Mi Clap. Miss Clap. Y dale con la missssss.
Miss Clap en realidad es un instrumento de propaganda. Todos sabemos que hace apenas unos días una joven fue coronada en el municipio José Tadeo Monagas de Altagracia de Orituco, estado Guárico, como la Miss del Clap.
¿Qué significa ser la Miss del Clap? Vamos por partes.
Para cualquier niña en Venezuela, ser Miss no es malo; todo lo contrario, es quizás un deseo. Ser Miss es dejar por sentado que tu belleza es reconocida y referencial. Nada menos.
Podrás tener muchas preguntas acerca de ti misma, pero esa pesada duda acerca de si tu apariencia gusta o no a los demás, no. Quiérase o no, la belleza es, en muchos casos, además de un valor, un principio. Ser bella por encima de cualquier cosa. Primero bella que bañada en sangre. Para ser bella hay que ver estrellas. Refranes, voces populares con las que queda clarísimo que es preferible la muerte que ser fea y que el sufrimiento se goza si conduce a la gloria de la beldad. ¡Más nada! ¡Vámonoj!
Que no importa que usted llegue tarde al trabajo, que no sepa hacer lo que le dijeron que hiciera, que tampoco importa mucho si usted no aprendió cómo es que se leen los números romanos, que si tiene una confusión entre el que descubrió América y el que libertó a unos cuantos países de Latinoamérica, o cuál es la capital de su estado, ni si sabe el significado de la frase «estudiar con constancia» o si lo que va entre la «n» y la «t» de constancia es una «z» o si es que más bien es «contancia».
Eso no importa. Porque lo que importa es la cirugía capilar, las pestañas postizas, el look kardashian, las cejas gruesas, estar bien dura porque es que hay que ser bella. Todos lo sabemos.
Contar con la belleza te aventaja, lleva implícito un pase de cortesía, miradas, un sitial de honor en cualquier lugar, gentilezas, lisonjas, alabanzas, muy probablemente algunos momentos desagradables también producto de las envidias, los mirones y los abusadores pero, en lineas generales, con eso se puede vivir porque ser bella, malo no es.
Así que imagínense lo que puede significar ser Miss en un país pobre, abarrotado de dificultades pero consagrado ante el mundo como el país de las mujeres bellas.
Esa palabra: Miss, es tan importante, tiene un peso tan relevante en nuestro subconsciente que lo que venga después de la segunda «ese» de Miss, ¿qué importa?
Si es Miss Guárico, Miss rodillas, Miss residencias, Miss no importa, en realidad no interesa. Aquí lo fundamental es que después del Mi haya dos eses y punto y se acabó.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando usted al Miss le agrega la palabra Clap? Pues que la cosa ésta de ser la más bella se pone fea. Fea porque aunque los Clap se venden barato (tan barato que parecen regalados aun y cuando les suben el precio a cada rato) y lo único que hay que hacer para que te lleguen a tu casa es anotarse en una lista y adelantar el dinero, pues todos sabemos que al final los Clap se han convertido en una de las caras más abyectas de la revolución bonita: dependencia, manipulación, control, lo que los venezolanos llamamos «un bozal de arepa», humillación, irrespeto, una nueva forma de esclavitud y de control político que se sirve del hambre y de la necesidad de un pueblo.
¿Pero quién le va a estar prestando atención a lo que en realidad significa el Clap, si lo más importante es ser Miss?
Manipular con el premio de la belleza a una adolescente para retratarla como parte de una campaña propagandística de un instrumento de control político y a favor del gobierno local es una vileza.
Si alguien por Dios le explicara a esa niña, que no tiene la culpa, el significado de la banda que ostenta. Si alguien acaso decidiera un buen día, antes de que termine su reinado en Altagracia de Orituco, quitársela y liberarse de semejante opresión y engaño, que al final le sirve menos a ella y a su natural vanidad femenina que a la alcaldesa del municipio y al sistema de propaganda gobiernero que todo lo invade, ese alguien si debiera ser coronado. No como el más bello sino como el más justo y preclaro.
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