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domingo, 8 diciembre, 2024

Una puesta en escena de miedo y disciplina

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Por: Juan Carlos la Rosa Velazco

La descripción que el Fiscal General de la República hace del asesinato del profesor Carlos Lanz nos pone en las butacas de una escenografía de horror para la cual no está lista, pese a todo lo vivido en estos años, la sociedad venezolana que hace opinión pública. Tal descripción es tal vez la primera puesta en escena para esta opinión pública de una lógica de guerra social a la cual otras sociedades se han acostumbrado y normalizado en todos sus estratos, en África y en este continente, pero también en otras regiones donde hay territorios y recursos en disputa o en pleno saqueo.

Esta guerra acá es una vivencia cotidiana en los sectores sociales mayoritarios, que cada vez inciden menos en la opinión pública y ahora entra a saco en la ya frágil y resquebrajada seguridad de los que inciden en la también reducida opinión pública venezolana, produciendo de inmediato una sensación de miedo y paralización, que no es casual sino diseñada y perfeccionada en este y otros contextos sociales. No es una sensación pasajera, fue diseñada para quedarse.

La escenificación oficial de este crimen presenta detenidos cuyo perfil, muy casualmente, coincide con el de otros detenidos no conectados con este caso en las mismas 48 horas, la detención de militantes y exmilitantes de varias organizaciones políticas y sociales opuestas al gobierno. También coincide con un alerta que otra organización recién distanciada del gobierno, hace sobre su temor por la integridad de la vida de sus militantes frente a la violencia política de Estado. Todos son activistas y militantes.

Si es evidente que la voluntad que mueve estas coincidencias es la del Estado, nos preguntamos ¿no dan como resultado efectivo una lección de disciplina represiva a los disidentes y potenciales disidentes de la política de quienes administran hoy el gobierno?

Pero no todos los detenidos son disidentes, sino abiertos opositores del gobierno. Agregamos entonces otra pregunta: ¿no dan estas detenciones una lección de disciplina represiva a quienes se han estado aislando, equivocados o no, gobiernistas u opositores, de los espacios de diálogo y movilización que se han intentado abrir desde la voluntad de muchas organizaciones sociales?

Los que creemos en el camino difícil del diálogo y la paz debemos también preguntarnos: ¿no ponen estos actos de disciplina represiva y de construcción de miedo, un corral alrededor de nuestros esfuerzos?, parecen decirnos “dialoga pero sin los demás, dialoga pero sin garantías”; trabajan para imponer por la fuerza los términos del gobierno.

Esta lección represiva relámpago, ya que se escaló en pocas horas, tiene además un ejecutor ya fogueado en la construcción del miedo entre los de abajo, de más abajo de nuestras comunidades, el aparato represivo del Estado. Tiene además como signo común, que son detenciones arbitrarias, y se instalan en un ausencia de garantías constitucionales y de derechos de los detenidos e imputados.

No podemos sino temer por las vidas de estos detenidos, solo en atención a los precedentes recientes e históricos que pueblan nuestra memoria. Veamos para cerrar, la puesta en escena del ciudadano fiscal general, hay que tener un estómago educado en las páginas de sucesos para hacerlo.

El crimen fue cometido por actores materiales con prontuarios policiales, que quedan protegidos incluso en su identidad para delatar a unos actores intelectuales cuyo perfil es de activistas, educadores, funcionarios, empresarios y con una historia en la izquierda venezolana chavista y en los sucesos del 11, 12 y 13 de abril de 2002 en Maracay; la narrativa autoalabante del ciudadano fiscal denigra de la condición humana y social de los acusads y de una mujer en la retórica machista más vergonzante y violenta.

La descripción de los hechos, llena de suposiciones y de subjetividades basadas en testigos, muy desarrolladas hasta lo dramático, contrastan con la muestra de pruebas materiales. Claro que eso es superable, porque el rigor procesal del sistema penal lo garantiza, pero nos preguntamos: ¿ese rigor existe en el sistema judicial y policial venezolano hoy?, conocemos miles de precedentes que indican que debemos tener dudas razonables sobre las garantías procesales de cualquier detenido, la historia reciente está llena de denuncias de fraudes judiciales y montajes policiales.

La puesta en escena configura una condena previa que coincide mas con un teledrama con villanos, huérfanos y asesinos, que con la comunicación de un Ministerio Público.

La escena nos propone una cantidad de conjeturas que invitan a que nuestra educación emocional haga el resto, nuestros morbo, temores y prejuicios completan fácilmente cualquier argumento. Ese parece ser el plan comunicacional.

Los espectadores, a quienes nos han querido aterrar, sentimos sinceramente que lo han logrado. No sentimos estar frente a un acto de justicia que nos permitirá dormir bien, que es el guión expreso, sino frente a un acto de violencia que nos hace sentir indefensos; que es el guión subyacente. Sentimos como público que quieren que afiancemos el no hacer nada, el mirar con miedo para otro lado, sentimos que nos han amenazado.

JUAN CARLOS LA ROSA VELAZCO | Twiter: @jclarosav / Instagram: @juancholarosa Miembro de la organización indígena intercultural Wainjirawa (UAIN) comunicador y educador.

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