Maturín.- Tres familias en el estadio de béisbol menor, ubicado detrás del liceo Francisco Isnardi, de Maturín, viven hacinadas. Son 16 personas las que viven en los vestuarios del campo, en el que niños, adolescentes y jóvenes de unas 10 comunidades aledañas practican a diario. En el grupo de habitantes hay 8 adultos y 3 de las 5 mujeres están embarazadas; hay 7 escolares, 1 adolescente y 3 hombres que trabajan eventualmente.
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Las personas quieren una casa donde vivir porque afirman que el sitio no es seguro y que en ocasiones funcionarios de los cuerpos de seguridad entran a revisarlos, buscando evidencias de algún robo que se haya cometido en la zona.
Carolina Vallenilla es una de las habitantes. Junto a su esposo y el menor de sus tres hijos, tiene seis meses en el estadio. Aseguró que está cansada de deambular por las calles desde hace un año y tres meses, cuando salió de su rancho en San Vicente, zona oeste de Maturín, porque unos delincuentes se lo destrozaron. “Ese sitio es inseguro. Allí degollaron a un hombre y no quise que mi hijo menor tuviese ese ejemplo”, contó.
Antes de llegar al campo de béisbol, vivieron durante tres meses en casa de la suegra de Vallenilla, luego cuidaron una casa en el sector Paramaconi, pero al poco tiempo fueron desalojados por un hermano del dueño que llegó de Brasil. “Dormí dos veces en el hospital, después nos fuimos a las gradas de la cancha que está al lado de esta, pero como allí es más inseguro, nos mudamos para acá”, narró.
“No me gusta vivir así, pero qué le vamos a hacer. Hace poco hablé con Maicavares sobre nuestro caso y quedó en que nos iba a ayudar”, dijo. José Maicavares, la persona a la que hace referencia la mujer, fue alcalde de Maturín entre 2008 y 2013 y actualmente es presidente de la empresa Transmonagas, un ente encargado del sistema de autobuses tipo Yutong que circulan en Maturín y que son parte de la flota de transporte público.
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Las otras familias
Con Milva Abreu viven 11 personas en un espacio en el que solo entran dos camas individuales, pero que en su lugar hay dos colchonetas en las que duermen sus dos hijas embarazadas y los niños más pequeños; el resto lo hace en el piso sobre sábanas. Antes habitaban en el antiguo retén de menores, pero la Policía de Monagas los desalojó a principios de 2019 tras el hallazgo de varios paquetes de papel sanitario que fueron saqueados de un camión.
“Una de mis hijas y yo estuvimos presas cuatro meses por eso. Nos detuvieron porque el papel fue escondido allí y nosotras no nos habíamos dado cuenta porque estábamos vendiendo café y cigarro”, contó. Al salir de la cárcel se fueron al terminal de Maturín; ahora tienen seis meses en el estadio de béisbol. Cocinan con leña y no todos los días, porque las parejas de sus hijas no tienen trabajo estable.
Saraí Mejías tiene 11 meses en el sitio y cuatro de embarazo. Antes vivía en San Agustín de La Pica, parroquia homónima, con su papá, sus tres hermanos y su abuelo. Se mudó cuando salió embarazada por primera vez, solo que tuvo una pérdida. “Mi pareja tiene tres años cuidando el estadio. A veces dormimos en las gradas porque nos da calor en las noches. Tenemos un baño, pero hacemos nuestras necesidades en un tobo porque no hay ni letrinas ni pocetas”, contó.