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jueves, 28 marzo, 2024

Toque de Diana | Reflexiones sobre la carta de Isaías Rodríguez

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Ya que hemos estado recuperando con cierto éxito el hábito epistolar desde la embajada de Venezuela en Italia, hacia el poder Ejecutivo y en desagravio del remitente que todavía (#esito) no recibe respuesta del destinatario pues al parecer, ésta última, se trataría de una carta de renuncia la cual Maduro no aceptó, nosotros, considerados, si queremos darle respuesta desde El Toque de Diana para ver si ayudamos en algo y ver si nos sale bien aquello de la prosopopeya: esa gravedad y solemnidad afectada al escribir que a muchos entretiene.

Estas son nuestras reflexiones en voz alta sobre la carta de Isaias. Señor ex embajador, señor ex fiscal y ex constituyente: 

Usted habla de una “batalla digna y valiente librada por ustedes contra el imperio declinante” y uno piensa en automático e ipso facto en que capaz y los lentes que usa necesitan nueva fórmula porque aquí la verdadera batalla digna y valiente que uno ve es ésta, la de un pueblo digno de Bolívar que no se quiere callar, que sale a protestar, que insiste en avanzar, en superar la tragedia humanitaria, emprendiendo desde la zona cero del deslave institucional, desde el mismo lugar donde cayó la bomba hiperinflacionaria y combatiendo como se puede al jalamecatismo del sistema clientelar y la epidemia de los antivalores, para volver a traer al frente al Buen País, ese que se resiste a morir.

En lo único en que coincidimos es en que lo que usted dice que es su batalla y la nuestra se libran desde el mismo lugar.

Aunque, todavía a usted no lo hemos visto de Italia regresar. Y es que mangiare en Italia debe ser delicioso, ¿no?

Usted además dice que como nació para martillo, del cielo le caen los clavos, pues a juzgar por su carta usted luce como si ya esos clavos se le hubieran acabado. Y ya le explicó por qué nos lo parece pero antes si quiero decirle que a nosotros los venezolanos lo que nos cae del cielo son limones y aún a pesar de que no era nuestra vocación pues si, hemos aprendido dignamente a hacer limonada.  Limonada en los diferentes países donde los venezolanos somos embajadores de una tierra de gracia.

Y usted dice que no aprendió a regatear indulgencia pero con su labor política desde el partido único y desde el rol hegemónico que el mismo tiene usted si enseño a otros a regatear indulgencias, pateando la meritocracia, privilegiando siempre un blindaje de lealtades a su alrededor.

Coincidimos con usted en que el dolor es últil. Y es justamente a partir de esa enseñanza que nos deja lo vivido en estos 20 años que ahora los venezolanos tenemos mayor criterio para leer una carta como la que usted ha firmado, donde se puede ver clarito lo que dicen de Dios: que escribe recto en líneas torcidas.  Y no sabemos si alguna vez usted se creyó Todo Poderoso desde allá, desde la cúspide del Ministerio Público pero lo que ha escrito en ese papel no tan recto como la daga que usted dice seguir como camino.

Por ejemplo, si usted quiere que se entienda que se encuentra mamando, solo porque confiesa que a partir de este momento usted y su esposa viven de las joyas que le regaló a ella el ex marido. Pues no. no se entiende eso. Lo que se entiende es que usted es muy coherente en su vida personal y familiar con lo que fue durante todos estos años la promoción de sus principios políticos. Si lo que usted dice es cierto, entonces usted depende del ex marido de su esposa como dependen muchos venezolanos hoy en día de las migajas del poder, léase los Clap y demás gentilezas, gracias a la labor suya y de sus amigos dentro de la llamada revolución.

No se ve gente tan consistente en su vida y obra por estos días. Así que le celebramos su verticalidad si y solo si esto es cierto. Que todavía habrá que esperar.

Dice usted que no puede convertir el agua en vino. Me extraña porque muchos de los suyos la pudieron convertir en whiskey, y dice también que no puede resucitar a los muertos. Nosotros tampoco y no sabe (porque capaz y no le interesa) cuanto duele esto. Pregúntele a la resistencia, pregúntele a tantas familias que han visto morir a un ser querido por desnutrición o porque no consiguieron las medicinas.

Lo sorprendente de su carta fue leer que está claro con el hecho de que le espera no una, sino varias muertes. La misma carta que usted ha escrito quizás sea la antesala de una de ellas. La muerte política. Esa que se arraiga en el contraste de los hechos, en el before and after y que podría ser incluso más dolorosa que aquella que si nos toca a todos, la del cuerpo.

Usted parece llegar al hartazgo porque dice que se ha irrespetado la embajada que representa. Le cae tarde la locha. Muchos de ustedes llevan años irrespetando al país completo. Por eso tenemos la duda. No nos agarra a lazo. ¿Cuál habrá sido la verdadera causa de su renuncia?

Dice que después de esta dimisión su frente estará en alto pues no es de los que se quedan mirándose los zapatos y asegura que toda la vida rechazó las injerencias que pretendieron humillar su conciencia y su espíritu. Ya vemos entonces que con los cubanos y los rusos seguramente cero rollo, todo bien. Ellos no son injerencistas. Menos mal.

Y por último nos dice que se retira entonces a la abuelitud. Nos preguntamos ¿dónde la ejercerá?

Quizás a su carta algunas hojas más haya que agregar. Veremos.   

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