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viernes, 4 octubre, 2024

Las nueve horas de un alzamiento militar que no tuvo plan B

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Caracas.- “¡Mierda! Leopoldo está en La Carlota con los militares”, fue la primera reacción de José Centeno el 30 de abril a las 5:46 am, al ver en su celular una imagen en la que aparecía el presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, flanqueado por el fundador de Voluntad Popular, Leopoldo López, un grupo de militares y unos tres tácticos, desde el Distribuidor Altamira, frente a la base aérea militar La Carlota.

En el video publicado en sus redes sociales, Guaidó señalaba que se encontraba en la base, pero José notaba que aún no estaba tomada. No le importó. Se bañó rápido y con un poco de miedo tomó su carro en dirección a Altamira. Guaidó había pedido acompañamiento y él iba a poner su grano de arena.

El presidente (E) Juan Guaidó se dirige a los medios de comunicación, acompañado por el dirigente Leopoldo López y militares contrarios al gobernante Nicolás Maduro | Foto: Francisco Touceiro

Cuando José salió de su casa ya estaba en marcha una jornada de nueve horas, con información y desinformación, con una montaña rusa de posibilidades de cambio político que se desvanecieron sin que se conociera un plan B.

Funcionarios de la Guardia Nacional, del Ejército, la Aviación y del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional se encontraban en el lugar a la espera de que sus demás compañeros se sumaran al llamado de “apegarse a la Constitución». Capuchas en sus rostros, cintas azules en el brazo derecho y una mirada que denotaba pánico los caracterizaba.

El primer vicepresidente de la Asamblea Nacional, Edgar Zambrano, fue uno de los primeros en llegar a la autopista. Abrazó a López y a Guaidó, así como al teniente coronel Ilich Sánchez, quien desde 2015 acompañaba al general de brigada Bladimir Lugo —sancionado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos en 2017 por apoyar acciones antidemocráticas— en el resguardo del Palacio Federal Legislativo.

El grupo de militares que respaldaron al presidente (E) Juan Guaidó se mantuvo durante algunas horas en el dsitribuidor Altamira | Foto: Francisco Touceiro

Sánchez era hasta ese momento comandante del Destacamento 432 de la GN. Varios de su unidad lo acompañaban en este alzamiento contra Nicolás Maduro. No eran muchos. Un soldado se atrevió a afirmar que podrían ser más de 40 y que eran encargados de proteger “organismos públicos”.

También estaba el oficial Betancourt, que trabajaba junto a Sánchez y Lugo, y el oficial León, encargado recientemente de permitir el acceso de la prensa al Palacio cada martes de sesión.

Prohibido el enfrentamiento

Guaidó les insistía a sus colegas que “todo estaba controlado”.

Desde La Carlota comenzaron a disparar lacrimógenas a las 7:00 am, pero la orden a los que acompañaban a Guaidó era evitar el enfrentamiento. Un táctico, un camión popularmente conocido como tanqueta, estaba ubicado al este del Distribuidor; detrás de él se resguardaba un grupo de militares y manifestantes que además regresaban las lacrimógenas a los agresores.

El jefe del Poder Legislativo y López observaban la situación desde unos vehículos.

Como en 2017, los pañuelos con Maalox impedían el efecto de las bombas. Los dirigentes políticos se miraban entre sí y afirmaban que “ahora lo entendían todo”, debido a que “existía algo planificado”, pero no conocían mayores detalles.

Nubes de gas lacrimógeno producto de las granadas detonadas desde la Base Aérea de La Carlota | Foto: Francisco Touceiro

A los funcionarios del Sebin que se habían rebelado contra el gobernante no se les vio más y dos de los tácticos tomaron la autopista en dirección oeste y no regresaron. Los demás seguían en formación con vista al Distribuidor Ciempiés. En ese momento, su mayor divisa era el temor. Querían evitar en caso de que la operación no resultara exitosa.

A las 8:31 am, al menos 20 funcionarios de la GN leales a Maduro intentaron llegar al Distribuidor desde el este, pero los disparos al aire de los que acompañaban a Guaidó lograron que se devolvieran. Era la primera respuesta que daban los guardias, que más temprano habían aclarado que las armas de la República solo se utilizarían para garantizar la seguridad de la ciudadanía.

Funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana leales a Guaidó se resguardan ante los disparos de otros funcionarios leales a Maduro | Foto: Francisco Touceiro

Los enfrentamientos no pararon por al menos una hora. Lacrimógenas desde La Carlota y desde el este, disparos al aire desde el Distribuidor. Mientras tanto, continuaban llegando seguidores de Guaidó a la Plaza Francia de Altamira, y funcionarios de las Fuerzas de Acciones Especiales (Faes), adscritos a la Policía Nacional, rondaban por el municipio.

