Muchos critican esta nueva modalidad, por considerarla fuera de nuestro contexto social e historia nacional; lo cual es cierto; sin embargo, si lo vemos como una manera de establecer un tiempo y espacio para la reunión familiar, para reeditar los valores y afianzar nuestros vínculos con los seres queridos, puede que pase como acto simbólico de unión sin ningún tipo de matiz político.
Por: Karina Monsalve
Se aproxima la celebración norteamericana del día de acción de gracias, inventada en su forma actual a finales del siglo XIX. Se celebra con la intención de dar gracias por todo lo que se tiene y por todo lo que se ha logrado en el transcurso del año.
Tiene sus orígenes en la consumación de una comida sagrada, donde una diversa comunidad de inmigrantes se convierte en descendientes de los peregrinos. Fue un “acto de generosidad de los colonos blancos” con los nativos estadounidenses.
En todos los hogares americanos, el Día de Acción de Gracias trae a los miembros de la familia de regreso a casa, fortaleciendo ritualmente los lazos de parentesco atenuados e invirtiendo el conjunto de significados incorporados en ser americano con la intensidad emocional y el significado de la familia.
La fiesta y las tradiciones detrás de esta celebración han evolucionado, desde una fiesta de la cosecha de 1621 muy mitificada compartida por los peregrinos y los Wampanoag, a una reunión patriótica y religiosa de la era posterior a la Guerra Civil, a la fiesta moderna centrada en la buena comida y pasar el tiempo con la familia.
Muchas familias alrededor del mundo han adoptado la cena especial para reunirse con su familia en estas fechas. Si bien en Venezuela no es una fecha significativa, cada año vemos cómo se van sumando familias a esta tradición y más en los últimos años con la cantidad de inmigrantes que ha salido de nuestro país: ya que los que se han ido al norte empiezan a adquirir esta reunión como propia.
Por su parte, las familias venezolanas que se han quedado están conformadas con menos miembros, producto de esa migración, por lo que simbólicamente también se han ido contagiando de esa celebración, sobre todo en los estratos de mejor nivel socioeconómico.
Muchos critican esta nueva modalidad, por considerarla fuera de nuestro contexto social e historia nacional; lo cual es cierto; sin embargo, si lo vemos como una manera de establecer un tiempo y espacio para la reunión familiar, para reeditar los valores y afianzar nuestros vínculos con los seres queridos, puede que pase como acto simbólico de unión sin ningún tipo de matiz político.
El encuentro familiar (por lo general, en familias sanas), crea en nosotros una sensación de bienestar, de estabilidad, de alegría necesaria para la vida misma. Siempre tenemos algo por lo que sentirnos agradecidos, aún en los peores momentos o luego de haber sufrido alguna tragedia.
Independiente de nuestras creencias religiosas, el agradecimiento forma parte de esa área espiritual del ser humano, que no solemos ver pero que sentimos y está conectado con nuestros afectos.
A menudo, pasamos tanto tiempo centrándonos en nuestros deberes, el trabajo, el estudio, las obligaciones de casa, en fin, la resolución de los problemas diarios, que nos olvidamos de dar prioridad a nuestra familia y con ella a nuestro estado interior.
Por lo tanto, consideremos útil tomar algunas acciones que validen esos lazos con nuestros seres más cercanos, en víspera de nuestra celebración navideña por tradición.
KARINA MONSALVE | TW @karinakarinammq IG @psic.ka.monsalve
Psicóloga clínica del Centro Médico Docente La Trinidad.
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