.
Aunque trabaja en el turno de la tarde y su horario de entrada es a las 12:30 del mediodía, la maestra Iris Jiménez tiene que salir de su casa antes de las 7:00 am o no llega. Todos los días carga un par de bolsos con una muda de ropa, agua, su almuerzo, su cena y hasta una linterna, pero no para irse de excursión, sino para caminar el trecho de tres horas desde Turgua hasta el sector La Mata, en la zona Rural de El Hatillo, donde, si tiene buena suerte, logra tomar un bus para llegar al pueblo a dar clases.
.
Dependiendo de la velocidad que le imprima a la caminata, logra estar en la parada de La Mata a las 8:00 o 9:00 am y allí no le queda más que armarse de paciencia y esperar unas dos horas más a que llegue una camioneta que la lleve a su destino final. Cuando llega a la parada, ya en la cola hay un centenar de personas que emprendieron el mismo recorrido que ella desde otros sectores, en horas de la madrugada.
En esta zona, si una casa se sitúa del lado izquierdo pertenece al municipio El Hatillo, pero si está del lado derecho de la carretera, entonces es jurisdicción de Baruta. Y, aunque pudiera pensarse que esto es una ventaja, pues tienen doble atención, no es así. En los sectores de La Mata, Los Ramales, Papelón, Sabaneta, Gavilán, El Peñón y Turgua nadie se detiene a mirar, las alcaldías se pelotean las responsabilidades y admiten no ser capaces de resolver los problemas que atañen a los vecinos..
Lee también: En Baruta y El Hatillo la ausencia de votantes fue inocultable
Los vecinos cuentan que han ido en múltiples ocasiones a ambas instancias y la única respuesta al problema de transporte o de las vías es que “no es nuestra jurisdicción”..
Así, los residentes de la zona rural de El Hatillo viven en el medio de esa carretera, en ese trecho que termina siendo una “tierra de nadie, un limbo”, un espacio que ninguno quiere asumir y al que están condenados sus habitantes, pues “a uno no le importa lo lejos, sino lo abandonado. Aquí nos pasan cosas, se muere gente de mengua, hay hambre y a todo el mundo pareciera darle igual”, tal como apunta Oceánica Fuenmayor que, con 27 años de edad, solo ha conocido esta única realidad..
Aislados
Solo llegar a esta comunidad representa toda una hazaña, pues la falta de transporte y la mala y casi inexistente señalización lo dificultan, a menos que se cuente con una guía que conozca el sitio. Después de ubicados la vía y el carro que llegue al sitio, es necesario transitar por un largo trecho en el que se cuentan al menos 12 fallas de borde hasta el sector La Mata. A lo largo del recorrido se ven ancianos, niños y jóvenes apostados en las orillas de la carretera con sus bombonas de gas vacías, esperando por el camión..
“El gas, el agua, el transporte, la luz y hasta la salud son servicios que no tenemos en estas comunidades”, cuenta Yanubis Bello, dirigente vecinal y miembro de la Comuna Agroecológica Pioneros de El Hatillo. Relata que en toda la zona hay un solo dispensario médico, que no está abierto todos los días y que, además, no cuenta con insumos..
Lee también: FOTOS | Derrumbe en el sector El Gavilán de El Hatillo amenaza con dejarlo incomunicado
Las 1.250 familias que conforman las cinco comunidades dentro de esta comuna y las más de 1.000 que residen en los sectores contiguos deben optar por la “medicina natural”, por los primeros auxilios de sus vecinos y por alguna cola que los lleve a los pueblos de Baruta o El Hatillo al momento de una emergencia. “Aquí hasta han convulsionado niños en las escuelas y toca dejar que se calmen y llamar a la mamá. Porque ¿quién los va a atender?”, se preguntó Yanubis..
En estas zonas funcionaba una línea de autobuses de Sitssa, pero hace más de un año que retiraron las unidades y estas comunidades se quedaron sin línea de transporte. Ahora dependen de tres busetas pequeñas que la Alcaldía de El Hatillo contrató, pero que no cumplen a diario con el servicio y que, aunque deberían cobrar 7 bolívares, cobran hasta 60 soberanos por persona.
.
.
Atrapados en este trecho de la zona rural, donde los pocos negocios que existían cerraron tras el azote de las bandas de la comunidad de Sisipa, que cobraban vacunas a los dueños de locales, a los habitantes no les queda más que vivir de las siembras que tienen en la zona. La mayoría no trabaja y ven pasar los días encerrados en sus casas, pues la inseguridad también es un factor con el que deben lidiar estos vecinos..
“Aquí todo está a oscuras por la carretera y nos toca caminar y exponernos a los malandros de la zona. No hay vida social porque la comunidad no está organizada. Antes, al menos los camiones nos daban la cola, pero ahora hasta las cisternas cobran por llevar a pasajeros guindados en los laterales. Además, como no hay dónde comprar, nos toca no comer o comer ñame, ocumo, yuca y huevito de las gallinitas que algunos criamos”, dice Juan Vicente Acevedo, un agricultor del sector Papelón..
Es que en la zona ni siquiera las escuelas se salvan del abandono. Las seis instituciones educativas que se ubican entre Gavilán y Sabaneta tienen múltiples carencias estructurales por el abandono de sus edificaciones, pero sin duda el problema más grave es la ausencia de docentes. Alexander González, director de la escuela integral de La Mata, donde unos 700 estudiantes cursan desde primaria hasta bachillerato, cuenta que hay vacíos en varias materias porque no cuentan con los profesores..
Oriana Acosta, otra docente de la institución, justifica la ausencia por las dificultades para acceder a la zona. Ella misma camina todos los días más de 45 minutos desde Sabaneta para llegar a la escuela. “Aquí no hay transporte y les cobran hasta a los niños, por eso muchos caminan las mismas distancias largas para venir a estudiar. Esto hace que haya una potencial deserción escolar”, dijo Acosta a El Pitazo..
Los vecinos comentan con tristeza que en la zona ya muchas casas están vacías y que el abandono es “la marca” que le tocó llevar a esta comunidad que a cada queja impuesta solo recibe como respuesta: “Esa no es nuestra jurisdicción”..