La hallaca se convirtió en otro símbolo que la diáspora venezolana ha llevado a distintas partes del mundo. Así como la arepa, la empanada o el tequeño, durante los días de Navidad este plato criollo estará en la mesa de millones de migrantes esparcidos en 300 ciudades del mundo
Equipo de Corresponsales: María E. Díaz, Los Llanos; María G. Danieri, Los Andes; Yesenia García, Oriente y Edwin Urdaneta – Zulia
La principal tradición venezolana en diciembre es preparar hallacas, el plato típico relleno con guiso de verduras, carnes, especias y toques dulces. Esta propuesta culinaria, convertida en el menú de las fechas más importantes del mes en nuestro país, ha trascendido sus fronteras y gana cada vez más espacio en el mundo.
Y es que millones de migrantes venezolanos replican en cada poblado de los países de acogida la elaboración de hallacas y platos con sello criollo a propósito de las festividades decembrinas.
En unos 90 países la hallaca representa el sustento de los migrantes, porque muchas familias las venden para subsistir. Así como la arepa, el queso blanco, el tequeño y la empanada, la multisápida es una bandera culinaria que se elabora durante la temporada decembrina, de manera especial para encuentros sociales y familiares.
Ender Mejía, ingeniero trujillano radicado en Buenos Aires, Argentina, desde hace tres años y ocho meses, refiere que pone en práctica la sazón aprendida en su hogar. Hacer el guiso con garbanzo y chayotas para las hallacas, así como asar un trozo de pernil, son platos que no cambia en medio de las costumbres del país donde labora.
Acá aprendí hacer pan de jamón, porque no es tan popular. Lo que más extraño es el sabor de los platos. Aunque consiga los ingredientes, el sabor no es el mismo
Ender Mejía, trujillano en Argentina
«Mi primer diciembre acá fue difícil. En Argentina era escaso la harina de maíz, alcaparras, pabilo y hojas de plátano. De conseguirlo, era costoso” contó el joven, quien estudió en la Universidad de Los Andes, en Mérida, y vivió unos 10 años en Caracas, antes de su partida al extranjero.
En su segundo año en el país suramericano, se juntó con amigos venezolanos para preparar los platos. Conforme transcurren las navidades, con cada vez más venezolanos en Buenos Aires, los ingredientes comenzaron a ser más comunes en anaqueles, restaurantes y ventas por encargo.
“Acá aprendí hacer pan de jamón, porque no es tan popular. Lo que más extraño es el sabor de los platos. Aunque consiga los ingredientes, el sabor no es el mismo”, refirió Mejía.
“Pese a que no voy a estar en mi hogar con toda mi familia y no habrá algarabía en las calles, como allá en Venezuela, evocaré las tradiciones de mi país en mi mesa y lo haré con mi mamá, pareja y amigos”, relató el trujillano.
Del fogón carupanero a las mesas de Colombia y México
Los carupaneros migrantes también atesoran la tradición culinaria. Hace casi tres años la cantante y locutora Johanna Betancourt tomó la decisión de salir desde Carúpano, estado Sucre en el oriente venezolano, rumbo a México. Le fue difícil adaptarse a las costumbres en el país azteca. La cantante de la banda La Sonora Dinamita explica que la sazón propia del oriente venezolano la llevó a su nuevo hogar, más aún cuando se llevó a su madre e hijas. Apunta que en el estado Sucre y la isla de Margarita suelen adicionarle a la hallaca cazón o pepitonas.
“Nosotros no comemos en la noche de Navidad el típico pavo o ensalada de pera mexicana, sino que hacemos nuestras hallacas de cochino, horneamos pernil, ensalada de gallina y buscamos pan de jamón hecho por venezolanos que se establecieron acá y se ganan la vida ofreciendo comida venezolana. Tratamos de tener en la mesa los sabores de nuestro país”, refirió conmovida.
