María Medina está desconsolada. Desde el 11 de octubre estuvo al lado de su hijo Jesús Manuel Martínez Medina (48 años) y fue testigo de cómo su vida se apagó lentamente. La mañana de este 14 de noviembre presenció su último suspiro en el Hospital Universitario Luis Razetti de Barcelona, estado Anzoátegui. Allí estaba recluido bajo custodia policial después de ser detenido en el contexto de las protestas postelectorales, el 29 de julio.
Medina está convencida de que su hijo murió por falta de atención médica oportuna. Entre lágrimas contó a El Pitazo, vía telefónica, las diligencias que realizó para que le concedieran un permiso para curarle una pierna que se le infectó en los calabozos de la Comandancia General de la Policía del estado Anzoátegui, en la sede del Crucero de Lechería, pero ningún organismo la escuchó.
En un primer momento, Medina se contagió de sarna; luego le salieron abscesos en la piel, hasta que se le contaminó la pierna dentro del calabozo. Su madre acudió a la fiscalía del Ministerio Público, a los tribunales y a la Defensoría del Pueblo pidiendo ayuda, pero sus esfuerzos fueron en vano.
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“El viernes 11 de octubre un policía me llamó para comunicarme que mi hijo había sido trasladado de emergencia al hospital Luis Razetti. Me dijo que fuera al hospital al día siguiente, pero llegué esa misma noche. No podía esperar, estaba angustiada. Desde ese momento, nunca más me separé de él”, afirmó María Medina.
Durante el tiempo que estuvo a su lado, Jesús Manuel Martínez Medina le contó a su mamá los duros momentos que pasó tras las rejas. “Mi hijo me dijo que prefería morir antes que regresar al infierno que vivió en la cárcel. Nunca había estado preso. No se metía en problemas, no estaba acostumbrado a esas cosas”, señaló Medina a El Pitazo.
Dieta y tratamiento
Jesús Manuel Martínez Medina fue diagnosticado con diabetes a los 25 años; también tenía problemas cardíacos. Desde que le detectaron la enfermedad estuvo en tratamiento médico y cumplía una rigurosa dieta.
Su madre sabía lo delicado que son las infecciones cutáneas en pacientes diabéticos. Por ello insistió tanto en que le permitieran curarlo “y no lo dejaran morir”. Ese cuadro clínico era del conocimiento de las autoridades gubernamentales.
Organizaciones no gubernamentales (ONG), el abogado y exfiscal del Ministerio Público Zair Mundaray y la Plataforma Unitaria Democrática habían alertado del peligro que corría la vida de Medina.
“Negar atención médica oportuna es una clara violación a los Derechos Humanos y conlleva responsabilidad individual para quien debe brindarla”, denunció la coalición opositora el 10 de noviembre.
Era obrero jubilado
A Martínez Medina lo llamaban cariñosamente “Manolín”. Era obrero jubilado de la Universidad Simón Rodríguez y tenía un taller en su casa, donde arreglaba electrodomésticos y cantaba música llanera. Tras separarse de su compañera sentimental, se quedó a cargo de su hija de 11 años, cursante del sexto grado.
“La noche antes de las elecciones, él llevó a la niña a la casa de su mamá para que la cuidara hasta que comenzaran las clases”, recordó María Medina. Al día siguiente, Martínez Medina trabajó como testigo de mesa en la escuela Guzmán Bastardo del estado Anzoátegui, y 24 horas después fue detenido.
Durante el tiempo de hospitalización, su hija lo visitó en una oportunidad. Ese día se encargó de darle la comida a su papá. Martínez Medina era zurdo y no tenía tanta destreza con su mano derecha. En la izquierda, al igual que en su pierna, se le había alojado una bacteria y no tenía movilidad.