Esos amores obsesivos, esos amores tormentosos, destructivos, suicidas. El amor también es un escenario bélico, peligroso. Rojo tenía que ser.
Como el amor, la guerra lo valida todo. Y había que agregar que la política también. El fin último es el poder, ¿o no?
Desde el sábado en la madrugada todo ha sido como muy bandera. Evidente. Exhibicionista. Grotesco.
Sin ni si quiera coartada, ni un poquitico de decoro, alguna pincelada de contención.
Que las versiones oficiales sobre lo ocurrido no cuadren, ya lo hemos visto. Pero todo lo demás es una película de terror, una pesadilla, un viaje sin retorno al infierno de lo más bajo. La muerte es una estrategia.
La ceguera de un joven que miraba su futuro con sacrificio también. Pero hay quien también tiende la vista más allá del territorio de lo abyecto. Y en la esquina vemos a Satán asombrado y preocupado porque amenazan con superarlo.
Justo en la semana que se estimaba que fuera más recatada, bien portada, cuidada. Porque el viernes la señora habla. Porque si en algún momento había que cuidar las formas, limpiar solo por donde la reina pasa y meter la basurita debajo de la alfombra, era en esta corta semana, la primera de julio, cuatro días antes de la conmemoración de nuestra independencia, día feriado, todo el mundo atento a las redes y a las cadenas y a las redes sociales y al teléfono.
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Solo había que hacer el esfuerzo unos ocho días, de viernes a viernes, no más y el sábado después del informe de la Alta Comisionada te desmadrabas por ese precipicio de la vulneración de los derechos humanos, lo vociferabas, si querías. Porque además hay dos señores aquí, que pena con ellos, los comisionados de ella, quienes estarán al menos dos meses más observando como te portas con los presos, con los manifestantes que reclaman luz, agua, medicinas, gas, con los que disienten, con los que te caen mal pues.
¿De qué se trata? Quizás de que a lo mejor y no estamos hablando de uno solo.
De que a lo mejor y te has roto en dos, tres o más fragmentos, facciones. De que tu músculo monolítico ahora es un mito. De que no hay solidaridades automáticas. De que cuando el barco amenaza con hundirse cada quien evalúa cuáles son de verdad sus amarras, sus lealtades, sus herramientas de subsistencia. De que en el amor y en la guerra todo se vale y habría que agregar también la política. De que a lo mejor hay algunos que tienen algunas posibilidades: de toda una vida tras las rejas, a solo la mitad de los años si cooperas y echas pa’ fuera el cuento completo y a los otros los entregas. De que esos otros a lo mejor y no tienen vida en ningún otro escenario ni electoral y ni siquiera tras las rejas, a ningún otro distinto al que se ve detrás del cerrojo si acaso por allí entra la luz.
Alguien le hace trap a la violencia, un culto a ella, alguien se la restriega en la cara a la señora con una sola finalidad. Alguien pareciera decirle a otro de su mismo bando si yo muero, nos morimos todos. Como en el amor hay muchos que dicen si no eres para mi no serás de nadie.