El 23 de abril de 2019 ocurrió el primero de los tres naufragios que hasta el momento se conoce en las costas del municipio Valdez del estado Sucre. Tras esa tragedia se descubrió una red de trata de personas en esa zona pesquera del oriente de Venezuela

Por: Yesenia García

Ana Arias vive sus días esperando que su hija abra la puerta de su casa en Cumaná, estado Sucre. “Su cuarto y sus ropas están iguales. Le he ido comprando algunas cosas, esperando en Dios que esté pronto de regreso”, relata con voz entrecortada Ana del Valle Arias. Ella es la madre de Luisannys José Betancourt Arias, quien este 23 de abril cumple dos años desaparecida tras el naufragio de la embarcación Jonnalys José.

Ese bote partió desde el sector La Playita en Güiria, municipio Valdez del estado Sucre, hacia Trinidad y Tobago un 23 de abril de 2019. Posterior a ese naufragio, se conocieron dos más en las mismas costas: el del bote Ana María, ocurrido el 16 de mayo de 2019, y el de Mi Refugio, el 12 de diciembre de 2020.

Luisannys es una de las cinco adolescentes que abordaron la embarcación que salió a eso de las 11:00 pm con 33 personas más rumbo a Trinidad. Salió de forma ilegal, como lo hace un estimado de 40 personas al día desde los muelles no autorizados para el zarpe de embarcaciones en Güiria, según reportan pescadores a El Pitazo.

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La tragedia del Jonnalys José dejó a una adolescente muerta y a 28 desaparecidos. Pero también mostró al mundo las dos realidades que se viven en esta zona pesquera del oriente de Venezuela: el delito de la trata de personas y la huida del país buscando un mejor futuro.

Ese 23 de abril de 2019, antes del naufragio, la embarcación recorrió cuatro muelles improvisados buscando pasajeros. Pescadores afirman que se trata de una práctica habitual y que da cuenta de la clandestinidad de los viajes de dos horas hasta Puerto España. Para Ana y el resto de los familiares de las víctimas, el tiempo se detuvo cuando la embarcación desapareció en las turbulentas aguas de Boca del Dragón, el trayecto más peligroso de esa travesía: allí se unen las aguas del río Orinoco con las del Mar Caribe y el Océano Atlántico.


Su cuarto y sus ropas están iguales. Le he ido comprando algunas cosas, esperando en Dios que esté pronto de regreso

Ana del Valle Arias, madre de Luisannys José Betancourt Arias desaparecida tras el naufragio del bote Jonnalys José

La tragedia

Luisannys desapareció a los 15 años de edad. La joven nunca dio señales de que se iría de casa. De hecho, la noche que la vio por última vez llevaba una bata de dormir. Salió a casa de su abuela por una camisa acompañada de una prima y una amiga. Un día antes, 22 de abril, le escribió este mensaje de texto a su madre: “Mami, te quiero mucho, te extraño mucho. Eres la mejor”.

Ana supo que su hija iba en la embarcación porque el 25 de abril una joven, que se identificó como María Isabel Pinto, la llamó para decirle que su hija se ahogó junto a otras cinco adolescentes.

Sobre las causas del naufragio hay dos versiones: una de ellas es que dos olas voltearon al peñero cuando se quedó varado en alta mar porque un motor falló y la otra es que las olas hicieron zozobrar a la embarcación cuando el capitán se detuvo a realizar una llamada telefónica. Lo cierto es que ninguna hipótesis está confirmada y que al menos nueve personas están detenidas: Beatriz Elizabeth Alcalá, de 46 años de edad; Deyson Alexander Alleyne, Daniela Josefina Luces, Ornella Milagros Martínez, Yaritza del Valle Romero, Dignora del Valle Romero, Carlos Enrique Laffont, capitán del bote; Ingrid José Martínez y Adrián Eduardo Pacheco.

A todos los señalan por los delitos de trata de personas con fines de explotación sexual y asociación para delinquir. El capitán tiene uno adicional: homicidio intencional por el hallazgo de una adolescente encontrada muerta en alta mar.

Pero el caso no avanza. Los familiares explican que las audiencias son diferidas y denuncian que no les dan respuestas sobre los avances de la investigación. Sostienen que a dos años del naufragio los detenidos no hablan sobre el destino de los 28 desaparecidos.


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Una acción que se repite

Las salidas ilegales no cesan en Güiria. Habitantes afirman que al día salen 2 embarcaciones con 30 o 40 personas a bordo con destino a Trinidad. Son personas que buscan reencontrarse con sus familiares, comprar alimentos o tener mejores ingresos para subsistir en Venezuela.

En Güiria sale más económico viajar a Trinidad que vivir en el pueblo. Así lo asegura una residente, que prefiere omitir su nombre por seguridad y que conoce del tema. Explica que la mayoría de los jóvenes migran por los altos costos de los alimentos, ropa y medicinas. La gente subsiste de las remesas y de las cajas de comidas enviadas desde la isla.

