El paquete más-duro llega con la promesa de reajustar la economía. Darle la estocada final a la llamada “guerra económica”, un término que, en sí mismo, ya es una trinchera desde la que se esquivan responsabilidades.
A su resguardo y, dentro del lapso de la última extensión del estado de excepción y emergencia económica, el anuncio se hace el 17 de agosto de 2018, un día que a muchos los llevó en flashback al viernes 18 de febrero de 1983, cuando el bolívar, aquella moneda sin apellidos que sí era muy fuerte en comparación con la actual, tuvo que caer de rodillas ante el dólar como consecuencia de las políticas económicas implementadas por el presidente Luis Herrera Campins.
Hubo deja vú, pero había diferencias. Aquel viernes fue negro y sin resquemores con el capital. Este viernes era rojo rojito y, en teoría, entregado a lo social.
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Aquel viernes impuso Recadi, la oficina del régimen de cambios diferenciales, donde se aniquiló al gran amigo, el dólar a 4,30 y su mejor consigna: el “ta´ barato, dame dos”. También nos dejó un souvenir y un gran aprendizaje: el chinito de Recadi, la versión venezolana más actualizada del refrán “la cuerda revienta por lo más delgado”.
Este viernes 17 de agosto de 2018, que ya venía de 15 años de control chavista inaugurados con Cadivi, pasando luego por el Cencoex y otros mecanismos cambiarios como el Simadi y el Dicom, mantiene el control sobre las divisas, pero nos deja otro “nuevo” sistema, que establece un solo tipo de cambio fluctuante pero anclado al “petro”, una suerte de acertijo todavía, el nuevo enigma de la revolución en torno al cual existen más dudas que certezas y solo una convicción, la de Eudomar Santos: “como vaya viniendo, vamos viendo”.
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Y lo que hemos visto ha sido esto: la detención de gerentes de comercios y grandes farmacias, tiendas que decidieron abrir el lunes para ver cómo se comportaba el país y mucha incertidumbre, confusión, gente que sobre el paquete se pregunta «si ni siquiera lo podemos entender, ¿cómo puede esto terminar bien?»
Mientras tanto los venezolanos nos sentimos que vamos a pelo de burro, sin ni siquiera tener GPS, brújula, ni campaña de información a través de los medios del estado.
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