El Tocuyo fue capital de Venezuela entre los años 1546 y 1548. Desde allí salieron las expediciones de conquista española hacia otras ciudades, por eso se le conoce como la Ciudad Madre. En el siglo XX también fue conocida por ser una de las principales ciudades productoras de azúcar, aunque en la actualidad, el Central Pío Tamayo, tomado por el Gobierno nacional en 2010, luce como una fábrica fantasma. Las tradiciones y la arquitectura de esta ciudad están amenazadas
HAGA CLIC EN LA IMAGEN PARA ENCONTRAR ESTOS ESPECIALES
Dulce. Ese era el olor de El Tocuyo, primera ciudad del país fundada con carácter de permanencia en tierra firme y capital de la Capitanía General de Venezuela entre los años 1546 y 1548. Desde allí salieron las expediciones de españoles para la fundación de nuevas ciudades, por eso se le conoce como la Ciudad Madre de Venezuela.
Fundada por Juan de Carvajal en 1545, bajo el nombre de Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción de El Tocuyo, es la actual capital del municipio Morán del estado Lara, ubicado al oeste de Venezuela, con cerca de 105.740 habitantes.
A El Tocuyo lo han bautizado con diferentes enunciados, además de Ciudad Madre, se le conoció como la Atenas de Occidente, debido a la cantidad de intelectuales que nacieron en sus tierras, como Lisandro Alvarado, Pío Tamayo, Julio Garmendia, Pablo Canela, Fortunato Orellana, Egidio Montesinos, entre otros.
“Había en El Tocuyo 25 pianos de cola… todo el mundo tocaba piano, teníamos músicos, compositores, poetas… porque la tranquilidad del pueblo permitía que la gente escribiera, pensara, tuvieran tiempo. Ahora no ¿ahora en qué piensa la gente? En qué voy comer mañana, no tengo gas, dónde están vendiendo el gas… y la leche… no, llegó pan a tal panadería, pero hay que anotarse en una lista de 15, 20…”, describe el profesor de Historia de Venezuela, Gustavo Guzmán.
Explica que aquel dulzor con el que se recuerda a las tierras tocuyanas fue impulsado por un grupo de españoles que trajeron desde el Viejo Continente semillas de caña de azúcar, las cuales fueron sembradas en todo derredor. Su tierra fértil, cercana al Río Tocuyo, hizo que se establecieran agricultores de diferentes rubros, una actividad que aún permanece, pero a menor escala.
“El Tocuyo se dio el lujo de tener una economía equilibrada. ¿Qué significa una economía equilibrada? Producía todo lo que consumía: maíz, granos, carne, leche, huevos”, cuenta Guzmán.
Sobre el aroma actual de la ciudad dice que es ácido y amargo:
“El Tocuyo era dulce porque habían fiestas sanas, habían retretas, habían procesiones numerosas, habían fiestas populares. Era placentero estar en El Tocuyo ¿Ahora sabe a qué? Ácido, El Tocuyo es ácido y amargo. ¿Por qué? Por la inseguridad, ahora todo es oscuro, sucio, lleno de mendigos”, dice el profesor Guzmán.
DESDE EL TOCUYO SALIERON LAS EXPEDICIONES DE ESPAÑOLES PARA LA FUNDACIÓN DE NUEVAS CIUDADES, POR ESO SE LE CONOCE COMO LA CIUDAD MADRE DE VENEZUELA
En caída libre
Edgar Contreras, presidente de la Sociedad de Cañicultores del Occidente de Lara (Socadol), presentó las cifras que registraron durante la zafra del año 2005-2006, cuando hubo en Venezuela 9.021.552 de toneladas de caña molida, número que cayó hasta 2.300.000 en la cosecha de los años 2018-2019.
Con respecto a El Tocuyo, los números son más amargos. En la zafra del año 2005-2006, el Central Río Tocuyo, ahora Pío Tamayo, molió 344.470 toneladas de caña. Desde el año 2015 no se muele esta materia prima en la fábrica, que se destacó hace 20 años como signo de modernidad y expansión económica, y ahora se perfila como un símbolo de decadencia financiera.
Como el Central Pío Tamayo no muele caña desde el año 2015, de las 20.000 toneladas de caña que se cosecharon en el 2019, 8.000 fue para el Central La Pastora (ubicado en Carora, municipio Torres del estado Lara) y 12.000 para productores de panelas o papelón.
