Maturín.- 50.000 kilómetros, 45 países y 5 continentes: Rómulo Pizzica no le dio la vuelta al mundo en 80 días, pero sí en 15 años. Se tomó sus pausas, enfrentó adversidades y siguió el camino con su compañera de hace 20 años: su bicicleta. Se define como un nómada que decidió pedalear Venezuela en 6 meses para recoger fondos económicos en beneficio de los niños de Aldeas Infantiles.
El 10 de agosto, este varguense con sangre italiana le contó su historia a El Pitazo. Desea retribuir con buenas acciones todo el bien que ha recibido en sus viajes. Por eso espera lograrlo a través de su campaña Un dólar por un kilómetro. Los enlaces para donar en beneficio de los niños pueden verse en sus redes sociales o en los de la organización.
“Ver la pobreza de cerca me alentó a manejar bicicleta por causas nobles, y qué mejor manera de comenzar que por los niños venezolanos”, afirmó. Pizzica inició su viaje desde Anzoátegui; descartó Caracas porque cuando llegó a El Guapo, estado Miranda, un grupo de policías le prohibió el paso para resguardar su seguridad. Entonces, llegó en carro hasta Anzoátegui y desde allí pasó por Sucre. Luego de dos semanas de viaje entró a Monagas por el municipio Acosta.
Planea llegar al estado Bolívar, ir a la Gran Sabana, recorrer la región Guayana, entrar a Amazonas, Los Llanos, Los Andes, Occidente y retornar al centro por la costa. Es un viaje largo y su bicicleta está preparada: sobre ella monta cuatro bolsos, dos adelante y dos atrás. Tiene un asiento que le da confort y por eso no le preocupan las horas de viaje sentado en uno pequeño.
El ciclista dice que es un nómada porque no ha vivido más de un año en el mismo lugar. La pandemia por el coronavirus alargó su estancia en Venezuela. En su bitácora le falta por recorrer China. Intentó hacerlo cuando estuvo en la India, pero un accidente se lo impidió. “En 2015 terminé de recorrer las Américas, llegué a Venezuela y después de un tiempo me fui a Alaska con mi bicicleta”, contó.
El secreto de su resistencia está en conocer su cuerpo. “Descanso cuando el cuerpo me lo pide”, explicó. Pero en sus travesías la concentración es fundamental. Su guía no es el Google Maps, sino un mapa físico y la gente. “Preguntando se llega a Roma. La opinión de la gente es fundamental: si ellos me aconsejan que no siga un camino, lo hago”, aseguró.
De cada viaje toma nota. Es como un diario en el que describe lo que ve y lo que le pasa en cada recorrido. ¿La razón? Quiere escribir un libro que sirva de guía para otros ciclistas, pero también para aquellas personas que deseen practicar el ciclismo y, por qué no, viajar en bicicleta.