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jueves, 23 enero, 2025

Toque de Diana | Un último adiós en medio de muchas preguntas

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| Foto: Rayner Peña R.

Un último adiós para Albán en medio de muchas preguntas que en Venezuela no se responden porque ya no hay ruedas de prensa sino solo conferencias, ponencias, exposiciones. Un podio, un micrófono, unas cámaras y una transmisión para comunicar, sin ninguna posibilidad de que haya interacción.

La fórmula A-B, sin que B pueda aspirar a preguntar. Porque en el país son pocos los funcionarios gubernamentales o del Estado en sus diferentes instituciones que tienen el valor de responder inquietudes, preguntas imprevistas, no calculadas o un poco más incómodas que la costosa ropa que usan y que rápidamente les ajusta por exceso de peso o de anabolizantes, mientras el grueso de la población se enmagrece. Mientras el hambre los distrae.

Ayer el concejal cuya muerte por suicidio nadie cree fue sepultado. Sin embargo, las preguntas no podrán ser inhumadas. Las preguntas quedan expuestas todavía, y mucho más después de haber escuchado al fiscal designado por la ANC hablar.

¿Por qué ahora se dice que el concejal no se lanzó de un baño en el piso 10, sino desde una ventana panorámica en un pasillo del piso 10? ¿Por qué no se reconoce el cambio en la versión sobre la muerte de Albán? Si Albán se paró intempestivamente de la silla donde estaba sentado y pidió ir al baño y salió corriendo hacia la ventana, ¿por qué ninguno de sus custodios del Sebin lo detuvo? ¿Por qué ahora se deja colar la versión de que en los videos encontrados en su celular estaría la explicación de la supuesta decisión de acabar con su vida?

A lo largo de estos años hemos visto muchas de las técnicas discursivas que aplica el poder para desviar la atención cuando se encuentra entrampado en sus propios argumentos. Una de las más manidas y, justamente por eso, más fácil de identificar, es la de personalizar el ataque cuando los argumentos se debilitan. Hurgar en las fortalezas y debilidades del oponente, revisar sus costumbres, sus creencias, su vida familiar, registrar su pasado; y si en este mal intencionado ejercicio de inteligencia paleontólogico y arqueológico de la vida del otro no se descubre nada lo suficientemente divertido o destructivo como para aniquilar la honorabilidad del oponente, pues a inventar se ha dicho.

La creatividad, así como el miedo, es libre, pero cuando esta se nutre de él, puede ser oscura y voraz. 

La mayor fortaleza de Albán en vida e, incluso, después de su muerte es justamente su fe católica. Y de la verdadera fe se hablará siempre en presente aún y cuando quien la profesaba ya no se encuentre entre nosotros. Según sus conocidos, la fe católica de Albán se traducía constantemente en buenas acciones, solidarias, propias del que ve en el otro a su prójimo y no simplemente una utilidad. Es lo que dicen quienes lo rodeaban.

Todo el que lo conoció da testimonio de esto, incluso hasta personas que profesan una religión distinta a la católica, como la Hare Krishna, porque además se sabe que el concejal tenía incluso un pensamiento unificador e incluyente, propio de quienes creen que es posible establecer un diálogo interreligioso; un esfuerzo que, por cierto, ha llamado a hacer el Papa Francisco.

A veces, cuando una persona tiene menos debilidades que fortalezas, puede costar un poco encontrar su Talón de Aquiles, tal y como recomienda Robert Greene en la ley número 33 del libro Las 48 Leyes del Poder. Así que quizás, en este caso, quien quiere huir de sus propias mentiras esté buscando hacer de las fortalezas del concejal Albán una debilidad, pero solo inventando calumnias.

Todo el mundo sabe que el comunismo considera la religión como una fe ilusoria del pueblo y mucho se ha hablado de los esfuerzos que se han hecho en países comunistas para arrasar cualquier otra creencia en algo distinto al «bien común». Ya lo había dicho el propio Marx: «el ateísmo es el primer principio del comunismo». También Lenín: «Dios es el enemigo personal de la sociedad comunista», «cualquier noción de un Señor Dios es una abominación execrable… la abominación más peligrosa, la pestilencia más odiosa».

Entonces, ¿qué le costaría a la revolución, en este caso, intentar destruir con cualquier invento inefable la honorabilidad de un hombre tan meritorio dentro de la iglesia católica venezolana como Albán?

Sin embargo, ya hemos dicho que el concejal era un hombre de fe y la fe en Dios es indestructible; quien la tiene, generalmente siembra en otros la certeza de que ese es el verdadero poder que todo lo transforma.

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