Guzmán recuerda que primero se produjo el papelón y con el tiempo nació la industria de la cañicultura.
“Pero es una paradoja porque actualmente tenemos un central, pero no hay azúcar, no hay caña que moler, además las haciendas fueron expropiadas y acabaron los cultivos”, explicó.
En el año 1999, el Central Pío Tamayo cierra por quiebra y tres años después, en el 2002, el Gobierno nacional lo interviene al comprar acciones y ofrecer parte de la empresa a cañicultores y trabajadores del central.
Así pasa a formar parte de un consorcio que dejó atrás aquel dulce olor a caña, que se transformó en un amargo aroma entre chatarra y restos de lo que una vez fue una industria que llegó incluso a exportar toneladas de azúcar refinada.
Esta ilusión duró hasta el año 2010, cuando el Estado inició nuevas intervenciones a los centrales azucareros y específicamente compra todas las acciones para ser el único dueño de las fábricas. Esta intervención del consorcio azucarero quedó establecida luego de tres años, por un decreto presidencial firmado el 10 de octubre de 2013, cuando el Ministerio de Agricultura y Tierras estaba dirigido por el general Wilfredo Ramón Silva, quien anunció que en 2014 el presidente Nicolás Maduro invertiría 4.980 millones de dólares en el plan azucarero nacional.
Es una paradoja, tenemos un central, pero no hay azúcar, no hay caña que moler, además las haciendas fueron expropiadas y acabaron los cultivos
Gustavo Guzmán
“La situación es sumamente grave. De los 10 centrales del país que están en manos del Estado, ninguno a está moliendo. El Pío Tamayo no muele desde el 2015 y en La Pastora (Carora) solo va a procesar la materia prima importada”, agrega Contreras.
Las miles de hectáreas sembradas con caña de azúcar también desaparecieron. Edgar Contreras explica que el cultivo fue sustituido por otros rubros, en un 80% aproximadamente por siembras de pasto, que sirve como alimentos para los animales.
“De unas 3.500 hectáreas sembradas con caña en El Tocuyo, a lo sumo quedan 120”, señaló Contreras.
Dos ruinas históricas entre la maleza
Otra denominación utilizada para El Tocuyo es la Ciudad de los Siete Templos porque en la época colonial estuvo rodeada de siete iglesias: San Juan, Santo Domingo, La Valvanera, Belén, San Francisco, Santa Ana y Concepción.
El 3 de agosto de 1950 un terremoto destruyó buena parte de la ciudad. Muchas de las construcciones más antiguas se desplomaron y otras quedaron en ruinas.
Las Ruinas del Templo Belén, una de las más visitadas, fueron declaradas Patrimonio Arquitectónico de Venezuela y América Latina. Allí funcionó el primer hospital de Venezuela, fundado en el año 1625, con el nombre de Hospital Real San Juan de Dios y Nuestra Señora de la Chiquinquirá, hasta principios del siglo XIX.
Como dice la placa que se encuentra visible en la entrada de las Ruinas de Belén, este es uno de los vestigios que aún queda en Venezuela de los llamados hospitales reales -construidos en la época de la colonia española- que logró sobrevivir a dos terremotos, el de 1812 y el de 1950.
A pesar de la gran importancia histórica, estas ruinas permanecen sin ningún cuidado. Cualquiera puede entrar, salir y hasta “llevarse” parte de las ruinas como souvenir, porque no hay personal de seguridad ni tampoco se ha educado a la población sobre la importancia de conservar este patrimonio.
Las Ruinas de Belén carece de guías turísticos, seguridad y cuidado. Lo que en otros países pudiera ser una fuente de ingresos a través del turismo por su importancia histórica, es solo unos pedazos de paredes que podría pasar desapercibido a los visitantes de este pueblo olvidado del estado Lara.
LAS RUINAS DEL TEMPLO BELÉN FUERON DECLARADAS PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO DE VENEZUELA Y AMÉRICA LATINA. ALLÍ FUNCIONÓ EL PRIMER HOSPITAL DE VENEZUELA, FUNDADO EN EL AÑO 1625
De igual manera se encuentran las ruinas del templo de Santo Domingo, sin ni siquiera señalizaciones que indiquen la vía que lleva hacia estos puntos históricos de El Tocuyo y Venezuela.
La Iglesia Concepción, que también sufrió daños considerables en su estructura, fue restaurada y continúa como centro religioso para el pueblo tocuyano.
