Se trata de una pieza audiovisual bien montada con una calidad de imagen y audio fina y reposada. Es la opera prima de Diego Vicentini a quien se le nota la emigración. No solo por la temática, sino por su técnica. Vicentini es caraqueño, y emigró a Estados Unidos en 2009. Puede verse en Netflix
Por: Leonor Suárez
Al fin vi Simón, la película de Diego Vicentini que representó a Venezuela en los Premios Goya. Supe que causó furor en la comunidad venezolana de Miami al estrenarse en los circuitos locales, pero se hizo accesible al público general en Estados Unidos hace apenas un mes, al tiempo que se estrenó en Netflix para Europa y América Latina.
La película es un must see nos guste más o nos guste menos. Se trata de una pieza audiovisual bien montada con una calidad de imagen y audio fina y reposada.
Es la opera prima de Vicentini a quien se le nota la emigración. No solo por la temática, sino por su técnica. Vicentini es caraqueño, y emigró a Estados Unidos en 2009 donde estudió primero Finanzas y Filosofía para luego formarse en cine en Los Ángeles. Simón es su tesis de grado. Y se nota para bien.
Se evidencia en la película –y en sus redes sociales– el meticuloso proceso de escritura de guión y edición que él mismo ejecutó.
La película no es innovadora, tampoco creo que trate de serlo. Es honesta. Es un retrato de la emigración de clase media a Miami, donde reside la familia del director.
Simón, el protagonista, es un chico citadino con visa de turista que llega a Miami después de participar en protestas callejeras contra el gobierno y pasar por un calabozo donde es torturado junto a un compañero de “guarimbas”.
Simón es un estudiante con ganas de cambiar el país, pero sin los medios reales para hacerlo. Y la película, es la Hollywood-ización de esa emigración venezolana. Y allí está parte de su valor: hacer inteligentemente mercadeable la dramática realidad del país.
Simón no tiene peso documental, mas sí comercial y ¿por qué no? Es, además, una sutil propuesta de análisis del carácter del venezolano. Hay dos escenas que así lo revelan.
Avanzada la película, el protagonista se debate entre integrarse a su nueva vida o seguir conectado con la causa venezolana. Su “equipo”, un grupo de estudiantes, se ha quedado en casa y sigue buscando maneras de cambiar su realidad.
Simón está en Miami y comienza a interesarse por una voluntaria estadounidense quien lo ha invitado a una fiesta. La fiesta termina en un club.
Cuando Simón y Melissa comienzan a bailar, se cuela el tema Me Rehúso, el hit que el artista venezolano Danny Ocean viralizó y que además interpretó en Ginebra durante la ceremonia de los Nansen Awards para refugiados en 2019.
El tema, es conocido, fue escrito por el cantante al emigrar y relata cómo la emigración se interpuso entre dos enamorados. En la película de Vicentini, la canción es usada a la inversa: para retratar el momento en el que la emigración también da paso al amor. En la vida, a nuevas historias, a una formación en Los Ángeles y a una película venezolana nominada a los Goya.
El soundtrack calza a la perfección con la intención, le da la vuelta y siembra al ritmo de popetón la historia del director sazonada con la letra del cantante venezolano más exitoso de los últimos años. Esta es una escena de lo posible, de la globalización del venezolano y su cultura.
La siguiente escena habla sobre lo que no será. Simón está en un cuartico. De esos que huelen y lucen a autoridad gringa. El protagonista se enfrenta a la deportación por meterse en problemas con un pasado que lo alcanza en Miami, como a tantos. En esa ciudad te encuentras el pasado venezolano en cada esquina.
Se desata un diálogo interno, una batalla interna entre Simón y lo que dejó allá en Venezuela. ¿Qué hacer con la culpa por los muertos? No lo sabremos. ¿Qué hubiese pasado si Henrique Capriles se hubiese resteado? No lo sabremos.
Solo nos consta que en la ficción hay remordimiento por lo hecho y del otro lado solo un gran what if…. Eso también queda claro en Simón.
La película es un tanto ingenua, pero a veces el cine lo es, y no está del todo mal. La intención y el tratamiento casi de “cine familiar” me recordó a Steven Spielberg, el que hizo Lincoln en 2012 o la autobiográfica The Fablemans, ya más hacia el final de su carrera.
Vicentini, menos complejo quizás; pero profundamente melancólico, tiernamente ingenuo y absolutamente eficaz. Nada mal para un chamo que empieza a contar historias y que decidió contar su país.
LEONOR CAROLINA SUÁREZ / X: @LeonorSuarez / Instagram: leocarosuarez
Estratega de contenidos, escritora y guionista radicada en EE UU. Licenciada Cum Laude en Derecho de la UCAB y máster en Comunicaciones de University of Florida. Cuenta con más de diez años de experiencia en periodismo digital y producción audiovisual. Fun fact: participó en Miss Venezuela 2004.