Vacía, una bombona de gas pequeña puede pesar unos 10 kilos, llena unos 17 o 23 dependiendo de su tipo, cifra que equivale al peso de un niño de unos 8 años. Las grandes alcanzan hasta los 43 kilogramos y, cargar con una de ellas podría ser comparable con alzar un saco de papas. Es fácil agotarse en apenas 5 minutos de sostener este peso, pero esa no es una opción para Olier González, un padre de familia al que le toca subir la bombona a sus hombros y hacer un recorrido de casi una hora, desde el barrio 5 de Julio hasta La Agricultura, en Petare, para intentar comprar gas licuado.
—Me paro un ratito, camino, me vuelvo a parar y así hago el recorrido completo porque aunque en el camino hay dos negocios más de venta de gas, siempre me toca llegar al último porque hace tiempo que a estos no les despachan.
Olier es vigilante a tiempo completo y el único día libre que tiene debe usarlo para “cazar el gas” por todo Petare. En lo que va de año le ha costado tanto obtenerlo que piensa en la posibilidad de subirse al Metro con la bombona envuelta en una bolsa negra y llegar hasta Catia: “Porque dicen que ahí uno puede conseguir”, dice.
Este hombre puede pasar hasta seis horas esperando en la entrada del local que llegue algún camión de los que debe cumplir con la ruta, los mismos que en lugar de llevarlas a los consumidores, la descargan allí para que los dueños las revendan. A Olier no le toca sino esperar y cargar cual cruz el drama de no conseguir gas. Tiene una bebé enferma que necesita de sus teteros, esos que no le pueden preparar si no tienen como encender la cocina.
AUDIO | Las bombonas de gas: la cruz que deben cargar los caraqueños
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