“Ahora la salida de personas aumentó porque los precios de los servicios de encomienda en embarcaciones aumentaron. La gente optó por reunir dinero para que sus familias viajen. Pero no es sólo nuestra gente la que sale, aquí llegan personas de otras zonas del país”, afirma.

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Los botes pesqueros de madera usados para los viajes miden ocho metros y su fuerza depende de la cantidad de motores. Marcos viaja ilegalmente en uno de ellos. Su identidad está protegida por seguridad. Contó a El Pitazo, el pasado 16 de abril, que cada viaje cuesta 350 dólares.

Señala que los viajes se organizan con días de anticipación y un tercero es quien notifica el día y lugar de salida a los pasajeros, que en su mayoría se trata de personas que han empeñado hasta sus casas para viajar. “En una embarcación de esas deberían ir 10 personas, pero van hasta el triple”.

Marcos coincide con la residente en las razones de los viajes y agrega que la dolarización de los alimentos aumenta las carencias en el pueblo. “En Güiria es un secreto a voces que las jovencitas se van porque allá (Trinidad) si van como prostitutas les ofrecen comida, ropa y también le asignan una cantidad de dinero que envían a sus familias”, refiere.


Ahora la salida de personas aumentó porque los precios de los servicios de encomienda en embarcaciones aumentaron. La gente optó por reunir dinero para que sus familias viajen. Pero no es sólo nuestra gente la que sale, aquí llegan personas de otras zonas del país

Residente de Güiria

Trata de personas

El naufragio de la embarcación Jonnalys José hizo público el delito de trata de personas en Venezuela. Ana Arias asegura que su hija está secuestrada por una red que trafica personas y aunque no tiene pruebas, se deja llevar por versiones de algunos familiares que dicen que los desaparecidos fueron vendidos en otro país.

Yosqueili Zurita, de 16 años de edad, sobrevivió a ese naufragio porque durante dos días se aferró a dos pimpinas de gasolina. Hace un año, Keila Cedeño aseguró a El Pitazo que el 19 de marzo de 2020 su hija fue llevada a Trinidad para prostituirla.

“Cuatro hombres, entre ellos uno apodado Oscarito, entraron a mi casa peleando y dando golpes. Me escapé al comando de la Guardia Nacional y cuando llegué con los funcionarios mi hija ya no estaba”, explica Keila, quien antes de eso recibió amenazas de muerte tras el rescate de su hija en alta mar.

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Dos días después de ese episodio, Keila recibió una llamada de Yosqueili. Ella afirmaba que estaba en Trinidad, que fue vendida por 200 dólares y que “para regresar debía pagar lo que gastaron en ella”, narró esa vez su madre. El Pitazo intentó contactar a Keila para conocer los avances de su caso, pero la comunicación no fue posible. Lo único que se supo fue que ni los organismos de seguridad ni el Ministerio Público le prestaron atención el año pasado.

La convicción que mostró Keila esa vez es la misma de los familiares de otros desaparecidos en alta mar. Uno de ellos es Isidro Villegas, presidente del Comité Nacional de Familias Víctimas de las Desapariciones Forzosas en las costas de Venezuela. Es padre de Andy Villegas, quien desapareció junto a 32 personas a bordo del bote Ana María, que naufragó el pasado 16 de mayo de 2019 en las mismas costas.

De ese caso, Villegas afirma que los desaparecidos están vivos y fueron secuestrados. “Al cuarto día de la desaparición, descartamos el naufragio porque en la zona no hubo rastros de la embarcación”, dice.


Para tratar de mermar la migración en la zona y que estas personas que sufren víctimas de la trata y migración forzada, abrimos la casa en el sector Punta de Paria. Es un lugar donde cuentan con hospedaje, alimentación, servicios médicos, artículos de aseo, los programas de Cáritas y la eucaristía para el reencuentro con Dios

Padre Jesús Villarroel

El director de Cáritas, padre Jesús Villarroel, tiene una versión del por qué Güiria es una zona de trata de personas. El pasado 14 de diciembre de 2020, dijo a medios de comunicación nacionales, que la precariedad económica facilita este delito, así como el intercambio comercial de migrantes.

“Para tratar de mermar la migración en la zona y que estas personas que sufren víctimas de la trata y migración forzada, abrimos la casa en el sector Punta de Paria. Es un lugar donde cuentan con hospedaje, alimentación, servicios médicos, artículos de aseo, los programas de Cáritas y la eucaristía para el reencuentro con Dios”, expuso.

Dios ha sido el punto de fuerza para Ana. Mientras pasan los días, reza para que Luisannys abra la puerta de su casa. Pero también suma esfuerzos para que las autoridades aceleren las investigaciones. Un grupo de familiares planea viajar a Caracas y llegar hasta el Ministerio Público para exigir respuestas de lo que realmente pasó.

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