Nosotros no comemos en la noche de Navidad el típico pavo o ensalada de pera mexicana, sino que hacemos nuestras hallacas de cochino, horneamos pernil, ensalada de gallina y buscamos pan de jamón hecho por venezolanos que se establecieron acá y se ganan la vida ofreciendo comida venezolana. Tratamos de tener en la mesa los sabores de nuestro país
Johanna Betancourt, carupanera en México
Dionymar García, también oriunda de Carúpano, se radicó en Bogotá, Colombia, una de las ciudades con más migrantes venezolanos en todo el mundo, según el Observatorio de la Diáspora Venezolana y donde las hallacas se elaboran en distintas zonas. La cercanía a Venezuela permite conseguir productos de la misma calidad y sabor.
Aseguró que los venezolanos migrantes preservan la identidad culinaria, aunque ella ha debido acostumbrarse a la gastronomía local.
“Es tradición en Colombia colocar velas los 7 de diciembre, igual que comer tamal boyacense, que es envuelto en hojas de plátano con una mixtura de harina de maíz. Esto se rellena con muslo de pollo, arvejas cocidas, arroz y otros ingredientes. A este plato le falta el sabor oriental y sobre todo el sazón de mi mamá”, expone.
En su caso se reunían hermanos, sobrinos y padres a festejar la fecha. Extraña la hallaca con guiso de cochino, alcaparra y aceituna que su mamá elabora.
En Chile y Ecuador: Navidad con sazón venezolano
Adriana Galindez se resiste a comer los 24 y 31 de diciembre el plato navideño chileno que consta de pavo o pollo relleno, el pan de pascua con fruta troceada, ponche de chirimollas o la popular bebida llamada cola de mono. Desde que pisó la región metropolitana en Santiago, se unió a sus amigos y vecinos que emigraron desde el sector Juan de Dios González, en San Carlos de Zulia en el municipio Colón, al occidente del país.
Allá vive con su esposo Mario Duque, con quien lleva 13 años de unión matrimonial. Chile es el segundo país que la acogió después de Colombia.
Indicó que la diáspora en esa nación se ha enfocado en mantener la identidad culinaria: la hallaca con su guiso y masa propia de la región zuliana, el pan de jamón y los dulces. Asegura que hay quienes las venden por encargo, y otros que las hacen para comerlas el día del nacimiento del Niño Jesús o cuando despiden el año, lo que en su natal pueblo llaman el cañonazo. La tradición entre venezolanos además es hacer un festejo, para rememorar la costumbre.
A diferencia de Adriana, Leonardo Gómez Sandoval, natural del municipio Páez del estado Apure, en los llanos venezolanos, radica junto a su familia en la provincia de Guayaquil, en Ecuador, cerca de otros cientos de venezolanos. Gómez es locutor y periodista y reveló que algunos de sus familiares subsisten vendiendo arepas y platos criollos en suelo ecuatoriano. Para Leonardo, estos tiempos son de profunda tristeza, pero también enseñanza. En esa población, donde las bebidas achocolatadas y el pavo son la tradición entre los comensales, ellos la alternan con la elaboración de las hallacas tradicionales. Al menos, los 31 de diciembre parte de su familia la come y se abrazan a medianoche para recibir el año nuevo. También agrega que en ese país es común observar arbolitos encendidos y calles adornadas. Algo muy tradicional en Ecuador es la quema de monigotes, lo que en Venezuela se conocen como Año Viejo, quemados para simbolizar la despedida del año que recién culmina.
En Almería, España, comen hallacas y escuchan gaitas
Unos 500 venezolanos radicados en la provincia española de Almería, donde predominan platos con pescadería de mar, degustan las hallacas desde que pisaron el continente europeo. La receta la atesoran mientras forjan un futuro mejor lejos de su nación de origen.
Esta será la tercera Navidad que pasará en ese municipio de España Karelis Guerrero. Ella tiene 34 años de edad, es estudiante de gerontología y se dedica al cuidado de abuelos. Su arribo a Europa lo debe a Jesús Rodríguez, quien le propuso matrimonio vía internet, en un chat por redes sociales.