En tres oportunidades El Pitazo intentó contactar en su despacho a Gisela Rodríguez, alcaldesa del municipio Morán, para conocer sobre los proyectos para la región, pero no fue posible la entrevista.
Golpe tocuyano
Julián Mogollón tiene 100 años de edad. Fue capitán mayor de los sones de negro, como también le llaman al tamunangue, composición musical que nació en El Tocuyo. Aunque no hay una referencia específica de la fecha, se conoce que surgió por la unión de las melodías y tradiciones que traían los negros esclavos con la mezcla de las costumbres locales: indígena y española.
Tico Páez, músico y cantante de la agrupación larense Carota, Ñema y Tajá, se remonta al año 1609 cuando fue creada la cofradía de San Antonio de Padua por Fray Antonio de Alceza, hermandad para morenos y esclavos, con sede en el convento de San Francisco.
“Se puede inferir que los negros vinieron de África con sus cantos y baile tomando como divinidad protectora a San Antonio de Padua”, cuenta Tico Páez.
Los músicos y cultores buscan que el tamunangue, que nació en El Tocuyo, sea reconocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad ante la Unesco, para ello, la tradición debe ser preservada.
“Las tradiciones se acabaron, no las hacen ahora como en aquel tiempo. Se acabaron las voces de los negros. Ahora lo que se escucha es pura bullaranga, eso no se escucha nada y así se quedará, ya yo no les digo más nada a nadie, no tienen respeto a San Antonio, lo que les gusta es ‘jartarse’ de aguardiente”, increpa Julián Mogollón.
Las tradiciones se acabaron… se acabaron las voces de negros
Julián Mogollón
Tico Páez explica que el tamunangue está compuesto por siete sones, que tienen una estructura fija acompañada de un baile, donde los danzantes realizan las acciones que el cantante indica en cada son. Se toca al ritmo de tres cuarto (3/4).
Los sones de negro son Yiyivamos, La Bella, Juruminga, Perrendenga, Poco a Poco, Galerón y Seis Figuriao.
Esto lo diferencia del golpe tocuyano, música que también nació en este pueblo, a la cual Tico Páez prefiere decirle golpe larense.
“Cuando nació el golpe tocuyano, El Tocuyo era la capital de la capitanía general y en el mapa se incluía otras zonas como Curarigua, Sanare, Chabasquén. Después de la construcción de carreteras y autopistas se hicieron nuevas divisiones, por eso prefiero decir que el golpe es larense”, describe Tico Páez.
El golpe se toca al ritmo de seis octavos (6/8), eso también lo diferencia del tamunangue, además su baile es más libre y pueden existir infinidades de letras con esta melodía.
“Los golpes más antiguos hablan en sus letras sobre la flora y la fauna, pero puede ser de cualquier tema y se baila libremente. En cuanto a los cordófonos -instrumentos de cuerda- sí son semejantes, porque ambos son hijos de El Tocuyo”, reitera Páez.
Con represa y sin agua
El Tocuyo pasó de un emporio político y económico a un pueblo olvidado: sin gas, con racionamiento eléctrico, con fallas constantes en las plataformas de comunicación y sin agua, a pesar de contar con la Represa Dos Cerritos, que surte 80% del agua que se consume en los municipios Jiménez, Morán e Iribarren.
Héctor Torrealba, técnico de mantenimiento electromecánico, con 26 años de servicio en la empresa regional Hidrolara, explica que desde la Planta José Félix de los Ríos, conocida como Represa Dos Cerritos, llega hasta la estación de rebombeo 4200 litros de agua por segundo, por gravedad. A este diseño se le conoce como el Sistema Alto Tocuyo (SAT).
La estación de rebombeo en Morán se diseñó con cuatro motores pero entraron en funcionamiento dos, a los cinco años comenzaron a funcionar los otros dos motores. El 16 de septiembre de 1992, durante el mandato presidencial de Carlos Andrés Pérez, se puso en funcionamiento una quinta línea o motor.
Luis Fernando Arocha, expresidente de la Compañía Hidrológica de Occidente (Hidroccidental) que dio origen a Hidrolara, en declaraciones ofrecidas al diario El Informador en el mes de septiembre de 2017, explicó que el Sistema del Alto Tocuyo (SAT) agotó su capacidad para satisfacer la gran demanda del servicio.
