Cuba ha logrado consolidar un entramado de negocios con el Gobierno angoleño usando como materia prima a los profesionales de la Isla. Los acuerdos son altamente beneficiosos para el Gobierno en La Habana, pero ni los ciudadanos ni los profesionales, obligados a trabajar en condiciones abusivas, ven los beneficios de esos acuerdos

elTOQUE

El doctor cubano Emilio Arteaga recuerda su paso por Angola como la peor de las tres misiones internacionales en las que estuvo. No olvida la sensación de ahogo, una pérdida irreparable y la “militarización del ejercicio de la medicina” como parte del engranaje de la Corporación Antillana Exportadora S. A. (Antex), que lo contrató como psiquiatra de 2013 a 2015.

Angola es el segundo mercado para la exportación de recursos humanos con importancia estratégica para La Habana, después de Venezuela. Allí, Cuba ha logrado “proyectar su influencia política, ideológica y militar en una lucha poscolonial trascendental, a la vez que (ha obtenido) importantes beneficios económicos de parte de un Estado con reservas petroleras y riquezas naturales significativas”, explica María Werlau, directora ejecutiva de la ONG Archivo Cuba.

Según los datos oficiales, en 2023 había 2.056 colaboradores cubanos trabajando en el país africano, de los cuales el 85% pertenecían a los sectores de la Salud y de la Educación. Los profesionales, que son contratados por Antex, brazo ejecutor del conglomerado empresarial Grupo de Administración Empresarial (Gaesa) de las Fuerzas Armadas de Cuba, han significado el ingreso a la Isla de al menos 1.808 millones de dólares por servicios profesionales en los últimos 12 años.

Antex además se relaciona con al menos ocho empresas estatales cubanas registradas en Angola y otras dos registradas en el Principado de Liechtenstein. A través de estas, Cuba ha prestado servicios en más de 30 sectores al gobierno angoleño. En total, la operación de Antex en Angola ha producido cerca de 6.755 millones de dólares en los últimos 25 años.

Esta investigación de elTOQUE con el apoyo de CONNECTAS muestra cómo la ejecución de estos acuerdos y negocios binacionales se han caracterizado por la violación de varios derechos laborales y humanos a los profesionales cubanos que sirven como operadores del entramado comercial en Angola. Por ejemplo, el Gobierno cubano controla el acceso a sus honorarios y les prohíbe relacionarse con personas que tengan valores distintos a los de la revolución cubana o movilizarse sin autorización de un superior en sus tiempos libres. Incluso el contrato restringe la posibilidad de matrimonios o el reconocimiento de hijos en este país.

Para esta investigación se habló con más de una docena de profesionales que estuvieron en Angola, se accedió a las orientaciones emitidas por la jefatura de Antex y se revisaron contratos y acuerdos bilaterales en el periodo de más auge para corroborar el abuso al que son sometidos los trabajadores cubanos.

“En Angola me sentía asfixiado”, cuenta hoy Arteaga. “Me ahogaba, era un estado de opresión que me hacía preguntarme ‘qué hago aquí’”. El psiquiatra, como varios colegas, profesores e ingenieros consultados para esta investigación, cuentan lo que sufren los profesionales cubanos en el país africano: acoso laboral, vigilancia continua y castigos por cómo usan su tiempo libre; restricción del uso de su salario, del cual reciben menos de una sexta parte de lo que Angola paga por ellos (el resto se lo queda el Estado cubano), entre otros abusos que algunas ONG han documentado y que Naciones Unidas ha calificado como “trabajo forzado” o “formas contemporáneas de esclavitud”.

“Olvídense de los títulos y grados científicos… Aquí todos ganarán lo mismo y serán reubicados según los intereses de la jefatura de Antex. Ustedes son trabajadores civiles de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (de Cuba) y deben obedecer como tal”, recuerda Arteaga que le dijo una funcionaria de Antex el día en que lo recibieron en Angola.

Los jefes cubanos “retiraban los pasaportes en el mismo aeropuerto”, recuerda Elier Plana, contratado como profesor de informática en el Instituto Superior de Moxico de 2014 a 2018, aunque otros testimonios apuntan a que solo les quitaban el pasaporte cuando iban de vacaciones a la Isla para evitar que abandonaran la misión. Sobre las condiciones de vida, el ingeniero cuenta que estuvo “sin electricidad y agua por más de 47 días continuos” porque las autoridades locales, quienes eran los responsables de “la renta, electricidad, agua y otros gastos de los colaboradores” desviaban los recursos “para usos personales”.

