. Ahora es de 30 hacia arriba», afirma.
Para sus muchachos, un varón de 13 años y una niña de 7 años, su familia que vino desde el extranjero le compró los regalos. «Lo que le compraron a mi hija afuera costó tres veces menos que en la juguetería de aquí», expresa con sorpresa.
En la salida de una tienda departamental ubicada en La Trinidad, municipio Baruta, los clientes destacaron los precios baratos de los productos. Una señora de 65 años, quien prefirió reservar su identidad, compró un par de zapatos y unas sandalias por 28 dólares. Aunque estuvo conforme con su gasto, descartó comprar más estrenos.
Entre un pantalón y la comida, dejó de comprar lo primero. Más necesita uno la comida que la ropa
Sexagenaria baruteña que declaró bajo anonimato
Fuera de la misma tienda Karibay Velázquez, una emprendedora de 25 años, afirmó que hace compras contadas para que su hijo de 10 años no le falte ni la comida ni los estrenos. «Pagué por unas pantuflas 8 dólares y 3 dólares por unos boxers», explica sobre un gasto que le ha «pesado un poco» en su capacidad adquisitiva.
En otro municipio, El Hatillo, Yolanda y Erika Cazorla, de 31 y 30 años respectivamente, pasean por uno de los centros comerciales con más de quince compras en sus manos. «Llevamos para el 24, 25, 31, 1 y hasta más si se puede», cuenta la hermana mayor.
La estética y la calidad de la ropa y el calzado son las razones por las que gastaron alrededor de 450 dólares. Si bien tienen hijos y demás familiares, la hermana menor contó que algunos de los regalos que compraron no iban para ellos. «Esto no es solo para nosotros, sino también para los niños necesitados que también merecen su estreno en esta Navidad”.