La Guaira. “Hija, le di la mano al presidente”. Con esa frase César García le confirmaba a su descendiente Valeria, lo que ya le había escrito por WhatsApp: llegaba a Maiquetía en el mismo vuelo con el mandatario interino de Venezuela, Juan Guaidó.
El retorno de Guaidó por Maiquetía fue una operación que necesitó de un riguroso hermetismo y máxima prudencia. Cualquier ligereza podía dar al trasto la acción planificada.
“Estuve por lo menos tres horas en el aeropuerto de Tocumén, en la sala de espera y nadie, pero nadie hablaba de Guaidó. Uno creía que llegaría de Colombia y que entraría como salió, por tierra. Ingresamos al avión y nunca nos dimos cuenta que él y su esposa estaban allí. Después supimos que había gente de su equipo, pero son personas que uno no conoce, ni ve en los medios. Fue un viaje alucinante. Pasé de la incertidumbre y el miedo a la más absoluta alegría. ¡Cantamos el himno en pleno vuelo! Era algo que nunca pensé vivir”, recuerda García, al rememorar lo que él llama “un viaje a todo dar”.
García fue uno de los 160 pasajeros, 16 en Clase Ejecutiva y 144 en la cabina principal, que se trasladaban en el vuelo 222 de Copa Airlines que fue desde Ciudad de Panamá hasta Maiquetía. Un Boeing 737-800, en el que no había ningún venezolano como integrante de la tripulación, detalle particular, pues Copa ha sido una de las principales aerolíneas que ha absorbido el talento humano de la aeronáutica civil local que se ha unido a la diáspora.
Fuentes cercanas al equipo de Guaidó han revelado que en la estrategia, el gobierno de Panamá, bajo la conducción de Juan Carlos Varela y la postura de Copa Airlines, fue decisivo para el éxito de la misión. En una acción sin precedentes, funcionarios panameños protegieron a Guaidó durante su tránsito por el Aeropuerto Internacional de Tocumén. Dejaron que los pasajeros de cabina ingresaran primero y, por último, los de clase ejecutiva. Guaidó y Rosales fueron los últimos en abordar.
El mutismo que rodeó el viaje llegó hasta a los integrantes de equipos cercanos. “Aún a pesar de mi relación con el equipo de Guaidó, por ser parte del componente que coordina el tema de la ayuda humanitaria, no estaba al tanto de esta decisión. Estuve en la puerta de embarque desde tres horas antes, porque yo venía desde San Fernando, California. Nunca lo vi allí. Yo tenía el asiento 29C, casi de las últimas. Embarqué y despegamos. Luego fue una algarabía y escuché a Guaidó por el sistema de comunicación del vuelo”, comparte el médico Julio Castro.
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“No estamos solos. El mundo está con nosotros. Dios está con nosotros y con Venezuela”, dijo la voz del joven presidente interino.
“Yo la verdad estaba muy asustado, en particular por él, veía por la ventanilla a ver si había algún avión militar al lado de nosotros o al aterrizar si había presencia militar en la pista o el acceso al terminal, pero nada. Al ver que salió del avión sin intercepción, ya me relajé, aunque las piernas me temblaban. No sé si por la emoción o por el miedo”, revela el especialista venezolano.
Castro narra que escuchar el Himno en pleno vuelo le removió el alma. “Aún proceso estas emociones. La gente en el avión cantó el Himno Nacional y a mí la voz no me daba. De alguna manera parecía una película que todos protagonizábamos”.
Los pasajeros sacaron celulares, tomaban fotos y grababan el momento que no solo quedaría en sus memorias, sino que tendría respaldo digital.
En medio de tanta emoción, a Castro le tocó explicar a sus compañeros de asiento, unos alemanes que harían conexión en Maiquetía, que “el presidente de Venezuela venía en ese avión”. “Lo más sorprendente es que ellos sabían de lo que yo les hablaba y lo que ocurría en el país, previo a mi explicación”.
Un vuelo común, que se convirtió en una experiencia de vida. “Un avión normal, un vuelo normal y lo compartimos con un presidente. Esto va para las historias que le voy a contar a mis nietas. Yo, Marielena Martín, viajé con un presidente que regresaba para que lo metieran preso y después lo dejaron pasar. Lloré, recé, canté y reí, todo en el mismo trayecto. Esto se cuenta y no se cree”. Así definía su travesía una abogada caraqueña que regresaba al país tras visitar a sus hijos y nietos que viven ahora en tierra panameña.
El Boeing 737-800 del vuelo 222 de Copa Airlines no tenía previsto ser un avión presidencial, pero lo fue para todos sus pasajeros.