Otros profesionales relatan que los obligaron a hacer trabajos extra sin remuneración. “Te hacen ir a trabajos que no están contemplados en el contrato de trabajo como juegos de pelota, a hacer ‘trabajos voluntarios’ como si estuvieras en Cuba”, cuenta Sergio, extrabajador en la clínica privada Meditex. Sergio fue obligado a ejercer de guardia de seguridad en la clínica, durante los días que sucedieron las protestas antigubernamentales del 11J “por si había alguna manifestación de los cubanos independientes”, acotó.

Al final, este grado de entrega no se compensa —en opinión de los profesionales consultados— con el dinero que reciben. “Uno siempre sale (de la Isla) con la necesidad de hacer dinero. Pensando que nos iban a pagar más, nunca te hablan de cuánto efectivamente es el salario hasta que cobras el primero”, comenta José, otro médico que fue de misión a Angola y que pidió la reserva de su identidad.

Maritza, una excolaboradora de la Salud en Angola, también decidió viajar a Angola, porque allí, sanitarios como ella cobran (en papel) entre 10 y 16 veces más que su salario en la isla. “Vemos la oportunidad de hacer dinero y de adquirir, a costa del sacrificio de nuestra familia y de nosotros mismos, lo que en Cuba ni trabajando la vida entera puedes tener”. Sin embargo, cuenta que también se sintió estafada cuando recibió su primer sueldo. Al final de la misión no logró reunir ni el 40% de lo que esperaba.

La presencia del ejército cubano en el país de recursos millonarios y población empobrecida no es nueva. Ha evolucionado desde los años sesenta, consolidándose con la intervención militar en la guerra civil de Angola de 1975 a 1991. Para Fidel Castro, el continente africano era entonces “el eslabón más débil del imperialismo”, por la ausencia de una burguesía robusta que hiciera frente a la transición del cuasi tribalismo al comunismo.

En 16 años, Cuba llegó a desplegar unos 300.000 efectivos militares y 100.000 colaboradores civiles, de los cuales más de dos mil murieron en el conflicto africano, aseguran los datos oficiales. Gracias a esa intervención en apoyo al Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), partido que ha permanecido en el poder desde la independencia angoleña en el 75, la cúpula militar cubana ha venido consolidando su presencia económica en el país por medio de la ejecución de acuerdos y contratos con el Estado.

La influencia cubana en Angola es tan relevante que profesionales cubanos llegan a participar en distintas áreas claves del servicio público. Desde la dirección de facultades universitarias y la examinación del relevo profesional angoleño, hasta en la inteligencia estatal y la seguridad del presidente.

Al menos cubanos militantes del PCC estaban encargados en la Casa de Seguridad (hoy Casa Militar) de la seguridad del actual presidente de Angola, Joao Laurencio, con salarios de 450 a 550 dólares, según nóminas de pago de la Corporación militar cubana emitidas en 2018 a las que esta investigación tuvo acceso. Otra fuente de la corporación confirmó que, al menos hasta 2020, había personal cubano encargado de la seguridad del presidente.

También hay ciudadanos cubanos en las filas del Servicio de Inteligencia Exterior angoleño (SIE), de acuerdo con los datos contractuales. Además, se han podido contabilizar 214 cubanos empleados en SIMPORTEX-E.P, una empresa pública del Ministerio de Defensa angoleño, dedicada a la comercialización de equipos y recursos materiales de importación y exportación.

A lo anterior se suman 45 contratados en el Ministerio del Interior del país africano (44 en calidad de profesores y uno como médico legal), para un total de 272 contratados en la maquinaria del Gobierno angoleño, si se incluyen otros cuatro cubanos empleados como asesores en la Secretaría de Estado de las Aguas, en el Ministerio de Educación y en el Ministerio de Salud.

“Se retirarán los soldados un día, mas no se retirarán los médicos, (…) los maestros, (…) los colaboradores en la construcción y en las variadas esferas de la economía y los servicios de Angola”, dijo en 1986 Fidel Castro, artífice del “negocio de la solidaridad”.

Lo que poco se sabe es que esa “solidaridad” ha significado, según el testimonio de más de una decena de profesionales cubanos consultados por esta investigación, un costo humano inmenso para ellos. “Siempre he sido muy revolucionaria, aunque en estos momentos creo que fui de la revolución que no existió”, lamenta Maritza. “Hubo muchas cosas con las que estaba de acuerdo y que defendía y que quería, pero en la misión me di cuenta de que me utilizaron y de que las cosas no eran como yo creía. Fue como si saliera de una burbuja”.

Si le interesa conocer más sobre las historias de los trabajadores cubanos en Angola puede leer acá todo el reportaje.

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