Para empezar este recorrido, puedes escuchar:
Los cubos y el mar (Segunda etapa: de Llanes a San Esteban de Leces)
Dicho y hecho, estoy viajando en el tren de los sueños que se escapan de la almohada de esta mi litera en el albergue de peregrinos de Llanes. Elucubraciones que ocupan un micrométrico espacio en el camino de Santiago por la costa verde asturiana. Las pertenencias que porta el caminante son tres: salud, paz y cansancio; las tres se levantan, se visten y desayunan; las tres respiran fuera ya del habitáculo contenedor, ahora en la senda horadada, en nuestra casa de la memoria de tejado de cielo y nubes grises que lloran despacito. ¿Llueve? No, eso es orballo.
Fina lluvia imperceptible cae suave; mejor dicho, flota sobre mis objetos terrenales tapados con un caparazón impermeable de color naranja que cubre la mochila. Camina tranquilo.
La paz interior que ansío, ese tesoro, ya no porta un arma de fuego como antaño. Años atrás en zona conflictiva no debía por seguridad salir a la calle sin mi pistola para encontrar la tranquilidad. Los antagonismos que en algún momento de la vida de cada ser humano llegan a caminar cogidos de la mano para mantenerte equilibrado, siempre acaban divorciándose. Hoy en esta senda milenaria la tranquilidad se ha engrilletado a la barandilla que circunda este lecho. Un camastro que el azar ha adjudicado a este peregrino en el albergue. Niégate a dejar que se incline la balanza hacia el infinito del pozo oscuro del desequilibrio. Camina para darle de comer a la paz ese menú de peregrino frugal, pero suficiente. Te estás adentrando en este hermoso Camino de Santiago de la Costa asturiana, en la segunda etapa que va desde la antigua Puebla de Aguilar, hoy Llanes, a San Esteban de Leces.
Huele a salitre que lo impregna todo. Hay una capa de piel de cristales que cubre los Cubos de la Memoria pintados de memoria por y para la memoria; en memoria de los viajeros desmemoriados de mil caminos diferentes. Abre el libro de la Costa siempre que quieras; en cada sueño lo puedes hacer y así volver y recordar esos Cubos de la Memoria que te dicen hasta pronto.
Seguimos caminando. Somos testigos de la presencia de una sierra de nombre Cuera y un pico, el más estilizado y buen mozo de todos, bautizado como Turbina. Y ya entramos en Poo, en la iglesia de San Vicente, consagrada en 1869.
Huele a fruta limpia en La Boriza. El frescor lo impregna todo, absolutamente todo el hermoso valle de Celorio; y sigue lloviendo. El orballo se ha hecho hombre o mujer, no lo puedo precisar. Esas primeras y minúsculas gotas han crecido descontroladamente y saltan al vacío, se suicidan de infinita tristeza. Me viene a la cabeza un poema de título: Despedida de Celorio, escrito por el último abad del Monasterio del siglo XII, de nombre San Salvador, la noche antes de partir de ese lugar tan espiritual.
Ahí está el puente sobre el Calabres, la capilla de El Santín y su San Roque peregrino.
Núcleo de Niembro, Posada, seguimos el camino hasta el destartalado monasterio e iglesia de San Antolín de Bedón. ¡Qué lástima de Románico de transición al Gótico, a su suerte, a disposición del tiempo que todo lo sabe, todo lo puede; a disposición del olvido que antes de que cante el gallo también lo negará todo mil veces tres.
Lugar de Naves y la iglesia de San Antolín. Villahormes, la capilla de San Antonio. Caminamos por el Camino Real, capilla de Las Ánimas flota en el aire un: NO PASES SIN REZAR.
En Nueva existió un ancestral hospital de peregrinos, que como en otros caminos fue borrado piedra a piedra. En el Collau nos encontramos. Seguimos por Cuerres con su iglesia porticada de San Mamés. La fuente de los peregrinos. En Torniello dirige el caminante la vista hacia el oeste. Podrá divisar la sierra litoral del Sueve y el pico Pienzo.
En Ribadesella el camino transcurre por el paseo marítimo Princesa Leticia. Bajo el puente, sobre el río Sella, las olas cantan al romero; los mensajes de esa canciones golpean contra los pilares. Algunos peregrinos marchan en hilera con la cabeza inclinada hacia el suelo. Ya empiezan a pesar sus mochilas cargadas con todo su mundo en el interior.
Último tramo subida, e izquierda más a la izquierda, a la izquierda de Dios Padre. Se sienta el peregrino en el suelo a descansar en ese destino ansiado el albergue.
Abre el libro de la Costa siempre que quieras, dijo el narrador, y lee: en cada sueño puedes volver a recordar esos Cubos de la Memoria. Te están deseando: BUEN CAMINO PEREGRINO.
*Xavier Eguiguren, articulista, novelista, colaborador en la LNE (prensa asturiana) y en la RTPA (Radio Televisión del Principado de Asturias). Corresponsal de la revista Enki-Mallorca.