“Dios te bendiga”, les gritaban ciudadanos simpatizantes de la oposición a los uniformados que se sumaban a la invitación de apegarse a la Constitución.

Hasta aquí llegó el alzamiento

A las 10:00 am, el resultado del llamado a los militares parecía desvanecerse. A bordo de dos camionetas, una gris y otra negra, López y Guaidó salieron del Distribuidor Altamira hacia la plaza Francia, que se encuentra a 600 metros. Los leales también subieron.

A Maritza Fuentes le dio miedo quedarse cerca de la autopista porque la represión podía aumentar. No tenía ningún equipo de seguridad. Solo su voluntad. “Creo que algo no marcha bien. No es un buen síntoma que se dirigieran a la plaza. Falta más”, comentó mientras caminaba.

Ya en la plaza, se decían entre sí que Guaidó era “un político de verdad” por supuestamente haber tomado el control de La Carlota, que además había desafiado a Maduro con la liberación de López y que seguramente sus custodios ahora lo acompañaban. Sin embargo, Guaidó nunca ejerció tal mando. Siempre se mantuvo en el mismo sitio.

Efectivamente, falta más apoyo del sector militar, confirmó la cabeza del Poder Legislativo, acompañado por López, quien después de cinco años volvía a sentir el roce de la gente. Sobre el dirigente pesa una condena de 13 años por motivos políticos, de los cuales tres cumplió en la cárcel militar de Ramo Verde y dos bajo arresto domiciliario. Aunque aseguró que en la madrugada de ese martes se había acogido a un indulto ofrecido por Guaidó, no se ha publicado un documento que así lo certifique.

Leopoldo López en su elemento

Durante esa mañana, López fue el centro de atención. Todos lo aclamaban. Les parecía increíble verlo libre, sonriendo, firme.

Con un megáfono, Guaidó dio la seguridad de que a partir de ese momento Maduro no gozaba del pleno respaldo de la Fuerza Armada Nacional, pero insistirían hasta lograr el quiebre total.

El presidente (E) Juan Guaidó se dirige a sus partidarios, acompañado por el dirigente político Leopoldo López | Foto: Francisco Touceiro

Desde esa hora hasta el mediodía, ambos líderes políticos estuvieron encerrados en una camioneta negra “armando la estrategia” para superar las fallas de un plan que garantizaba la salida de Maduro de Miraflores. Cientos de ciudadanos la rodeaban. La esperanza se mantenía. Del lado izquierdo, un camión servía de tarima a los uniformados, quienes pedían insistentemente hidratación, y a líderes políticos que invitaban a mantenerse en el lugar hasta que se informara cuál sería la ruta.

Había otra realidad: una tanqueta pisaba a varios manifestantes en la autopista Francisco Fajardo. La situación parecía salirse de control y la estrategia para superar los tropiezos no era diáfana. Sin dar mayores detalles y a bordo de una camioneta, los uniformados tomaron sus armas y llamaron a la gente a marchar hacia el oeste.

El camino a las embajadas

Pero la movilización por la avenida Francisco de Miranda solo avanzó dos kilómetros. Veintisiete minutos duró este intento de tomar las calles del otro lado de la ciudad, donde se encuentran varias sedes de organismos públicos. Los que sostienen a Maduro los esperaban a la altura del Centro Comercial Lido. La orden era arreciar la represión.

En ese momento, López y Guaidó salieron de las camionetas y comenzaron a retroceder, al mismo tiempo que se separaban. Resguardado por los militares, López caminó hacia la embajada de Colombia, en la urbanización Campo Alegre, donde no les abrieron la puerta.

Entonces se dirigió a la embajada de Chile, acompañado de un grupo muy reducido de militares que aseguraban sentir miedo porque les habían prometido ser aceptados en una embajada si el alzamiento no resultaba como esperaban. López solo se mantuvo allí por unas horas, y al final de la tarde entró a la residencia del embajador de España, donde ya se encontraban su esposa, Lilian Tintori, y su hija más pequeña, Federica.

Guaidó caminó casi hasta la calle Élice de Chacao y se resguardó hasta el mediodía del 1° de mayo, cuando acudió a dos puntos de protestas, de los 18 que estaban dispuestos.

Cinco días después, solo se conoce que Brasil otorgó asilo a 25 militares y que su sede diplomática se encuentra fuertemente asediada por funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional. El pasado 3 de mayo, Guaidó confirmó que Panamá había recibido a otro grupo de funcionarios.

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