En el nombre del Padre, del Hijo, del espíritu Santo y amén. Agarre su cruz medalla de San Benito Abad y, si tiene, agua bendita, que aquí tenemos que exorcizar a más de uno que se pone a hacer estas invocaciones en cadena nacional.
Con una superficie total de 510 millones de kilómetros cuadrados que tiene la tierra, 194 países soberanos reconocidos por la ONU que tiene el mundo y tanto hotel, posada, hostería y, en último caso, puentes que hay por ahí y el diablo tenía que venirse a vivir a Colombia. Pues así lo aseguró el día de ayer Maduro: Iván Duque, el presidente del vecino país, sería nada más y nada menos que el Diablo en persona y no en pantaletas pues muchos aseguran que todavía la peor parte no ha comenzado.
Entonces tenemos al diablo al ladito de uno, cruzandito el Arauca y como si fueran poco casi 20 años bajo la égida de Candanga y su hijo, como si lo que hemos vivido estas dos décadas fueran unas vacaciones con todo pago más las bebidas alcohólicas en Saint Tropez.
Ni los corderos que pericia trocea Salt Bae están tan sala´os como nosotros. Sin embargo, estuvimos revisando en el diccionario y resulta que Diablo y Candanga son la misma persona: no uno el alter ego del otro, ni su morocho, ni su versión más light sino lo mismo, sinónimos, misma cosa, mismo musiú pero con el mismito cachimbo.
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Y todo concuerda, tiene sentido, porque si uno revisa la prensa la verdad es que no pareciera que quien trabaja en Miraflores es el Santo Niño de Atoche acompañado en el gabinete ejecutivo de un coro de ángeles celestiales.
O sea que estábamos fuñidos desde antes de que Duque ganara la presidencia en Colombia porque aquí en Venezuela contento y orgulloso «Candanga» ya se ufanaba de serlo y, si no, revisen en twitter porque hasta tuiteaba y todo con ese nombre. Así que no sabemos que tanto y tan grave le parezca ahora al hijo tener de nuevo al Diablo cerca aunque, según él, del otro lado del río.
La revolución bolivariana siempre ha tenido una gran obsesión con el señor rojo rojito de los cachos negros y los ojos prendíos. Por eso frecuentemente lo nombra, lo recuerda, lo cita y lo invoca cuando se trata de descalificar al contrario.
Así que… O esto es una obsesión, o es una demostración del conocimiento que sobre la materia tiene la revolución pues, dicen los psicólogos y los psiquiatras que uno no identifica lo que no conoce.
Y entonces es aquí cuando uno se pregunta… chico pero ¿y como sabes tú que La Guaira es lejos?
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