Señaló que la capacidad máxima del SAT es de 6.000 litros por segundo, un volumen de captación, conducción y tratamiento que no puede superarse y en consecuencia, no puede cubrir la demanda de El Tocuyo, Quibor y Barquisimeto.
En la actualidad se suma otro problema: el racionamiento eléctrico improvisado y dos apagones nacionales que han afectado el sistema en 2019 y, por ende, la distribución del agua potable en la región, un punto que no fue tomado en cuenta cuando se construyó el SAT.
LA REPRESA DOS CERRITOS SURTE 80% DEL AGUA QUE SE CONSUME EN LOS MUNICIPIOS JIMÉNEZ, MORÁN E IRIBARREN
Trabajadores de Hidrolara, nombre que fue cambiado a Aguas de Lara durante la actual gobernación de Carmen Meléndez, quienes no quisieron revelar sus nombres por temor a represalias, aclararon que la planta de rebombeo no tiene generador de electricidad propio para levantar el SAT.
“La planta que tenemos sirve solo para encender las luces externas y para mantenernos comunicados. Los motores industriales manejan una potencia de 6.600 voltios, que al arrancar triplican su consumo, muy elevado para una planta eléctrica doméstica”, expresaron.
La acemita tocuyana
La dulzura de la caña impulsó una creación culinaria propia del pueblo: las acemitas tocuyanas, hechas a base de papelón, azúcar morena, levadura, harina de trigo, queso de cabra y aliñadas con anís, canela, nuez moscada, vainilla y aromas criollos. Algunos hablan que el ingrediente secreto es una pizca de chimó, relato que nadie corrobora en El Tocuyo.
El pan de tunja, la catalina o cuca y el pan crineja también forman parte de la dulzura gastronómica de los tocuyanos.
Por la escasez de la materia prima, principalmente harina y la azúcar, estos panes dejaron de hacerse en varios hornos caseros y en la actualidad solo se consiguen en los más antiguos, como los hechos por la descendencia de la Niña Engracia, la panadería artesanal más conocida de la ciudad.
LA DULZURA DE LA CAÑA IMPULSÓ UNA CREACIÓN CULINARIA PROPIA DEL PUEBLO: LAS ACEMITAS TOCUYANAS, HECHAS A BASE DE PAPELÓN, AZÚCAR MORENA, LEVADURA Y HARINA DE TRIGO
Ahora, en la modernidad, han tenido que sortear varias dificultades, pero con resiliencia y gracias a las ideas de la nueva generación, han podido salir adelante. Por ejemplo, antes las personas pagaban con efectivo estas delicias, pero ahora los propios y visitantes tienen la posibilidad de cancelar sus pedidos por transferencias bancarias o pago móvil.
Es la manera de reinventarse ante la adversidad. Lo mismo han hecho para hornear, porque la distribución del gas doméstico también falla en el municipio Morán. En las panaderías artesanales han optado por comprar leña en grandes cantidades, para poder seguir avivando el fuego que hace crecer los panes tocuyanos.
A las acemitas incluso le escribieron una canción, de autor desconocido, que dice así:
“bolla de pura dulzura
Con sabor a mi región,
aliñada con lo nuestro:
el melao e papelón.
Cómprela usted visitante,
pero que sea la casera,
no la que vende el musiú
a orillas de carretera.
En los campos de mi pueblo
se acostumbra en la mañana
una taza de guayoyo
con acemita tocuyana”
El Tocuyo incomunicado
Los racionamientos eléctricos improvisados diarios deja sin señal telefónica ni internet al municipio Morán. Comerciantes del centro de El Tocuyo tuvieron que comprar sus propias plantas eléctricas para poder mantener sus puertas abiertas, sin embargo, quienes no tuvieron cómo comprarlas solo pueden vender cuando hay electricidad.
No solo los puntos electrónicos sufren desconexión, las señales de los teléfonos celulares y fijos también. Si ocurre una emergencia las personas deben correr para pedir ayuda, porque se hace imposible realizar una llamada.
Es así que El Tocuyo se mantiene aislado por las fallas de comunicación, olvidado entre hectáreas sin siembras y sin el encantador aroma a dulce que alegraba tanto a propios como a sus visitantes. Ahora bien, la intermitencia en los servicios públicos no se compara con la debacle de la cañicultura morandina, que deja incierto el presente y futuro de este rubro para el país, sobre todo para la ciudad que llegó a ser capital de la República de Venezuela.