Ofrecer productos a los vecinos y recibir el pago a final de semana o de mes es una práctica muy usual en los pequeños negocios de los sectores populares de la ciudad capital. Los comerciantes también esperan que las marcas les den oportunidades de pago a crédito para surtir sus negocios y ofrecer más variedad a sus clientes
«Rechazada. Pero si quieres, llévatela y me la pagas después», dice el vendedor de la bodega luego de que el banco no procesó el pago de un vecino. Era solo una harina PAN, y el vendedor lo anotó en una pequeña lista. Tenía otras personas y diferentes montos. «Si no doy ‘fiao’ pierdo la venta», afirma el trabajador de un pequeño abasto en Catia, en el oeste de Caracas, quien prefirió reservar su nombre
Esta escena se repite constantemente en las bodegas y abastos de zonas populares caraqueñas. De esa forma se desarrolla un sistema de venta basado en la confianza entre los mismos vecinos de una comunidad: el fiado, o «fiao», como se suele pronunciar en Venezuela.
«Pedir fiao en Venezuela es solicitar un pequeño crédito en un comercio o bodega de plena confianza», señala el Diccionario venezolano de Alejandro Liendo. Señala que se trata de una costumbre arraigada en los pueblos venezolanos y que se usaba hace bastantes años, pero no especifica cuántos.
Yo estaba inscrita en Emprender Juntos, pero son puras charlas y no se ve el fruto
Melina Muñoz, comerciante de Baruta
«Los dueños de negocios, bodegas o ventas de víveres les daban la facilidad a las personas de pagar lo que compraban al final de cada mes», dice el Diccionario venezolano. Con este sistema son los mismos vendedores los que determinan a quién otorgarle el beneficio, por cuánto tiempo y hasta qué monto se puede ofrecer mercancía para pagar después.
«La gente se lleva la mercancía entre semana y paga los fines de semana. Si no vendemos a crédito, no vendemos», cuenta Melina Muñoz, dueña de una bodega en el casco central de Baruta, en el sureste de Caracas.
Carla Torres también tiene una bodega en el 23 de Enero, en el oeste de la ciudad capital. El «fiao» es una de las opciones que ofrece para retener a sus clientes y para mantener sus ventas. «Yo les doy un mínimo de una semana para pagar y un máximo de 15 días», comenta a El Pitazo.
La vendedora explica que en estos momentos los montos se mantienen iguales en el tiempo concedido por la estabilidad del dólar, pero para evitar pérdidas les pasa a sus clientes las cuentas en dólares, y en caso de que un producto aumente de precio, cobra la diferencia. «Mis clientes están conscientes de que todas las cosas fiadas tienen un costo un poquito mayor, aunque es rara vez cuando sucede eso», explica.
La gente se lleva la mercancía entre semana y paga los fines de semana. Si no vendemos a crédito, no vendemos
Melina Muñoz, comerciante de Baruta
Pero dejar mercancía fiada depende también del nivel de confianza entre el comprador y el vendedor. «Hay que dar crédito a quien se gane la confianza. Uno debe saber a quién fiarle», comenta Torres.
«A él se lo dejo porque yo sé que paga puntualmente, pero no todo el mundo es así. Yo quiero comprar un cartel que diga que no se fía, porque hay personas que se aprovechan», explica, por su parte, el vendedor de Catia, quien además se queja de otro vecino que pasó por la otra calle con un producto alimenticio en la mano. «Mira a ese. Sabe que nosotros también tenemos sal, pero prefirió comprarla en otro lado porque nos debe”, señala mientras continúa arreglando los productos en su mostrador.
Paradójicamente, Carla Torres considera que los clientes con mayor estabilidad laboral y mejor sueldo son los que más se tardan en pagar, mientras que los que devengan sueldo mínimo o tienen menores ingresos son los más puntuales.
Para mejorar su sistema de venta, esta comerciante establece un límite para cada cliente, que puede ir de 20 a 100 dólares, dependiendo de su puntualidad. «Hay compradores que me dicen que cobran los viernes, y yo les doy el producto porque no vendería. Los viernes y los sábados es cuando recojo lo que he despachado en la semana para poder volver a invertir. Vivimos por semana», agrega Muñoz.
¿Qué compra la gente?
Para los vecinos de sectores populares, las bodegas son negocios para resolver necesidades de última hora o sitios a donde pueden recurrir cuando tienen la urgencia de adquirir un producto, pero no cuentan con el dinero en el momento.