Asegura que cada diciembre sus paisanos se reúnen y aportan el menú típico decembrino, incluidos: ponche de crema, pernil, ensalada de gallina y pan de jamón. Indica que una Navidad en España consiste en reuniones de familia: comen uvas, cenan y luego duermen. Cada uno aporta una receta. Sin embargo, después de medianoche, Karelis arma su pachanga. De hecho para este año incorporaron el primer gaitazo. El evento consistió en la venta de entradas y una celebración donde venezolanos cantan las canciones distintivas de Navidad y otros éxitos. «Esta fiesta nos hace sentir en casa. Aquí siempre escuchamos gaita, salsa y los éxitos bailables», indica Karelis.
Como soy de Santa Bárbara de Zulia, hago las mías de plátano como las aprendí hacer en casa. Me dicen acá que de dónde saqué ese invento…Aquí los ingredientes se consiguen, no con el mismo sabor como en nuestro país, pero tenemos a disposición lo deseado y le ponemos nuestra sazón
Karelis Guerrero, zuliana en España
Sobre el menú criollo indicó que entre migrantes elaboran hallacas con la sazón de Falcón, las típicas hechas de Caracas y otras denominadas margariteñas. “Como soy de Santa Bárbara de Zulia, hago las mías de plátano como las aprendí a hacer en casa. Me dicen acá que de dónde saqué ese invento”, dijo a El Pitazo. “Aquí los ingredientes se consiguen, no con el mismo sabor como en nuestro país, pero tenemos a disposición lo deseado y le ponemos nuestra sazón”, enfatiza Karelis.
Extraña el dulce de limonsón, pues en esa nación no ha encontrado el cítrico del que se extrae la corteza blanda para cocinarla con azúcar, clavitos de olor y canela. Guerrero creó la marca personal Una Maracucha en España.
Guerrero también dirige Venezolanos en Almería, una asociación que orienta a los venezolanos recién llegados sobre dónde conseguir refugio y los pasos para legalizar su situación migratoria.
Platos navideños de Venezuela en todo el mundo
Tomás Páez Bravo, sociólogo y coordinador del Observatorio Venezolano de la Diáspora Venezolana, apunta desde Madrid, España, que la hallaca se ha vuelto un distintivo en cientos de ciudades del planeta.
Pormenorizó que en distintas provincias españolas hay unos 400.000 venezolanos, y este plato que exalta la mesa venezolana es común en diversas temporadas del año.
“La diáspora es ganancia”, con esta frase Páez Bravo, con un doctorado en planificación, resume cómo en el contexto migratorio, tanto los países que acogen migrantes como el de origen ganan en producción, talento y relaciones.
“La presencia de venezolanos agrega pluralidad, diversidad, espacios de encuentro. Es notorio que los países con más presencia de migrantes nuestros se elevará el Producto Interno Bruto”, agrega.
De acuerdo con el monitoreo hasta noviembre de 2018, al menos 5,7 millones de ciudadanos salieron de Venezuela debido a las precarias condiciones económicas. Esta realidad forzó el desplazamiento de ciudadanos hacia 300 ciudades en 90 países del mundo, donde la constante será una Navidad con una producción extendida de hallacas, pero también de pan de jamón y el resto del menú particular de cada región.
Estima que para el año 2020 el éxodo sobrepase los 6.000.000 de migrantes. Indicó que de acuerdo con la interacción que este observatorio tiene con más de 1.000 asociaciones diaspóricas en los cinco continentes, la migración ha servido no sólo para llevar los platos navideños a comensales en todo el planeta, sino que quienes están laborando y emprendiendo envían recursos económicos a sus familias para que éstos puedan hacer su cena en Venezuela.
Apuntó además que muchos países han reportado un crecimiento en la producción de arroz blanco de mesa y de aguacate, que también son comunes de la dieta del venezolano.