Por: César Mogollón
En los últimos días se realizaron las elecciones más polarizadas en la historia reciente de los Estados Unidos. La preponderancia de esta elección en los medios internacionales reside en la influencia del país norteamericano en diferentes naciones del mundo, sea por motivos económicos o políticos. En los principales conflictos a nivel mundial, casi nunca pasa desaperciba la diplomacia estadounidense, como mediadora o participante en disputa.
Desde enero del 2017 la presidencia de los Estados Unidos ha estado en manos de Donald Trump, un multimillonario que se convirtió en líder político en un abrir y cerrar de ojos, por medio de una campaña meteórica con verbo populista nacionalista, que derrumbó electoralmente las viejas tradiciones de los partidos demócrata y republicano. El discurso de Trump polarizó a la sociedad estadounidense y provocó una puja entre potencias, especialmente con China. Esta situación en la mayor potencia militar deja en desconcierto el equilibrio de poder y la paz global.
Los resultados oficiales, mas no definitivos, han otorgado la victoria en los comicios electorales presidenciales a Joe Biden, un veterano demócrata que busca la reconciliación nacional y bajar la escalada de la confrontación; la voluntad ciudadana hasta el momento demuestra la fuerza que puede tener el voto para lograr cambios políticos. Las reiteradas expresiones de xenofobia, racismo, misoginia de Trump, fueron respondidas por una avalancha democrática que tradujo en votos los levantamientos sociales de meses anteriores y que actualmente ocurren en ese país.
La desigualdad y la pobreza no son exclusivas de los países llamados del “tercer mundo”, en las grandes potencias existen condiciones de precariedad y de corrupción política, que origina malestar en ciudadanos vulnerables excluidos de la riqueza de sus naciones. La posición radical de Trump es la salida antidemocrática a la crisis social, bajo mecanismos que incentivan el odio y la guerra, del mismo modo que el fascismo en los años 30 del siglo pasado. Vencer electoralmente estas posturas políticas discriminatorias es una oportunidad para revertir las flaquezas del sistema político y social, mediante la integración ciudadanía, la equitativa distribución de la riqueza y la igualdad de derechos para cada individuo sin distinguir su origen social, etnia o religión.
Cuidar de la vida democrática es responsabilidad de la sociedad, los populistas invaden el espacio democrático cuando respiran su debilidad por el descontento de la ciudadanía, cuando las instituciones son ineficaces en canalizar las demandas sociales y la clase política está burocratizada en sus dirigentes, ajenos a la voz del pueblo.
Derrotar el autoritarismo y las expresiones de división, únicamente se realiza por la participación social en los problemas públicos, huir de la política es un error para los demócratas, por ello abstenerse de protestar, organizarse o votar, refleja el desdén por luchar por un futuro mejor y en convivencia. Hoy el autoritarismo pierde en la gran potencia americana, sin embargo, hacen falta otras derrotas de caudillos para alcanzar un mundo más democrático, y la ciudadanía y el voto serán protagonistas de esos hechos.
CÉSAR MOGOLLÓN | @CESARMOGOLLONG
Dirigente político del Movimiento Político Nacional Alianza Centro.