Stalin y las cifras

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Por: Gloria Cuenca

Entiendo, contradictorios lectores: no es fácil de creer que se pueda ser tan mentiroso como se les señala a los comunistas y sus dirigentes. Es un proceso de concientización y de darse cuenta que de ninguna manera es fácil para quien ha creído en ellos. Solo nuestras terribles vivencias permiten darnos cuenta de la ausencia de información veraz, con relación a la pandemia, por ejemplo, y esto nos lleva al tema que nos ocupa. Pretendo buscar causas y razones para que esto sea así. Cuando se descubre que todo el proceso revolucionario es una farsa y que conduce a la mayor pobreza y miseria, hay solo 3 opciones: la primera, salirse de eso, denunciarlo en todos los ámbitos y niveles posibles. La segunda salirse y callar, aterrado. La tercera quedarse dentro y volverse uno/a más.  

Sin embargo, debemos tener en cuenta de que los líderes que le dieron cuerpo y sustancia a la doctrina de Marx y Engel: Vladimir Lenin, José Stalin, Mao Tse Tung, Fidel Castro y Hugo Chávez, entre los más connotados, eran unos embusteros de marca mayor, que no titubearon en inventar lo que fuera, para conseguir sus propósitos. Uno de los aspectos que más molesta es que, en nuestro país, Venezuela (tampoco en Cuba, ni China, ni Corea del Norte), se puede conocer ni saber nada de las cifras verdaderas de los enfermos por coronavirus, tampoco por ninguna de las otras patologías que existen. Esto no es casual. Forma parte de la propaganda del G2 y de la acción de los cubanos en Venezuela. Cuando llegaron al poder estos desventurados, se editaba semanalmente un Boletín Epidemiológico, emanado del Ministerio de Salud, donde se daban los datos, verdaderos de las enfermedades, los enfermos y los curados, entre otros aspectos. ¿Qué hicieron los revolucionarios? Los eliminaron y más nunca se sabe la verdad sobre las enfermedades, menos en este período de pandemia. Es la manera de ocultar una triste realidad. 

Dejen que les cuente; en toda familia, lo común es que los hijos imitan al padre, salvo contadas excepciones, que no es nuestro caso. Por eso es tan grave que a Stalin se le conozca con el nombre de “el padrecito”. ¿Hay que hacer lo que él, “el padrecito”, decía y hacía? Pues sí, tal vez. Muy grave, atreverse a cuestionar al padre. Aproximadamente en 1937, no tengo la fecha precisa, José Stalin aseguraba que en la URSS existían unos 140 millones de personas y ordenó a los estadísticos que hicieran el primer censo. Lo realizaron cumpliendo todas las normas posibles para que fueran lo más exactas, el monto fue unos cuantos millones menos de personas, de lo que Stalin había dicho. ¿Qué creen que pasó? “El padrecito” mandó a fusilar a los estadísticos y luego prohibió dar ningún dato que no lo controlara él. Prohibió las estadísticas. Así han seguido.

Los camaradas chinos han reducido la población, supuestamente en 500 millones de personas, en unos 10 años. Yo te aviso chirulí (perdón por el coloquialismo), que les voy a creer eso. No se pueden desaparecer ni por muertes, que seguro las hubo, ni con control de la natalidad, que lo hay, esa cantidad de seres humanos, o ¿si? ¿Los mataron, los dejaron morir? Dios nos ampare de esta gente. Volvamos a Stalin y las cifras. Hay que hacer seguimiento a la acción del “padrecito”: se le culpa de la muerte de 40 millones de rusos, siendo superado, solo por Mao Tse Tung, a quien se le acusa de ser responsable de la muerte de 60 millones de chinos. Como puede observarse las cifras no son un problema para ellos. De allí que, no les interesen en realidad, son números, no tienen que tener ninguna otra connotación, ¡Ah, encima ateos! No tienen ningún temor de Dios. Ni sienten que están cometiendo una atrocidad tal, como lo es a nuestros ojos: ¿la piedad, la compasión, la solidaridad y el afecto? Para nada, son sentimientos pequeño burgueses o burgueses, no hay que pararle a eso “Camarada a leerse la Ley de la Tasa decreciente”. Ese es el tipo de respuesta que te dan en el partido. La realidad es bien distinta, pero no hay una consideración realista de lo que ocurre, mucho menos caer en cuenta de que todo es un disparate y la intención un desastre.


GLORIA CUENCA | @editorialgloria

Escritora, periodista y profesora titular jubilada de la Universidad Central de Venezuela.

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