«Generalmente, yo voy por cosas muy puntuales: harina PAN, papel de baño o chucherías», explica Victoria Alfonso, una analista de seguros y cobranzas que habita en el sector Los Frailes de Catia. Ella asegura que prefiere comprar en el Mercado Popular de Catia o en sus adyacencias, porque en los negocios cercanos a su casa los precios son más altos.
Como «un resuelve de última hora» califica David Castillo las bodegas. Es habitante de El Cementerio y acude a alguno de los tres abastos que hay cerca de su casa a comprar productos que necesite con urgencia en horas de la noche.
2017: HIPERINFLACIÓN Y ESCASEZ EN VENEZUELA
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En el cuarto trimestre de 2017 el país entró oficialmente en hiperinflación. La inflación anual de ese año fue de 862,6 %. Esa tasa anual se disparó en 2018 y cerró en 130.060 %, según cifras oficiales.
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Desde 2019 este indicador fue disminuyendo, pero manteniéndose en niveles todavía elevados.
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Desde 2017 el país también enfrentó una fuerte escasez de productos básicos y medicinas. Eran usuales las colas a las afueras de comercios que vendían este tipo de mercancía a precios regulados, que además despachaban por terminal de número de cédula. La migración de venezolanos no se hizo esperar.
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La dolarización de facto, que se profundizó después del apagón de 2019, y el boom de los bodegones que surgió a partir del año 2020, permitieron nuevamente el abastecimiento en el país, liderado por productos importados. El control del precio del dólar por el Banco Central de Venezuela (BCV) ha permitido, de manera artificial, contener la inflación.
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Venezuela ha atravesado dos reconversiones monetarias desde 2017: una en 2018, cuando el BCV le eliminó 5 ceros al bolívar, y otra tres años más tarde, cuando se suprimieron 6 ceros más de la moneda venezolana. Este especial de 10 años de Maduro en el poder resume este punto..
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Venezuela salió oficialmente de la hiperinflación en enero de 2022, pero los niveles de inflación siguieron siendo elevados, por lo menos hasta el último trimestre de 2023. Aun así, la capacidad de compra de los venezolanos se ve limitada por el bajo poder adquisitivo, tal como se explica en esta nota.
Harina de maíz, café, azúcar y huevos son los productos alimenticios más populares en las bodegas, según coinciden los comerciantes y vecinos consultados por El Pitazo. El papel higiénico es otro de los más buscados. Para Carla Torres, las chucherías son los productos que le dejan más ganancia y que más rápido se venden.
Torres ofrece en su negocio marcas de trayectoria, como las de Polar, y productos de más reciente fabricación, como las harinas de maíz Kaly y Micaela, ambas venezolanas. «Hay gente que prefiere la harina PAN, pero otros tienen menos recursos y se llevan Kaly o Micaela, que también son buenas», señala.
«La gente busca lo más económico. Por lo menos en cuanto a las harinas, últimamente la gente compra Kaly, Juana…, marcas que no son malas y son un poco más económicas que la de Polar», añade Muñoz.
Las distribuidoras de algunas marcas nos dan una semana para pagar
Carla Torres, comerciante del 23 de Enero
«Yo compro harina PAN porque me gusta más, pero veo que la gente compra mucho Kaly», coincide Alfonso, quien también tiene tres bodegas en los alrededores de su casa, a las que acude cada dos semanas o incluso menos.
Castillo, en tanto, dice que como comprador busca productos alimenticios de mayor calidad en la medida en que pueda pagarlos; sin embargo, en artículos de aseo e higiene personal no suele preocuparse y por eso no se enfoca en marcas.
Un informe de una empresa del sector alimentario de noviembre de 2023 señala que la superinflación y devaluación vivida a partir del 2017 generó en la población una desigualdad que ahora la obliga a rendir su presupuesto al máximo para lograr cubrir sus necesidades de vida. Esta realidad causó que marcas nuevas con calidad aceptable y con un precio más bajo que otras locales fueran desplazadas por el consumidor.
Hay gente que prefiere la harina PAN, pero otros tienen menos recursos y se llevan Kaly o Micaela, que también son buenas
Carla Torres, comerciante del 23 de Enero
«Esta situación ha presionado la búsqueda continua de menores costos y precios en toda la cadena de comercialización, causando incluso su ruptura y favoreciendo el crecimiento de la informalidad a fin de lograr esos mejores precios para intentar capturar la demanda», dice el reporte al que tuvo acceso El Pitazo.
Según ese documento, todavía persiste la presencia de productos importados, que representan entre 30 % y 35 % del total de la canasta de compras frente a 65-70 % de productos nacionales.
