Los testigos electorales de la oposición en la elección presidencial del 28 de julio viven horas de angustia. Al temor de ser blanco de alguna agresión, se suma el miedo de ser detenidos. A través de llamadas telefónicas algunos han sido amenazados. ¿De dónde provienen las intimidaciones?, es una incógnita.
La misma intranquilidad la sienten los ciudadanos que salieron a manifestar después de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) diera como ganador a Nicolás Maduro de la elección presidencial. Algunos han sido blanco de chantajes.
Carolina abandonó su casa el 2 de agosto. Ella trabajó en un centro electoral en Charallave, en los Valles del Tuy, estado Miranda, por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). El 31 de julio la llamaron a su celular desde un número desconocido.
«Me dijeron que estaba en la lista de personas que terminarían en la cárcel por ser opositora. Quien me contactó me dijo que era policía», indicó a El Pitazo, el 4 de agosto.
Carolina desconoce si en realidad se trataba de un funcionario; no obstante, prefirió tomar previsiones y trasladarse a otro lugar donde se siente más segura.
«No es justo lo que está ocurriendo. Nosotros no hicimos nada malo; solo cumplimos con una labor. ¿Es un delito ser testigo electoral? En medio de todo no sé si de algo serviría poner la denuncia ante las autoridades; los policías y militares han arremetido contra el pueblo y prefiero no arriesgarme”, declaró.
Lo que vieron los testigos el 28J
Una historia similar vive Marcela. Ella no trabajó como testigo electoral, pero participó en una concentración de la oposición en Ocumare del Tuy para elevar una oración por la paz de Venezuela.
En esa actividad estaba una persona que fue detenida al día siguiente por escribir la palabra libertad en el pavimento con la harina amarilla que viene en las cajas Clap. Esta detención causó más nervios en Marcela, después de recibir una llamada telefónica.
«Un hombre con voz ronca me dijo que aparezco en una foto con la bandera de Venezuela en la mano y que irían por mí, pero que si le daba 1.000 dólares podía desaparecer esa imagen y me dejaban tranquila», destacó.
Marcela también se trasladó a otro sitio en un intento por resguardarse. Tampoco tiene claro si vale la pena denunciar lo que le está pasando. «Si voy a la policía, capaz y me dejan presa, porque en este país no hay estado de derecho», manifestó.
Al igual que Carolina desconoce si la llamó un policía o fue víctima de un delincuente que la está extorsionando para lucrarse. “Las personas de mal vivir se aprovechan de cualquier situación para hacer de la suyas y este momento que atraviesa Venezuela se presta para ello”, acotó Carolina, quien destacó que tres de sus amigas están sufriendo el mismo temor que ella.
Marcela y Carolina, cuyos apellidos omitimos para resguardarlas, esperan que cesen los hostigamientos, vengan de donde vengan. “Yo tengo mi conciencia tranquila, siempre actué con responsabilidad, pero eso no me exime de que me hagan daño. Es triste vivir en un país donde pisotean tus derechos y no te garantizan la seguridad”, concluyó Carolina.