Algunas marcas también dan «fiao»
Melina Muñoz precisa que la falta de opciones de crédito de algunos distribuidores le impidió continuar con la venta de ciertos productos, especialmente alimentos. Por esa razón ahora se enfoca en la venta de chucherías, refrescos, y agrega otras opciones, como impresiones y fotocopias.
«Antes daban créditos, pero ahora hay que pagar de contado, y todo debe ser por bultos para conseguir mejores precios», relata. Añade que las distribuidoras le permitían cancelar los productos hasta 15 días después de recibida la mercancía, lo que le dejaba un tiempo para recolectar la ganancia y pagar a la empresa.
Para Carla Torres esa es una de las opciones que le facilita el abastecimiento de su negocio en el 23 de Enero. «Las distribuidoras de algunas marcas nos dan una semana», precisa.
Si no doy ‘fiao’ pierdo la venta
Comerciante de Catia
La situación para Muñoz cambió después de la pandemia, cuando sus proveedores se redujeron porque no todos continuaron con esta modalidad de pago. La respuesta que le dan los distribuidores es que no pueden volver a esa dinámica.
Además señala que algunas empresas le exigen el pago hasta con 15 días de antelación, como es el caso de una distribuidora de refrescos. «No me sirve porque son 15 días que tienen el dinero retenido y la idea es que se mueva la plata», indica.
Los plazos de pago de las empresas que le siguen ofreciendo crédito a Muñoz tampoco coinciden con los tiempos de venta de los productos, pues considera que desde el último trimestre del año pasado las ventas han disminuido considerablemente.
Muñoz afirma que un bulto de harina de maíz, por ejemplo, lo puede vender en tres o cuatro días, pero muchas veces el tiempo que le da la distribuidora para pagar es de tres días. «La caja de huevos cuesta 60 dólares y no la vendo en tres días; por eso también he dejado de vender esos productos».
Para los clientes consultados por El Pitazo, los abastos y bodegas son negocios para adquirir productos que se requieren con urgencia | Foto Katherine Dona
Bajas ventas
Melina Muñoz dice que las ventas bajaron considerablemente desde el último trimestre de 2023, razón por la que debe optar en su negocio por productos de mayor rotación. «Es peor que en la pandemia, porque a pesar de que en esos días trabajábamos por horarios, se vendía un poco más que ahora. Las ventas están tan malas que uno busca productos que se vendan más, que no se estanquen», afirma.
Torres coincide, y por eso aprovecha los días próximos a las quincenas para dejarle a la clientela los productos fiados, justo los días en los que muchos de sus clientes ya no cuentan con el dinero para adquirir los productos que necesitan. «El mes tiene sus altas y bajas. Cuando estoy más cerca de la quincena doy crédito, porque la gente paga puntualmente cuando cobra».
Una encuesta de la misma empresa del sector alimentario a sus clientes confirma esta percepción. El 52 % de ellos indica que la reducción de ventas se ubicó entre 10 % y 30 % para septiembre de 2023, y un 35 % señala que es entre 30 % y 50 %.
Este estudio destaca que el Área Metropolitana de Caracas presenta el mayor porcentaje de abastos y bodegas cerrados: alcanza el 48 %. La falta de rentabilidad, problemas financieros y competencia agresiva son las principales causas.
A pesar de las bajas ventas, el informe detalla que las bodegas y abastos siguen siendo una de las vías de comercialización más utilizadas por la ciudadanía porque son parte de uno de los canales tradicionales de consumo masivo, que en 2023 representó en conjunto más de 75 % de sus ventas. «Si bien en los últimos siete años estos tuvieron su pico más alto, en el 2021 y 2022, a la fecha siguen teniendo un tercio de las compras de los hogares en el país», apunta el reporte.
Muchas charlas y pocos créditos bancarios
Sobre el anuncio de créditos a bodegas realizado por el mandatario Nicolás Maduro a principios del mes de marzo, Muñoz considera que ese tipo de programas implican la asistencia a un gran número de charlas y no se ven los resultados a corto plazo.
«Yo estaba inscrita en Emprender Juntos, pero son puras charlas y no se ve el fruto. Me metí en uno y estoy yendo a las charlas. Vamos a ver», relata. En caso de recibir un crédito, lo invertiría en más mercancía, asegura. Otros vendedores no han considerado la idea de inscribirse en alguno de esos programas. «Sinceramente, no he averiguado», afirma el vendedor de Catia que prefirió el anonimato.
A pesar de los obstáculos, las bodegas y abastos son la vía más inmediata que tiene la población para acceder a los productos dentro de sus comunidades, forman parte de la dinámica social en sectores populares, y como parte de este sistema, el «fiao» sigue siendo un punto importante.